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Hay una única conclusión del entuerto externo: el gobierno kirchnerista se encamina, sin ninguna épica revolucionaria, a reproducir el endeudamiento externo que supieron exagerar tanto la última dictadura militar como el gobierno radical de Raúl Alfonsín, y el peronista de Carlos Menem, e intentó el de Fernando De la Rúa pero ya no había ‘pedal’, concluye el profesor, ex periodista y consultor que escribe periódicamente en Urgente24

por ALPHONSE DE LUXEMBURGO
cristina en rosario   CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Por demás curiosa y hasta desconcertante resultó la reacción interna y externa ante el doble discurso del régimen kirchnerista, usual por otra parte, cuando mientras un día los abogados en Nueva York ante el juez Thomas Griesa indicaban que la Argentina se sentaría con los “hold outs” (fondos«buitres») para arreglar el pago a que obligó la sentencia consolidada por la Corte Suprema estadounidense y el ministro de Economía, Axel Kicillof, al día siguiente convalidaba ese anticipo (luego mentiría que el magistrado inducía al default de la Argentina y que los tenedores de títulos de los anteriores requerirían en masa unos U$S 15.000 millones adicionales), pero al día siguiente el Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich, señalaba, otra vez, que no pagarían a los ganadores de la larga contienda jurídica en Estados Unidos.
Se le atribuye a Alberto Einstein una frase que estos momentos puede ser útil para entender el desaguisado en el que hundió a su propio gobierno la Presidente: “En los momentos de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.” Justamente es eso lo que le faltó.
En rigor, lo que galvanizó al Gobierno, que chapaleó en el fango de su derrota intentando obtener un mediático empate o un pugilato perdido por puntos, fue su carácter intrínseco y germinal: es un conjunto de políticos de cabotaje, adocenados por un provincianismo del que nunca han podido desembarazarse. Así, el error de opositores internos, periodistas de toda calaña y naturalmente el juez Griesa y demás analistas extranjeros es haber creído en el falso doble discurso de los referentes del gobierno, para el que, ingenuamente, se puede eslabonar un discurso externo discreto y otro interno (para mantener la ilusión de su vocación “revolucionaria” ante jóvenes seguidores) que resulten completamente independientes.
Error. En el mundo desarrollado, los discursos públicos destinados al público interno tienen tanta validez como un declaración ante un juez y con respaldo de escribano público. A la vez, en medio de una farsesca situación, los seguidores internos de un gobierno que los embaucó con un relato de izquierda, contrario a aquellos fondos buitres, prefirieron creer a pies juntillas que el país se encaminaba a una nueva bancarrota, empujado por la Corte Suprema estadounidense.
Todo estuvo claro desde el primer momento pero algunos discursos posteriores, orientados a aplacar a seguidores antes estimulados en un infantil afán nacionalista, tapizaron de confusión, lo que fue despejado por CFK cuando el viernes 20 en Rosario, junto a la bandera nacional, dejó en claro que pagaría todo al 100% de los acreedores.
Las razones, por simples, son casi impensables de que atravesaran el sentido común de tantos interlocutores.
El meneo del default que algunos funcionarios blandieron, entre ellos el propio Kicillof, condujo a suponer ese escenario, a raíz de que creyeron en 2 factores:
a) el levantamiento de la cautelar que protegía de embargos a los bienes y activos argentinos en el exterior, y
b) el reclamo de otros US$15.000 millones de los tenedores de títulos de los anteriores canjes.
Falso. ¿Por qué se habría de embargar a la Argentina el pago del cupón que vence el 30 de junio si los abogados que representan al país, del estudio Cleary Gottlieb, expresaron al juez Griesa la intención de arreglar el pago (no es negociar el resultado de su dictamen, respaldado por la Corte estadounidense)?
Los US$ 15.000 millones adicionales son otro mito. Una tercera parte de los bonos tiene por jurisdicción la Argentina y los restantes deberían iniciar un respectivo juicio en Estados Unidos, con los costos que eso requiere y el tiempo que demandaría el asunto, y no podría aplicarse el fallo de Griesa porque éste es compulsivo, a diferencia de una cláusula que habilita decisiones del Gobierno pero por propia voluntad. Es decir, nada inmediato.
No obstante, los analistas dejaron pasar otra razón, quizás la más importante. Suponiendo que el gobierno dejara a la Argentina ingresar en nuevo default de su deuda, el déficit fiscal, al que Kicillof fue siempre renuente a reducir significativamente, se encaminaría en el 2do. semestre a un ahogo por falta de suficiente ingreso de dólares que, en la estrategia gubernamental, se habría de parchar con toma de préstamos en el exterior. Para esto último debían arreglar con Repsol por YPF, el Club de París (ambos, ya obtenidos) y los “hold outs”.
Sin el alivio financiero externo, al que tanto vilipendió la administración de CFK, el déficit fiscal sólo podría haber sido cubierto con más emisión monetaria (si se descartaba el recorte drástico del gasto público, con el consecuente enfriamiento de la economía, más recesión y desempleo), lo que hubiera ocasionado el aceleramiento de la inflación, llevándola a la antesala de la hiperinflación, lo que desembocaba por tanto en un colapso político con la bastante previsible salida anticipada de CFK, al estilo Fernando De la Rúa, a bordo delhelicóptero.
Ese escenario era, y es, impensable para el gobierno.
El pago en cumplimiento del fallo de Griesa es lo que los abogados de la Argentina plantearon en Nueva York días pasados, ratificado el viernes 20 por CFK en Rosario. Y eso es lo único que le queda por hacer al gobierno. La confusión la aportaron algunas expresiones contradictorias posteriores destinadas a la “tropa” interna, que podría sentirse desencantada con su propio gobierno, lo que irremisiblemente sucederá.
Abonar a los “holds outs” y el vencimiento del cupón el 30 de junio suman algo más de US$ 2.000 millones, cuando las reservas del Banco Central superan los US$ 28.000. La ventaja del pago es que luego podrían recomponer rápidamente esas reservas con el ingreso de préstamos en dólares, junto con los créditos a provincias y la Ciudad de Buenos Aires.
Un apunte postrero: la importancia de las reservas de un país es sólo vital si carece de crédito externo, lo que no le sucede a Brasil, por ejemplo. Un país aislado como la Argentina, tanto por deudas hasta ahora impagas como por una noción retrógrada en lo político y económico, carece del oxígeno externo y tampoco puede aspirar a la inversión directa externa para expandir la oferta interna, un factor crucial de su inflación en crecimiento.
Al fin de cuentas, el gobierno kirchnerista simplemente se encamina, sin ninguna épica revolucionaria, a reproducir el endeudamiento externo que supieron exagerar tanto la última dictadura militar como el gobierno radical de Raúl Alfonsín.
No hay imaginación ni magia. Sólo quedan vestigios póstumos de un proyecto político que se disuelve en sus propias contradicciones de cabotaje.
El “relato”, esa construcción artificial de un discurso progresista a contramano de las acciones de un gobierno que pretendió navegar a dos aguas, ha muerto.

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