A pesar de las presiones y de las críticas, el juez federal de Esquel, Guido Otranto, confía en que la investigación que conduce revelará qué fue lo que sucedió el 1 de agosto, cuando desapareció el joven oriundo de 25 de mayo. En esta segunda parte del diálogo con LA NACION, el magistrado aseguró que lo desvela el dirimir el caso. «Desde mi punto de vista-les dice a los padres del joven desaparecido hace 46 días- pueden tener la confianza de que estoy haciendo una investigación seria y objetiva, y que la respuesta de lo que le sucedió a su hijo de mi parte la van a recibir»
En su casa enclavada en un bosque de pinos en las afueras de Esquel, el juez, de 44 años, ahondó en la pesquisa. Criticó a los organismos de DD.HH. y les atribuyó un mayor énfasis desde el inicio de la causa para calificar como desaparición forzada la ausencia del joven, que en colaborar para encontrarlo. Además, dijo que Sergio Maldonado se cerró siempre a una sola hipótesis como certeza, a pesar de pericias que contradijeron su presunción.
El magistrado alertó sobre la peligrosidad del grupo Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), que se maneja con acciones intimidatorias que se vienen incrementando en la Patagonia, y que son extremadamente arduas de investigar para la Justicia. Afirmó, además, que descree que Facundo Jones Huala sea el líder de ese grupo: «El RAM es un asunto muy preocupante, que trasciende su figura-expresó Otranto. Es mucho más extenso y el problema es mucho mayor, que la comunidad indígena asentada en la Estancia Leleque».
-Recibió muchas presiones para allanar el lof. ¿Considera un ingreso en ese lugar?
-No podría adelantar esa medida. Es una opción que estamos evaluando. Presión, no. No siento presión. En todos los casos que intervengo voy sobre seguro. Y en este caso más todavía. Quizás me reprochan excesiva prudencia pero es la misma prudencia que tuve al principio cuando los organismos de DD.HH. me demandaban que desarme a los escuadrones de Gendarmería Nacional, desde Bariloche hasta Comodoro Rivadavia. Porque la hipótesis de ellos era: «Acá hay un desaparecido, a no dudar que lo hay, y usted tiene que hacer todas las medidas que sean necesarias para comprobar esa desaparición, porque si no, el tiempo que pase hará perder efectividad a la investigación».
-¿Quién le pidió eso? ¿El CELS?
-Sí, los organismos denunciantes. Pedían dos cosas: primero que saque a la Gendarmería del lugar y de la custodia de la ruta 40. Ese era un reclamo constante. Y por otro lado, que secuestre armamentos, vehículos, tipos de comunicación de todos los escuadrones: Bariloche, Esquel, El Bolsón, José de San Martín y Comodoro Rivadavia. A mí me pareció una imprudencia y no lo hice. Esta misma prudencia que estoy teniendo ahora con si hace falta ingresar nuevamente a la comunidad.
-Usted dijo que en el Hábeas Corpus todas las partes deberían unirse para encontrar a Santiago. ¿Percibe que no se trabaja en esa dirección?
-Creo que hay partes que están más interesadas en cuestionar la investigación que en colaborar. Lo vi desde el primer momento como estrategia, cuando me decían: «Si usted no secuestra ya todos los vehículos, las armas y equipos de comunicación, se pierde una prueba crucial y cualquier medio de investigación a ser inefectiva. Hoy están trabajando sobre eso, pero le restan credibilidad a la prueba de ADN.
-¿Usted observó que al inicio hubo un mayor énfasis en instalar una investigación como desaparición forzada que de buscar realmente a Maldonado?
-Claramente. A mí me llamó la atención lo que sucedió el primer fin de semana: el domingo a la tarde leo una noticia que decía que yo ya había comprobado que Santiago había sido capturado por la Gendarmería. Me interesó aclarar que eso no era así, más que nada por respeto a la familia. Y al hacerlo, recibí una disconformidad muy grande por parte de los organismos de DD.HH.: el CELS, APDH, CPM, que son los denunciantes. También Sergio Maldonado se enojó mucho conmigo. Él está convencido de la verdad de la versión que le da la gente de la comunidad. Yo le recomendé que tenga su propia versión: ni la mía, ni la de los organismos de DD.HH, ni de la de la comunidad. Le dije: «Nombre un abogado, participe, y tenga su propia versión. Yo le garantizo que le voy a dar una versión objetiva». No hubo manera. Pasé a ser una especie de encubridor para él. Y ese fin de semana sucedió que ese rastrillaje que logramos hacer con un perro que conseguimos de Trevelín no confirmaba la versión que había dado la comunidad. Volvía y volvía al río. Se enfocaba allí, con la gorra que había aparecido en ese mismo lugar. Se los dijo el policía que interpretaba la actitud del perro rastreador. Le dijo claramente: «Si fuera como ustedes me dicen, que a Santiago lo llevaron del río hasta cierto punto, y allí había una camioneta y que de allí se lo llevaron, el perro me hubiera conducido hasta allá. Pero el perro me trae al río. Para mí esta persona está en el río y necesito pasar del otro lado». Y ahí es cuando dicen que no, porque era lugar sagrado. E insisto en ese punto: no fue que se respetó esa imposición. Incluso lo comuniqué para que se viera lo grotesco de ese argumento. No pasamos por una cuestión numérica y de minimización de riesgos. Ellos eran más.
-¿La comunidad plantó pruebas?
-Tengo muchas dudas sobre las tres prendas que nos dieron como que eran de él. No se explica que tengan olor a diferentes personas y sobre todo que haya habido olor a esas tres personas el 16 de agosto, cuando ya habían pasado 15 días de la desaparición. La interpretación que a mí me da el guía de los perros es que el rastro de olor no perdura más de 24 horas. Esas personas, que usaron esa ropa, estuvieron ahí el día anterior.
-La desaparición de Santiago sucedió días antes de las PASO. ¿Considera que esa desaparición podría obedecer, en algún punto, a un armado político para incidir en un proceso eleccionario?
-No la desaparición, que todavía no está clara. Pero la utilización política de este caso fue clarísima. Por eso también mi prudencia. Me preocupé mucho para que no se deriven interpretaciones políticas en el hábeas corpus y la desaparición forzada, que instruye la fiscalía. E insisto en un punto: a la comunidad les faltaba uno. Eso hasta ahí me parece verosímil. No diría nunca que la desaparición fue algo armado, con los elementos que estoy evaluando hasta ahora.
-¿Cree que esto se va a poder dilucidar?
-Tengo una preocupación muy grande por dilucidar qué fue lo que pasó el 1 de agosto. Creo que eso sí se va a dilucidar, con todos los elementos de prueba que estamos recogiendo, sí se va a saber bien qué fue lo que pasó en el interior del territorio, cuando ingresó Gendarmería. Si eso explica o no la desaparición de Santiago eso no lo sé todavía.
-¿Teme que Santiago nunca pueda ser hallado?
-Este es un río muy complicado. Y esa es la hipótesis que me parece más verosímil: que no haya podido cruzarlo y que le haya pasado algo, que se haya ahogado, por las características del río. Es un río muy complejo. Gente que pesca allí hace muchos años saben que es un río muy complejo para rescates. Otros casos de desaparecidos en la zona hay. Estoy trabajando hace un tiempo con dos personas desaparecidas en Cholila. Se trató como desaparición forzada porque la familia interpretaba que había habido como una protección política del poder local para encubrir un crimen. Hubo una investigación judicial a cargo de los fiscales provinciales y en algún momento la familia presenta un habeas corpus por desaparición forzada y estamos todavía reconstruyendo qué fue lo que sucedió en los últimos momentos en que se vio a estas personas con vida. No dimos con un lugar específico dónde buscar. Sabemos que esas personas en algún momento se fueron del lugar, posiblemente perseguidas. El caso tenía que ver con un problema de tierras que había derivado en un juicio. Y ellos eran testigos directos de una amenaza.
-¿Pero el caso de los Calfullanca, padre e hijo, no es una situación diferente?
-Si, pero a lo que me refiero no es a la situación sino a la complejidad de la zona. En esa oportunidad se rastrilló mucho el río Tigre, el lago Cholila. Esa, como ésta, es una zona muy compleja para hacer búsquedas, por más que se adopten todos los recursos disponibles.
– La primera vez que ingresó Prefectura al Chubut, concluyó que allí no podría haberse ahogado Maldonado. Describió al río como un curso tranquilo y de poca profundidad. y descartó esa hipótesis.
-Sí, pero no es muy profundo por la zona donde sabíamos que un grupo había huido. Esa zona sí es baja: el agua llega a la cintura. Pero hay otras. Una anterior, más profunda y caudalosa. Igualmente, uno puede cruzar caminando un río y tener un problema. Estas personas cruzaban con boleadoras y con morrales con piedras. No se puede descartar.
-¿Podría haber cruzado por una línea lateral? Hay caminos interiores dentro del lof.
-Puede ser que sí, no lo sabemos. A los que vieron cruzar, en línea recta desde la tranquera de ingreso, fueron cuatro de ocho. Hay otros que se fueron por otros costados, evidentemente o a caballo y pueden haber cruzado por otro lado.
-¿Investigaron la cédula del ciudadano chileno que pareció dentro de una mochila con tres celulares, dinero y un manual de guerra mapuche?
-No. No es una medida apropiada para el hábeas corpus.
-Respecto a las pertenencias de Santiago: tres celulares, los aparatos para hacer tatuajes y su mochila. ¿Tiene alguna sospecha dónde pueden estar?
-Los elementos para tatuar, en la casa donde él vivía en El Bolsón no estaban. Lo único que apareció allí fueron sus folletitos. Los celulares que allí se secuestraron no eran de él. Hay uno de los celulares de Santiago que quedó reportando actividad durante varios días en El Bolsón como si estuviera prendido. Específicamente dónde, no lo sabemos. Fue uno de sus celulares. El que tuvo la última llamada el 21 de julio. Los otros dos, que él siguió utilizando, no los encontramos.
-¿Y el celular chileno?
-Él lo usaba sólo para comunicarse por WhatsApp. La última vez que lo usó por esa vía fue el 31 de julio a la madrugada. En ese momento, él estaba en algún lugar donde tenía señal de WIFI. Porque no sabemos que fuera abonado de 3G en la zona. No pudimos determinar en qué lugar fue. WhatsApp no brinda esa información. Y dónde están esos celulares no lo sabemos. Estamos esperando el estudio de las llamadas. Ya reiteré ese pedido para ver qué llamadas recibió el teléfono chileno. Está confirmado que, esa llamada que le hicieron el 2 de agosto, no ingresó en la Argentina. Acá no se activó.
-¿Le preguntó a su familia dónde pueden estar esos elementos de Santiago?
-No, no le pregunté. La información que nos dio la familia fue el teléfono argentino que él usaba, con el que se comunicó por última vez con su madre el 27. La familia nos había dicho en un principio, que esa última comunicación había sido el 30 de julio, un día antes de ir al lof. Luego, Sergio nos habló de la existencia del celular chileno, pero dijo que el que utilizaba era el otro. De sus pertenencias para tatuar no me dijeron nada. En la audiencia inicial, no nos lo dijo. Lo fuimos averiguando en la investigación que hicimos en El Bolsón. Dónde vivía, qué hacía, a quién frecuentaba, la familia no nos lo dijo.
-¿Qué lectura hace de eso?
-Estuve repasando en estos días la audiencia inicial y Sergio estaba convencido de que se lo había llevado Gendarmería. Cualquier otro dato le parecía innecesario. No sabía dónde vivía, pero me dio el número de teléfono. Creía y cree en lo que le dijo la comunidad. Entonces, hablaban de una camioneta blanca, no de un Unimog, que surge días después. Por eso fuimos a buscar la camioneta blanca. Ahora la versión de la comunidad es que del predio salió un Unimog, agarró la ruta 40, hizo un kilómetro hasta el cruce de rutas y de ahí salió una camioneta blanca hacia Esquel. La versión cambió. Pero en la audiencia inicial, Sergio estaba convencido de esa versión. Por eso creo que demuestran tanta disconformidad conmigo cuando les advierto, que eso no está comprobado.
-Se manifiesta hasta el día de hoy. De hecho, lo recusaron. ¿Usted quisiera apartarse de esta causa?
-No. No hay motivo para que yo me aparte, y lo dije claramente. Los argumentos que utilizaron para apartarme no son conducentes. Ellos sostienen que di una orden, dicen que fue la de despejar la ruta e ingresar al territorio, cuando yo nunca hablé de eso. Pero insisto con los problemas que estamos teniendo con esta comunidad desde hace dos años. Esto se viene incrementando. Es constante que cada vez que hay un corte de ruta, el Escuadrón 35 de El Bolsón nos llama y nos dice: «Llegamos hasta el lugar, vamos solamente con un móvil y no arrojan piedras y nos tenemos que ir. En alguna oportunidad, han dañado móviles de Gendarmería. No podemos hacer nada». Esto lo vengo conversando con el Ministerio de Seguridad. Había avisado de esta situación en diciembre del año pasado y fue cuando enviaron para fin de año al destacamento antidisturbios de General Hacha, con gente que esté preparada para enfrentar este tipo de situaciones. Después esa gente se fue y los escuadrones 35 y 36 siguen sin tener personal capacitado, preparado, o pertrechado para enfrentar una situación como ésta. El 31 de julio se reitera la misma situación. Y yo esta vez, en vez de dar una orden verbal, como cuando digo: «Usted está facultado para detener a una persona que comete este tipo de hechos en la vía pública, como tirar piedras», lo puse por escrito. Les dije que tenían que intimar y que si no cumplían con la intimación y producían otro hecho de violencia, podían detener a estas personas. La querella interpreta que esa orden mía tiene que formar parte de la investigación de la desaparición forzada de personas.
-¿Un modo de embarrar la cancha?
-Sí, claramente.
-¿Piensa que el Pu lof es una especie de sede de la RAM?
-En estos dos años aquella sospecha inicial, de duda acerca de si eran o no de la RAM se fue robusteciendo y ahora claramente está reconocida por el propio Jones Huala. La RAM no sólo está ahí. Para mí operan en varios lugares, tienen una capacidad para generar atentados de sabotaje, contra la propiedad, de manera coordinada. En julio del año pasado se produjeron varios actos de sabotaje coordinados en Río Negro y en Chubut. Eso no se maneja sólo desde la comunidad. Hay más gente. Tampoco es muy claro cuántos hay en la comunidad y quiénes son. Van yendo y viniendo. Se van rotando.
-¿Es una tema preocupante en Patagonia la irrupción de estos grupos?
-Sí, sí, es muy preocupante. Está de manifiesto. Es un problema enorme. Yo me reuní con el poder político de Neuquén, el consejo deliberante, diputados provinciales, de todos los partidos, que vinieron a manifestarme la preocupación que tenían por lo que estaba sucediendo con la RAM. Lo estaban viviendo dentro de El Maitén. Lo están viviendo como una especie de ingreso en las escuelas, como una bajada de línea ideológica. Están haciendo un trabajo que preocupa.
-¿Ha escuchado que chicos de primaria se nieguen a jurar la bandera argentina por reconocerse mapuches?
-Lo escuché por los medios locales. Sí, me enteré de esa situación.
-¿Qué debería hacer el Estado frente a este nuevo frente de violencia?
-A este grupo se lo está investigando hace muchos años. Hay que avanzar con una investigación meditada, detallada, prolija. No estoy de acuerdo con que cualquiera que provoque un desmán en la vía pública, en la puerta de un juzgado, sea de la RAM. Uno de los primeros hechos que produce este grupo fue el ataque al refugio Neumeyer, que estuvo siendo investigado por el juzgado de Bariloche. Después, se empiezan a cometer atentados de este lado de Chubut y dimos intervención a las fuerzas federales. No estamos dando con la conformación de este grupo. Todos los ataques son en zonas rurales y no quedan rastros. Ni llamadas telefónicas, ni cámaras de seguridad, o testigos presenciales. Tienen una modalidad de ataque muy difícil de investigar.
-¿Cree que las acciones de RAM se pueden incrementar? ¿O con Jones Huala detenido, esto se calma?
-No, esto es un asunto muy preocupante, que trasciende la figura de Jones Huala. Es mucho más extenso que la comunidad asentada en la Estancia Leleque. Es mayor el problema.
-¿Hay líderes en la sombra de la RAM?
-Yo creo que sí. Dudo que Jones Huala sea efectivamente el líder.
-¿Esto tiene vínculos con la Coordinadora Arauco-Malleco, CAM, en Chile?
-No tengo evidencias. Pero comparten una misma modalidad, incluso reconocida por el mismo Jones Huala. Ellos hablan de actos de sabotaje contra la propiedad, cuidando, dicen ellos, la vida de las personas. Pasó algo muy feo con un matrimonio en Chile, donde fallecieron durante un ataque, pero la modalidad es la misma. Se ingresa de noche, en zona rural, se extrae a la gente que está en el interior y se prende fuego a la vivienda. Esto mismo pasa de este lado de la Patagonia.
-Después de este caso, ¿querrá irse como camarista a General Roca?
-Hace más de un año rendí ese examen. En este momento, mi única preocupación es el caso de Santiago Maldonado.
-Si tuviera enfrente a los padres de Santiago, respecto de la investigación que vienen haciendo, ¿qué les diría?
-Yo les diría que ellos tienen derecho a la verdad. Mi trabajo va a ser ese; darles una explicación de qué pasó ese 1 de agosto en el interior de la comunidad. Desde mi punto de vista pueden tener la confianza de que estoy haciendo una investigación seria, objetiva y que esa respuesta de mi parte la van a recibir.
fuente LA NACION