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El Presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, firmó un decreto para prohibir su nombre en placas inaugurales de las obras de gobierno y su retrato en oficinas públicas. “Las obras son del país y no de un gobierno o un funcionario en particular», justificó el mandatario. Mientras tanto, en Argentina se bautizó recientemente a la central nuclear de Atucha II como Néstor C. Kirchner extendiendo el culto al ex presidente.

tumblr_n5dtvblbr31tzgj2zo1_500  CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24).- En la Argentina cristinista el nombre de Néstor Kirchner y su imagen se multiplicaron para quedar asociada a cualquier obra pública que el gobierno nacional pudiera inaugurar y sino había nada que inaugurar, se renombraban las obras ya existentes, como ocurrió días atrás con Atucha II que ahora se denominada como el ex presidente.

Cristina montó un verdadero culto a la personalidad de su marido durante la campaña de 2011 para acceder a la reelección presidencial. Exacerbó la imagen del ex presidente hasta límites insospechados desde spots publicitarios hasta obras de infraestructura.

El culto a la personalidad no es cosa del kirchnerismo, es una práctica populista pero que cruza a todas las formas de gobierno desde los comunistas a los gobiernos de derecha más dura. Perpetuar al “líder” y su memoria no solo tiene que ver con cuestiones de deseos de trascendencia individual sino también con el aprovechamiento electoral.

Por eso resultó interesante la iniciativa del presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, quien por decreto prohibió que su nombre esté en las placas de puentes, carreteras o edificios que inaugure. Además no permite su imagen en dependencias públicas.

«Eliminaremos las placas con nombre en toda obra pública en mi gobierno, porque las obras son del país y no de un gobierno o un funcionario en particular«, expresó Solís en conferencia de prensa tras una sesión del Consejo de Gobierno en que firmó el decreto.

Solís fue electo en abril con una votación histórica, tras una campaña en la que prometió transparencia y la eliminación de los gastos superfluos.

«El culto a la imagen del presidente se acabó, por lo menos en mi Gobierno«, sentenció el mandatario.

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