Cuando Jackie DeVita vio que un tumor iba a poner fin a su vida a los 42 años solo tenía una preocupación: ¿qué sería de sus hijos cuando ella muriera inevitablemente? La única solución para asegurarse de que iba a descansar en paz cuando le llegara la hora recaía en la que estaba sentada a su lado, en el borde de la cama del hospital: su hermana Colleen.
“Quiero saber que los tres estamos metidos en esto”, le dijo, según recuerda hoy Colleen. Se refería a ella misma, que pronto desaparecería de la escena, a su marido Richard y a Colleen. Y añadió: “No dejes nunca a mis hijos”. Y le pidió que se casara con su marido, que ocupara su lugar en la familia.
La reacción de Colleen en ese momento dio a entender lo contrario de lo que terminó ocurriendo con el tiempo: tras cuidar a sus hijos durante un año, descubrió que sí, que estaba enamorada del viudo de su hermana. Y que podía cumplir su deseo de casarse con él y reemplazarla en la familia.
(Agencias)