Hasta 2006 se exhibían al público en los pasillos y salones como una colección antropológica que el Museo de La Plata atesoraba desde los primeros tiempos de su creación, en 1884. Pero hace poco más de una década, se dio un cambio de paradigma: motivado por los pedidos de los pueblos originarios, la sanción de la ley 25.517 y las recomendaciones internacionales de ética de estos espacios, el museo decidió el retiro de la exhibición de restos humanos de pueblos americanos que no contaran con el consentimiento de su comunidad de pertenencia. Y desde ese momento pasó a custodiarlos bajo llave, en ámbitos restringidos a las tareas de conservación y para las ocasiones en que las comunidades celebraran allí ceremonias.
En una de esas salas se encuentra una caja en la que está escrito «Calfucurá». Ahí, describe la directora del Museo de La Plata, Silvia Ametrano, resguardado con unas almohadillas para su protección, en un recipiente de material plástico, se halla el cráneo de quien fue el máximo líder de la Confederación Mapuche durante varias décadas en el siglo XIX, y que es reclamado por cinco comunidades de distintos puntos del país.
Si bien el primer reclamo data de 2001, recién en septiembre de 2015 se inició el expediente que tramita hoy en el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) a partir de un pedido del lonko (líder, en mapuche) de la Comunidad Namuncurá de Neuquén, Luis Namuncurá, descendiente directo de Juan Calfucurá, para que el cráneo de su ancestro sea restituido a sus familiares.
«Actualmente hay cinco comunidades reclamantes, tres de las cuales acordaron a favor del reclamo de Luis Namuncurá. Pero a fines de 2016 llegó un quinto reclamo desde una comunidad de La Pampa, con la cual se está comenzando un proceso de diálogo para llegar a un acuerdo, como se llegó entre los cuatro reclamantes históricos», dicen desde el INAI. Los argumentos que hoy imperan son dos: la línea sanguínea y la territorial, determinada por el pedido de que los restos de Calfucurá vuelvan al Valle de Chillhué, en La Pampa, donde estaba enterrado.
Ametrano explica que para el Museo de La Plata, todas las restituciones de restos humanos tienen el mismo significado y contribuyen a una misma reparación histórica, pero acepta que el caso de Calfucurá tiene un simbolismo particular por su figura de referente para las comunidades.
«Los reclamos de restitución de Calfucurá nos ponen en escena la complejidad del tratamiento que involucra la cuestión indígena, complejidad que debe ser respetada. Se trata de interactuar con actores que están desarrollando sus propios procesos, tal vez no concluidos, y que las comunidades indígenas necesitan hacer. Y ese es un desafío», dice la directora, en su despacho del museo.
Justamente las comunidades aborígenes en el país viven hoy un momento particular de visibilidad no sólo por el contexto de la desaparición de Santiago Maldonado, sino también por la incertidumbre ante la caducidad en noviembre de la ley de emergencia que evita que se ejecuten desalojos de los territorios que tradicionalmente ocupan estos pueblos.
A principios de 1900, Manuel Namuncurá, uno de los hijos de Juan Calfucurá y padre del beato Ceferino, se radicó en el paraje San Ignacio, a unos 50 kilómetros de Junín de los Andes, en Neuquén. Allí viven hoy unas 300 personas de 80 familias que conforman la comunidad Namuncurá. Luis Namuncurá, de 66 años, es lonko desde 2010, año en que hizo el primer reclamo por la restitución del cráneo. «Hicimos el pedido como descendientes de Juan Calfucurá. Sabemos que hay otras comunidades mapuches interesadas y por eso se hará una reunión entre todos para definir dónde ubicarlo. No es un capricho nuestro pedido: sabemos que muchos conocen su historia y el respeto que le tienen, y por eso mismo queremos que se decida entre todas las comunidades», dice Luis a LA NACION.
Según explicó, la Confederación Mapuche está programando un encuentro en la ciudad de Neuquén. «El destino no está decidido. Queremos que sea un lugar al que puedan acceder todas las comunidades que lo quieran visitar. Y sí, el santuario de Ceferino podría ser un lugar ideal», dice.
En el catálogo de la Sección Antropológica del Museo de La Plata, publicado en 1911, el médico alemán y jefe de esa sección Robert Lehmann-Nitsche ubicó el cráneo de Calfucurá en el apartado de «Araucanos de La Pampa», y escribió: «Entre los cráneos de esta serie se halla también el del célebre cacique Calfú Curá, penúltimo soberano independiente de La Pampa, y muerto en 1873, cuyo cráneo fue desenterrado por el doctor Estanislao S. Zeballos, quien más tarde lo regaló a este museo (…). Citar la bibliografía relativa a este indígena sería escribir la historia argentina de muchos lustros».
Distintos criterios
Ariel Calfucurá, de 39 años, es el lonko de la comunidad General Juan Calfucurá de La Plata, conformada hoy por unas seis familias. Lleva con él una carpeta donde desde hace diez años recopila documentación, bibliografía y relatos orales familiares con la que reconstruye cómo su tatarabuelo Ramón, hijo de Juan Calfucurá, fue trasladado a esta zona de Buenos Aires. Con la personería jurídica en trámite, es otro de los reclamantes.
«Tenemos la llave para liberar el espíritu del gran cacique, una fuerza sin límites que hoy está como presa -dice-. Prestamos la conformidad y acompañamos el pedido de que sus restos vayan a la Patagonia, cerca de su nieto, Ceferino Namuncurá, pero nuestra intención es participar de todas las ceremonias.»
La Comunidad Mapuche Newen Lelfün Mapu, de La Pampa, al no contar con personería jurídica, presentó el reclamo de restitución hace un año a través del gobierno provincial. Alejandro Nahuel, lonko de la comunidad, cuenta a LA NACION que el pedido responde a la cosmovisión de su pueblo: «La intención es regresarlo al lugar donde fue profanado, en el valle de Chillhué, cerca del paraje Padre Buodo. Al volver a la mapu [tierra], volvería el equilibrio. No queremos generar una controversia, sino exponer nuestro pensamiento».
Para el INAI, la prevalencia del criterio sanguíneo o territorial no tiene por qué ser antagónico, y creen que una solución posible sería que los descendientes reciban el cráneo y que sea inhumado en donde estaba su tumba. «El principal criterio del INAI -precisan- es que la solución surja del consenso entre las comunidades reclamantes.»
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