Las crisis humanitarias no abandonan el país más joven del mundo que en julio celebrará dos años de su independencia del vecino del norte. A la desnutrición, la malaria y las inundaciones se suman miles de desplazados y refugiados a causa de la violencia interna y el conflicto entre las milicias y el ejército de Sudán en la frontera septentrional.
El último episodio de violencia interna tiene lugar en Jonglei donde 120.000 personas se esconden en pantanos infestados por la malaria y en los que carecen de acceso a agua potable, alimentos y atención médica.
Tampoco cesa el conflicto externo que ha provocado casi 200.000 refugiados procedentes de los estados de Sudán del norte a causa de los combates entre la Fuerzas Armadas Sudanesas y el Movimiento de Liberación de la Población de Sudán.
“La estación de las lluvias ya ha empezado y Médicos Sin Fronteras (MSF) sabe por experiencia que en Jonglei, sin atención médica, las tasas de mortalidad se dispararán rápidamente con gente muriendo de neumonía y otras enfermedades respiratorias, malaria y diarrea”, explica Bart Janssens, director de operaciones de MSF. Vista área del estado de Jonglei y del río Pibor. Fotografía: Robin Meldrum/MSF
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