Ha pasado de nuevo y ha sido en Veracruz. El periodista mexicano Cándido Ríos ha muerto acribillado este martes en Hueyapan de Ocampo, en el sur de estado, cerca de las viejas capitales petroleras de Coatzacoalcos y Minatitlán. Su muerte es la novena de un reportero en México este año. Diez, si se cuenta al michoacano Salvador Adame. En mayo, la familia de Adame denunció su desaparición. Apenas un mes más tarde, la fiscalía informaba del hallazgo de unos restos humanos que según sus estudios, habrian pertenecido al reportero. De momento, la familia desconfía.
Ríos cubría la fuente policial desde hacía diez años. El periodista, que trabajaba para el Diario de Acayucan, formaba parte de un programa gubernamental de protección a periodistas y defensores de derechos humanos. La Comisión estatal de protección a periodistas ha informado de que el reportero denunciaba amenazas en su contra desde 2012.
Ríos y otras dos personas se encontraban este martes cerca de un tienda de comestibles. Uno era un expolicia de Hueyapan. De momento se desconoce la identidad del tercero. Un comando armado se acercó y dispararon contra ellos. En el lugar fallecieron los dos acompañantes de Ríos. Él murió de camino al hospital.
Cándido Ríos es el decimoséptimo periodista asesinado en Veracruz desde 2011. Antes fueron Pedro Tamayo, en Tierra Blanca, al norte de Hueyapan, Manuel Torres, en Poza Rica, cerca del límite con Tamaulipas y Ricardo Monluí, en la zona serrana. Los cuatro en menos de año y medio. Veracruz es uno de los estados más violentos de México. De enero a julio suma 1.093 asesiantos, a una media de más de cinco al día.
Hace menos de una semana, Artículo 19, organización que denuncia agresiones y amenazas a periodistas, informaba de que el primer semestre de 2017 había sido especialmente nefasto en México. Además de los asesinatos, la organización había documentado 276 agresiones y amenazas a reporteros, una y media al día, 52 más que en los primeros seis meses de 2016. Juan Vázquez, uno de los investigadores, explicaba que la impunidad era, como siempre, uno de los principales problemas. «No hay un solo detenido por ninguno de los periodistas asesinados este año. A pesar del compromiso público, no se ve una actitud distinta ni un cambio en la manera de actuar».
La violencia afecta al gremio en todo el país, aunque especialmente a los reporteros que trabajan en provincia. De los nueve asesinados este año, ninguno vivía en la capital. Cecilio Pineda, asesinado en marzo, vivía en un pueblo de Guerrero; Ricardo Monluí, en una ciudad pequeña de Veracruz; Miroslava Breach en Chihuahua; Maximinio Rodríguez, en Baja California Sur, Javier Valdez en Sinaloa, Jonathan Rodríguez en un pueblo de Jalisco y Luciano Rivera, el caso más reciente, en una localidad costera de Baja California.
En la Ciudad de México, las amenazas son habituales. La semana pasada, un usuario de Twitter colgó un video en el que disparaba una fotografía del reportero Héctor De Mauleón. Cronista de la historia y los bajos fondos de la ciudad, De Mauleón denuncia continuamente a los capos del narcotráfico locales y su cercanía al poder.
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