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La economía en baja fue históricamente asociado con una frase de Álvaro Alsogaray en los años ’60: «Hay que pasar el invierno». Cristina promete un invierno que ni habría imaginado Alsogaray. «Suba de impuestos, devaluación, aceleración de la inflación, incertidumbre cambiaria, empinamiento de las tasas de interés, ajuste de tarifas, incremento de jubilaciones que pierden la carrera contra los precios (posiblemente también los salarios), congelamiento de gastos en algunas provincias y de la obra pública en general y restricciones a las importaciones, ponen en jaque a la actividad local», advirtió la consultora Ecolatina.

 

(Ecolatina). Según nuestras estimaciones, la actividad económica cerró 2013 con una expansión cercana al 3% anual. Sin embargo, la evolución del PBI no se distribuyó en forma homogénea a lo largo del año: el crecimiento se concentró entre el segundo y tercer trimestre del año.
El principal driver de la expansión fue la política fiscal que impulsó el consumo y la inversión vía incremento del gasto público y la reducción de impuestos en los meses previos a las elecciones de octubre. A nivel sectorial, se destacó el aporte del campo, de la construcción (obra pública) y de los servicios.
Sin embargo, la economía se desaceleró marcadamente en los últimos tres meses del 2013. Según nuestras estimaciones preliminares el PBI cayó más de 1% en términos desestacionalizados en el cuarto trimestre. Por lo tanto, el punto de partida para el año que comienza es bajo (de hecho el arrastre estadístico es nulo).
Ya se observan señales de estancamiento a nivel de consumo y producción. En enero, las ventas minoristas cayeron 3,8% i.a. y los patentamientos (que fueron récord en 2013) descendieron 1,9% i.a. Mientras que la construcción mostró menores tasas de expansión, la industria automotriz profundizó su caída.
Si a ello se le suman los importantes cambios en materia económica ocurridos en enero, las perspectivas de actividad lucen desmejoradas. La fuerte devaluación del Peso impactará negativamente sobre la economía real en el corto plazo.
Por los factores mencionados, recortamos nuestras estimaciones del nivel de actividad para 2014. Ya no prevemos un escenario de estancamiento, sino una contracción de la economía. La magnitud dependerá, en buena medida, de lo que suceda en la segunda mitad del año.
Cada vez más cerca de la recesión
Suba de impuestos, devaluación, aceleración de la inflación, incertidumbre cambiaria, empinamiento de las tasas de interés, ajuste de tarifas, incremento de jubilaciones que pierden la carrera contra los precios (posiblemente también los salarios), congelamiento de gastos en algunas provincias y de la obra pública en general y restricciones a las importaciones, ponen en jaque a la actividad local.
Por el lado del consumo, se vislumbra una contracción producto de la caída del poder adquisitivo, menor financiamiento, impacto del alza de tarifas en el ingreso disponible y un mercado laboral menos dinámico (reducción de turnos/horas extras).
La persistente inflación ha erosionado el poder de compra de los individuos. 
De hecho, a fin de año pasado el salario real se ubicó por debajo de los niveles de diciembre de 2012. Es de esperar que el pico inflacionario provocado por la reciente devaluación deteriore aún más la capacidad de gasto de las familias.
Vale destacar que la inflación ya venía acelerándose antes del salto del tipo de cambio. Y tras la devaluación, los comerciantes volvieron a remarcar su mercadería ante el incremento del costo de reposición.
Hasta 2013, el poder adquisitivo no se resentía producto de las subas salariales pactadas en las negociaciones de principio de año. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo los incrementos acordados no compensaron la suba de precios. En 2014 los gremios intentarán recuperar parte del poder de compra perdido, pero conseguir aumentos de salarios que superen la tasa de inflación no será sencillo.
Este deseo chocará contra un gobierno con pocas opciones: la inflación amenaza con dispararse y el Ejecutivo ya no cuenta con las anclas nominales del pasado (subieron fuertemente el tipo de cambio y las tarifas). Por ende, para moderar la suba de precios, el gobierno sólo puede acotar los incrementos otorgados en las paritarias. Pero dicha política tiene un sesgo claramente contractivo: las paritarias no podrán recomponer el salario real, lo cual resentirá al consumo privado.
Más aún, este año ya se ajustaron fuertemente algunas tarifas de servicios públicos (colectivos) y es inminente un incremento en las facturas de luz y gas. Si bien esto moderará la carga fiscal de los subsidios, implica menor ingreso disponible del sector privado.

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