Paralizaron Jujuy, acamparon en la Plaza de Mayo y cortaron rutas en todo el país. Cuando, en enero, detuvieron a su líder, Milagro Sala, la organización barrial Tupac Amaru hizo notar su fuerte rechazo al gobierno del presidente Mauricio Macri y al del gobernador Gerardo Morales. Las denuncias de autoritarismo y las comparaciones con la última dictadura eran cosa de todos los días. Sin embargo, con la dirigente aún detenida y con el jefe del Estado de visita en la provincia, ayer no hubo rastro de la Tupac en la calle.
¿Qué pasó? Según pudo saber LA NACION, la Tupac eligió el silencio por «miedo». La organización denuncia que desde que detuvieron a Sala sus miembros reciben amenazas y que los siguen en la calle. «Nadie se anima a salir», confiaron a LA NACION en la agrupación. «Generaron una condena social muy fuerte basada en la estigmatización», agregaron.
En respuesta, el gobierno de Morales negó todas las acusaciones y alegó que si los miembros de la organización sienten presión se debe al trabajo de la Justicia para reparar «todo el daño que hicieron a la gente con la persecución, la extorsión y el esquema de opresión» que instalaron en la provincia. «La única persecución que existe es la del delito por parte de la Justicia. No existe otro tipo de persecución», indicó a LA NACION una fuente del gobierno radical.
En un comunicado difundido ayer, la Tupac denunció que con las persecuciones y con la detención de Sala en Jujuy «se suspendió el Estado de Derecho» y que la visita de Macri a la provincia para participar de un acto de entrega de viviendas «convalida la situación que afecta gravemente la institucionalidad democrática que tanto nos ha costado consolidar».
Con la llegada de Morales, el gobierno tomó una serie de medidas que minaron el poder que la Tupac había cumulado en los últimos años. Al mismo tiempo, la justicia jujeña comenzó a actuar contra Sala, que ayer cumplió cuatro meses en prisión.
fuente LA NACIÓN