Según los profesionales, las fuerzas de Seguridad de Turquía utilizaron gas lacrimógeno en lugares cerrados apuntando directamente al cuerpo de los manifestantes que protestaban en ése país.
La Asociación de Médicos Forenses de Turquía afirmó que la Policía utilizó gas lacrimógeno como arma química contra los manifestantes de las últimas protestas en ése país. Destacó que se disparó en lugares cerrados y sobre el cuerpo de los manifestantes.
El empleo masivo del gas lacrimógeno para intimidar y dispersar a los manifestantes, utilizado en Turquía en las últimas tres semanas, es equivalente a la tortura, denunciaron hoy seis asociaciones médicas turcas.
«El gas no se usó como un medio para controlar disturbios sino como arma química», afirmó durante una conferencia de prensa, celebrada hoy en Estambul, Umit Bicer, de la Asociación de Médicos Forenses, citado por la agencia de noticias EFE.
Bicer detalló que el gas lacrimógeno nunca debe utilizarse en espacios cerrados, ni desde una distancia de menos de cinco metros, y denunció que se habían disparado granadas de gas en el interior de un vestíbulo de hotel lleno de personas que huían de la Policía.
Según una encuesta realizada en Internet, el 21% de quienes declararon haber inhalado gas lo hicieron en espacios cerrados.
«Además, la Policía utilizó los cartuchos de gas como munición, como si fueran balas de fusil, al dispararlos directamente contra las personas», agregó el forense, que recordó los numerosos traumas craneales y pérdidas de ojo, entre los heridos de las refriegas, a causa de los impactos.
Bicer subrayó que «también constituye tortura incluir químicos, como una solución de gas pimienta, en el agua a presión de los cañones de la policía».
Esta práctica, documentada por la prensa turca, fue respaldada por los testimonios de numerosas víctimas que sufrieron graves irritaciones cutáneas al ser alcanzadas por lo que el gobernador de Estambul, Huseyin Avni Mutlu, describió como «agua con una solución médica».
El forense señaló que la cifra de cuatro muertos causados por las protestas -tres manifestantes y un policía- posiblemente se incremente en dos personas, que sufrieron ataques al corazón tras exponerse por largo tiempo al gas lacrimógeno, aunque aún se debe esperar el dictamen de las autopsias.
Un joven de Ankara, que no participó de las protestas, falleció en su lugar de trabajo tras pasar tres días seguidos por una zona donde la Policía disparaba gas diariamente. Una mujer de 50 años murió de un ataque al corazón en su casa tras haber participado en una manifestación, detalló el médico.
Ordenes de matar
Osman Ozturk, portavoz de la Asociación Turca de Médicos (TTB), recordó el balance oficial de víctimas: 4 muertos, 59 heridos graves, 6 en estado crítico, 11 casos de pérdida de ojo, más de 100 casos de traumatismo craneal, y 7.822 heridos en total.
Un dato que, reveló, «sólo es la punta del iceberg y tal vez no represente ni la quinta parte de la (cifra) real, dado que muchísimas víctimas no recibieron ayuda médica».
El médico señaló que el uso masivo del gas y los disparos directos a la cabeza «hacían pensar que la Policía tenía órdenes de matar».
«El gas siempre se dispara por delante de los manifestantes, de manera que la gente pueda huir hacia atrás, pero en estas protestas lo lanzaron desde los cuatro costados», denunció.
De hecho, una práctica habitual en estas semanas, fue la de lanzar granadas de gas a gran distancia por encima de las personas, de manera que cientos de ellas, presas del pánico, tuvieran que atravesar las nubes lacrimógenas si querían ponerse a salvo.
Dogan Sahin, de la Asociación de Psicólogos Turcos, estimó que un millón de personas sufrió la represión policial durante las tres semanas de protestas y que un tercio de ellas padecieron daños psicológicos.
«De éstos, un 60% los superará en un año, pero un 20% los sufrirá a largo plazo», denunció, y citó consecuencias como la pérdida de confianza y del sentido de la justicia y el aumento de la violencia.
El abogado Turgut Kazan pidió no sólo la prohibición del uso del gas, sino también un boicot contra Turquía por parte de los países exportadores, a cuyos Gobiernos consideró «también responsables».
Recordó que el gas fue empleado contra personas que dormían, huían, cantaban o simplemente miraban, algo que en su opinión constituye claramente una forma de tortura, que impone una pena de 12 años de cárcel.
«Este delito ya no prescribe: advierto a todos los que dieron las órdenes y a quienes las cumplieron que un día serán juzgados», advirtió Kazan.
Télam