Desde hace tres días, las mañanas en Estambul son la calma antes de la tormenta. Pero en martes, se avecina tifón. La Confederación de Sindicatos de Trabajadores Revolucionarios (DISK) y laConfederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos (KESK) han decidido lanzar sendos órdagos al Gobierno turco.
Desde este mediodía, una huelga general se extenderá durante dos días. El KESK, que dice sindicar a unos 240.000 funcionarios en el país, ha llamado a los suyos a no acudir al trabajo durante la tarde del martes y la mañana del miércoles. El DISK, con 327.000 trabajadores detrás, convoca un parón de dos horas para el martes. «Animamos a que se extienda«, explica a EL MUNDO.es Kivanç Elaçik, responsable de Relaciones Internacionales del DISK.
La huelga general está prohibida en Turquía por la Constitución de 1980, escrita bajo el yugo de los militares que perpetraron el golpe de Estado. Esto obliga a los sindicatos a agudizar el ingenio y buscar vericuetos legales con los que justificar sus llamamientos a la huelga. Otros sindicatos del entramado turco propusieron acudir a los puestos de trabajo, vestidos de negro, pero no ejercer actividad laboral.
La mañana del martes también ha sido tiempo de política. El viceprimer ministro turco, Bülent Arinç, se ha reunido con el presidente turco, Abdulá Gül, para tratar la situación de caos en el país. «La reacción inicial para proteger el parque de Gezi fue legítima y patriótica», ha declarado Arinç tras la cita. Arinç ya reconoció, el 1 de junio, que era mejor «dialogar y convencer» a los manifestantes que gasearles.
Pero Arinç ha ido incluso más allá y ha protagonizado un ‘mea culpa’ del Gobierno turco a los activistas heridos. En concreto, ha pedido disculpas «a quienes han resultado heridos mientras ejercían el activismo medioambiental en defensa de los árboles del parque de Gezi«.
Por su parte, Devlet Bahçeli, líder del partido ultraderechista MHP, tercero en el Parlamento, criticó la «arrogancia» del primer ministro Erdogan, del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP). «Es cierto que el AKP ha establecido cámaras de gas similares a las nazis, y es cierto que el AKP mete las narices en la vida privada de todos», declaró, aludiendo al uso de gas pimienta por la policía y las políticas de prohibición de hábitos sociales.
Segundo ‘mártir’
El alzamiento popular, que critica la deriva autoritaria de Turquía y manifiesta el descontento de una amplia parte de la sociedad contra Tayyip Erdogan, ha visto caer a su segundo ‘mártir’. Abdulá Cömert, un joven de 22 años miembro de las juventudes del Partido Republicano del Pueblo (CHP), murió el lunes en Hatay, durante las protestas, por el impacto en la cabeza de un proyectil de naturaleza no especificada.
Taksim es territorio tomado por los ‘indignados’. En un asombroso parecido con la acampada que cuajó en el Movimiento 15M en la Puerta del Sol, miles de jóvenes de toda tendencia política han hecho de esta plaza y del ya simbólico parque de Gezi su lugar de reunión, acampada y protesta.
De los árboles que intentará talar el Gobierno en el parque de Gezi cuelgan carteles con los nombres de los 34 civiles asesinados por un bombardeo del ejército turco en Uludere, una villa kurda fronteriza con Irak, el 28 de diciembre de 2011. Turquía declaró en su momento que les confundió con miembros de la guerrilla PKK.
A lo largo de la noche, un helicóptero de la policía gaseó los aledaños de la plaza de Taksim. Pese a que en el centro no afectaba, los accesos eran difíciles de franquear debido a lo irrespirable del aire. «Nos quedaremos aquí todo el tiempo que haga falta. Lo hago por el futuro de mi hija», aseguró a ELMUNDO.es Sevgi, una mujer de 30 años.
Por la madrugada, la policía volvió a disparar gas pimienta a discreción contra centenares de jóvenes apostados en las barricadas de Gumusuyu, calle que une Taksim con el barrio de Besiktas. Este periódico presenció el arresto de cuatro jóvenes sin relación alguna con los que se enfrentaban a la policía.
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