Llegaron en 2001, en plena crisis, y nunca más se fueron. Ni durante los años de bonanza de la administración Kirchner, ni después, cuando ordenaron reforzarlas y volver a soldar su base. Miden dos metros y están amuradas. Son las vallas antivuelco de la Policía Federal que dividen la Plaza de Mayo en dos, a la altura de las calles Defensa y Reconquista. Mauricio Macri se entusiasmó con volver a habilitar la libre circulación de la histórica Plaza. Por eso, antes de que asumiera, uno de sus más estrechos colaboradores consultó a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich un plan para quitar el vallado. El Presidente por ahora deberá esperar.
En el Ministerio de Seguridad confirmaron que el deseo presidencial se topó con varios escollos. El primero fue el proceso de traspaso de los 21 mil agentes de la Policía Federal a la Ciudad. El dilema surge porque la Plaza pertenece a la Ciudad -es un área protegida- y el ministerio de Seguridad es la encargada de salvaguardar la Casa de Gobierno. Para eso cuentan con una comisaría, una guardia de infantería y el cuerpo de bomberos. “La Federal quiere cuidar la plaza”, consignaron.
Sin embargo, el proceso y el convenio entre la Federal y la Metropolitana parece una formalidad al lado de una preocupación mayor: las marchas opositoras. Por las hipótesis de conflicto para el día de la asunción y las marchas posteriores de agrupaciones kirchneristas no se animaron a avanzar. Por el contrario, la seguridad se reforzó con agentes y carros hidrantes.
Los accesos por Rivadavia y Hipólito Yrigoyen se cerraron durante algunas marchas de mayor convocatoria como la de apoyo a Víctor Hugo Morales o como la de escasa concurrencia del último viernes.
En el Gobierno imaginan el primer semestre del año como el más complejo de la gestión. La inflación, las paritarias y el pago a los “fondos buitre” son condimentos que permiten imaginar un escenario convulsionado. ¿Se animarán entonces a quitar el vallado? “Es nuestro objetivo, pero no hay tiempos”, sentenciaron en Seguridad.
Otro pedido sería eliminar la reja perimetral que rodea la Casa de Gobierno y que Néstor Kirchner instaló en 2006 para proteger la sede del Ejecutivo en lugar de las vallas que se habían colocado en 2001. En la cartera de Bullrich lo descartan. “Nos pidieron que saquemos el vallado de la Plaza, pero la reja es parte de la Casa Rosada”, se desentendieron. Una opción viable sería quitar nada más la parte que encierra la Plaza Colón, donde ahora está el monumento de Juana Azurduy.
En Presidencia quieren la Plaza tal y como lucía antes de 2001. Por eso, el secretario de Derechos Humano Claudio Avruj busca levantar el acampe de los soldados movilizados en el continente durante la Guerra de Malvinas que reclaman ser reconocidos como ex combatientes. Cristina Kirchner no logró hacerlo en ocho años. Argumentaba que la Plaza pertenecía a la Ciudad y que la Nación nada podía hacer. Esa excusa parece no correr más ahora que en ambos distritos gobierna la misma fuerza. Avruj mantuvo un acercamiento con los manifestantes cuando ocupaba su cargo en la Ciudad e intercedió para que no levantaran en octubre pasado una casilla de ladrillos y cemento. El 8 de diciembre volvió a intentarlo y volvería a convocarlos próximamente.
“Les propusimos reunirnos para escucharlos, pero sin la presión del acampe”, señaló Avruj a Clarín. Esa estrategia funcionó con los Qom, que levantaron su acampe de 9 de Julio y Avenida de Mayo. Por las dudas, allí hace guardia un nutrido grupo de policías.
La primera semana del gobierno de Mauricio Macri, los manifestantes pidieron audiencia con el jefe de Gabinete Marcos Peña, el ministro de Defensa Julio Martínez, Avruj y Macri. “El acampe solo se levanta con una definición a la problemática”, advirtió su referente Luis Giannini.
Por ahora y mientras el Gobierno prepara un protocolo oficial que regule la protesta social, las vallas y los soldados siguen firmes.
fuente CLARÍN