Le ganó 3-0 a Banfield en la Bombonera y se quedó con el título después de tres años. Apoyado en su solidez defensiva y un invicto de 27 partidos, les sacó una gran ventaja a sus perseguidores y se consagró a dos fechas del final del campeonato. Riquelme ingresó en el segundo tiempo y recibió la ovación de los hinchas.
EN TODO EL PAÍS FESTEJAN:
Fue la tarde perfecta, el día ideal, el fin de semana de ensueño. Boca vivió una jornada de gloria y se consagró en el torneo Apertura 2011 al golear por 3-0 a Banfield en La Bombonera, dos fechas antes de la finalización del campeonato. El pueblo Xeneize se llenó de alegría y se acrodó de River. Después de tres años, el equipo ahora conducido por Julio César Falcioni pudo gritar campeón.
Pocos eran los hinchas que no creían en un Boca campeón en la tarde de domingo, la misma en la que se celebraron las elecciones con récord de presentismo. Seguro que ninguno de ese puñado tenía una camiseta azul y oro, porque desde la previa se vivió una fiesta en los alrededores del estadio, ya festejando un título que se haría realidad unas horas después.
No tuvo que trabajar casi nada el equipo para sacarse de encima al rival de turno. Es cierto, fue el peor Banfield de los últimos años, el que hoy ocupa el último lugar en el Apertura. Pero Boca no mostró fisuras y ya desde el comienzo avisó que la fiesta iba a terminar con un campeón. Nada de esperar al miércoles, ni de dejar todo para el próximo fin de semana.
Con tranquilidad, el equipo de Falcioni fue a buscar al de La Volpe. Sin Riquelme, duda hasta último momento, pero suplente al fin en la tarde de gloria, este Boca demostró en ese arranque que no depende sólo de Román. Con paciencia arrinconó a su rival y con insistencia primero y contundencia después, no dejó pasar los nueve minutos para pegar el primer grito de gol.
Darío Cvitanich fue el responsable, justamente un ex Banfield, que regresó al equipo en los últimos partido después de una lesión. El delantero fue el mejor de los pescadores dentro del área de Cristian Lucchetti y tras una serie de rebotes marcó el 1-0 que gritaron todos en el estadio menos él.
Boca conseguía así una ventaja más que suficiente para poder desatar el grito de campeón. De hecho, con el 0-0 inicial también lo habría alcanzado.
Pero este equipo, que por sobre todas las cosas es justamente un equipo y no un cúmulo de individualidades, no se quedó en la mínima ventaja que muchas veces lo conformó en este torneo. Se dio cuenta de que Banfield no iría por mucho más y comenzó a buscar a Cristian Chávez y Walter Ervitti, sus creativos para llegar al gol.
Pero los aplausos eran para otros. Clemente Rodríguez, más sólido en el juego que en la marca. Leandro Somoza, un señor en el mediocampo y especialmente Rolando Schiavi, el referente de una defensa casi imbatible.
Cerrando el primer tiempo se desató la locura total en el estadio. Cvitanich otra vez fue contundente en el área y con un derechazo clavó el 2-0 para que ahora sí, la gente se animara a cantar «dale campeón». Un grito atragantado desde hace tres años, con campañas mediocres. Sólo una vez en los anteriores cinco torneos, Boca pudo superar la mitad de la tabla.
Para que el entretiempo no apagara la fiesta, el comienzo de la segunda parte tuvo más explosiones. Al minuto, Diego Rivero sacó un bombazo desde 35 metros y al resultado lo cambió por goleada. La fiesta era completa. O casi, porque faltaba Román en el campo de juego.
Y Falcioni le dio el gusto a los hinchas y al propio Román, el que se moría por jugar el partido de la consagración, el que prometió un título y cumplió. A los 19 minutos, Riquelme entró para reemplazar a Chávez y ahora sí, la celebración tuvo todo.
Banfield mejoró después del 3-0, pero a nadie le importó en una Bombonera que se robó el protagonismo. Boca se acordó de River, homenajeó con el aplauso y la ovación a sus jugadores y celebró hasta el cansancio. Porque definitivamente fue el fin de semana que todos soñaron.
FUENTE: RECDACCIÓN / CLARÍN