Según el Gobierno se trató de un éxito y para los manifestantes no fue más que un fracaso. Tras la polémica que desató el nuevo protocolo antipiquetes impulsado por el Ministerio de Seguridad, la anunciada marcha en contra de los despidos en la administración pública encabezada por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) junto a organizaciones sociales y partidarias se desarrolló ayer sin conflictos, aunque gran parte del microcentro porteño volvió a ser intransitable.
Durante las cuatro horas que duró la movilización bajo un sol inclemente, el cuestionado protocolo fue eje de bromas y cánticos que no ahorraban insultos contra el gobierno de Mauricio Macri. «¡Qué boludos, al protocolo se lo meten en el culo!», se mofaban dos jóvenes en cueros que saltaban sobre el paragolpe de uno de los vehículos que acompañó la eterna columna de manifestantes.
Hacia las 11 se interrumpió la circulación sobre la intersección entre la avenida 9 de Julio y la Avenida de Mayo por la gran cantidad de organizaciones que llegaban para apoyar los reclamos de los estatales. El Movimiento Evita, Barrios de Pie, Kolina, Miles, el MST y el Partido Obrero, entre muchos otros, tiñeron las calles de varios colores, aunque predominó el verde de ATE. «Hace mucho que no había esta unidad de sectores. Hace años que no nos encontrábamos en la calle», dijo a LA NACION Vilma Ripoll, referente del MST, mientras sostenía un cartel con el rostro del Presidente con un bigote angosto, como el de Adolf Hitler.
«Esto es la antesala del paro que se viene en marzo. Está casi confirmado», afirmó a este diario Pablo Micheli, líder de la CTA, tras cuestionar que Macri «no tomó ni una resolución a favor del pueblo». Una perla: en la manifestación también participó el líder de la otra CTA, Hugo Yasky, que tras un largo período de distanciamiento con Micheli comenzó a mostrar pequeños acercamientos.
La primera gran movilización contra el nuevo gobierno se llevó a cabo con las mismas consignas: rechazar los despidos de empleados del Estado -que según ATE ya superan los 21.000- y exigir su reincorporación, repudiar el protocolo de seguridad que puso en vigencia la ministra Patricia Bullrich -que ayer estaba en Washington- y reclamar el fin del ajuste.
Sin embargo, todos estaban expectantes por cuál iba a ser la rea-cción de las fuerzas de seguridad ante las calles cortadas. En rigor, la presencia policial fue prácticamente nula, salvo unos cuantos efectivos de civil que acompañaron a los manifestantes en su recorrido. No había móviles -sólo los instalados a tres cuadras a la redonda- y mucho menos agentes de Infantería. «¿Qué protocolo van a aplicar si hay tanta gente?», se preguntó Ripoll, que no pudo evitar una sonrisa socarrona.
Sí hubo presencia policial, en cambio, en un corte espontáneo de grupos de izquierda que tuvo lugar temprano en la mañana en el cruce de Corrientes y Callao. Allí, los efectivos acordaron con los manifestantes que dejaran carriles libres para circular. Poco después se retiraron.
Por otra parte, mientras varias calles estaban bloqueadas en el microcentro, en las redes sociales llovieron las quejas de los usuarios por la inacción del Gobierno. «El protocolo se entendió mal conceptualmente», respondió a LA NACION el secretario de Seguridad Interior, Gerardo Milman. «Dicen que no rigió pero sí se aplicó: la movilización fue comunicada a la sociedad con anticipación, se delimitaron los horarios y el recorrido de la marcha y se enviaron efectivos a los accesos a la ciudad para que no fueran bloqueados. Se generó una mirada de que el protocolo era represivo, pero en realidad trata de armonizar la convivencia. Estamos satisfechos», agregó.
Desde el comienzo de la movilización y por las dos horas siguientes, la marcha avanzó sólo sobre la Avenida de Mayo. Atrás había quedado una 9 de Julio liberada -a pesar de las decenas de micros escolares estacionados- y por el otro los esperaba una Plaza de Mayo semivacía donde sólo había pequeños carros de venta de choripán y hamburguesas.
Recién cerca de las 13 los manifestantes se instalaron frente al escenario armado de espaldas a la Casa Rosada.
Durante el breve acto habló el secretario general de ATE nacional, Hugo «Cachorro» Godoy, que no mencionó el protocolo, pero sí fustigó las políticas del Gobierno. «La «modernización» del Estado no son despidos ni salarios de hambre ni precariedad laboral. Hoy tener trabajo en el Estado no es garantía de alejarse de la pobreza ni de tener estabilidad laboral», gritó mientras trataba que su voz no fuera superada por las bombas de estruendo.
Una hora más tarde, tras la lectura de una carta que envió Milagro Sala -la líder de la Tupac Amaru detenida en Jujuy- en la que acusó al Gobierno de estar comandado por «gerentes transnacionales», la movilización se desconcentró.
Poco después, mientras el presidente francés, François Hollande, entraba a la Casa Rosada, en la plaza sólo quedaban restos de pólvora, botellas, cartones de vino y, colgadas de los faroles, banderas de Francia.
fuente LA NACIÓN