Buscar en nuestros genes el ‘factor Matusalén’ o recurrir al vino tinto como elixir de eterna juventud, son solo algunas de las falsas creencias que rodean al envejecimiento.
El envejecimiento es uno de los procesos naturales que más nos preocupa, por las implicaciones que existen a nivel personal, social y familiar. Cuando nos hacemos mayores, también existe una relación muy directa con nuestro estado de salud, por lo que se suelen difundir también falsas creencias y mitos del envejecimiento.
Aunque desde principios del siglo XX, nuestra esperanza de vida haya aumentado una media de entre 30 y 40 años a nivel mundial, lo cierto es que el paso del tiempo nos preocupa, y mucho. De hecho, la noticia sobre el cartero japonés Jiroemon Kimura que nació en siglo XIX y sigue vivo, despierta todavía las viejas esperanzas sobre poder aumentar nuestros años de vida.
¿Qué creencias existen sobre la eterna juventud? ¿Existen mitos del envejecimiento o por contra, seremos capaces gracias a la investigación, de aumentar nuestra esperanza de vida? Hoy os contamos algunas de las últimas claves sobre este tema de gran actualidad científica:
Las verdaderas causas del envejecimiento
Envejecer y morir son dos procesos fisiológicos naturales. El descubrimiento del elixir de juventud, que cantaría Antonio Vega, se debe quedar más en el terreno musical que en la realidad científica. Nuestras células y tejidos envejecen de manera diferente, dependiendo de múltiples factores genéticos y condiciones de vida.
Pero no todo está en los genes. Como resumían desde la Universidad de Murcia, debemos desechar cualquier idea que relacione por completo a nuestro ADN con un hipotético «factor Matusalén». Envejecemos, sí, pero solo el 25-30% de este proceso está marcado directamente por nuestros genes. Nuestros hábitos de vida y las condiciones sociosanitarias en las que llevemos a cabo nuestro día a día marcan en un 75%, aproximadamente, los años que viviremos.
Aun así, no debemos menospreciar la influencia de la genómica en el envejecimiento. Según un trabajo de revisión publicado en la revista Cell, las cuatro causas del envejecimiento se sitúan en la inestabilidad de nuestro genoma (por la cual vamos acumulando ‘fallos’), el acortamiento de los telómeros, las alteraciones epigenéticas (con gran relación con las condiciones ambientales en las que vivimos), y por último, la pérdida de la proteostasis.
El resveratrol, la estrella antienvejecimiento
Si hablamos de la fórmula antienvejecimiento más famosa, inevitablemente tenemos que pensar en el resveratrol, presente en el vino tinto, y en menores cantidades, en el vino blanco. Este compuesto químico ha aterrizado en numerosas herboristerías y tiendas, promocionándose en cápsulas, comprimidos y otras fórmulas por sus efectos contra el paso de la edad.
Las campañas de publicidad sobre el resveratrol han sido grandiosas, formando parte de la abultadalista de mitos del envejecimiento. Ya saben, que si retrasa el reloj biológico, que si es la nueva píldora de la longevidad, que si todo está probado científicamente, que si refuerza nuestras barreras antioxidantes.
Químicamente, el resveratrol es un polifenol que debe su enorme fama a un artículo publicado en Nature, por el cual David Sinclair demostró el papel de este compuesto en una ruta celular relacionada con las sirtuinas, y que podrían estar asociadas a la capacidad de prolongar la vida, pues el resveratrol tendría la propiedad de activar los genes que codifican estas proteínas, y con ello retrasar el envejecimiento.
Sin embargo, aunque las propiedades in vitro del resveratrol sí han sido demostradas, debemos ser excépticos con los que anuncian su papel estrella como molécula de la eterna juventud. Como bien resumió el investigador José Manuel López Nicolás en su blog, aún no se han realizado ensayos clínicos que demuestren el efecto beneficioso del resveratrol en humanos.
De hecho, los autores del trabajo que comentábamos antes, también incluyen al resveratrol entre los grandes mitos del envejecimiento. En su artículo son contundentes al afirmar que no hay evidencia genética que diga que aumentar las defensas antioxidantes retrase el envejecimiento. Y aunque nuestro organismo use la restricción calórica como estrategia protectora cuando hay escasez de nutrientes, lo cierto es que pasar hambre tampoco va a retrasar que nos hagamos mayores.
Lo cierto es que a día de hoy aún no existen compuestos o estrategias que nos ayuden directamente a combatir el envejecimiento. Tener un estilo de vida saludable y mejorar los diagnósticos y tratamientos utilizados en medicina serán las estrategias adecuadas para no vivir bien, sino simplemente, vivir mejor.