Envalentonado por los resultados de las primarias y por la fuerte interna que divide al peronismo, el Gobierno confía en que podrá aislar a Cristina Kirchner y reducir su presencia en el Senado a una expresión minoritaria.
Según las cuentas que hacen en Cambiemos, si la Casa Rosada logra cerrar acuerdos con los gobernadores, podría contar con al menos unos 40 votos para aprobar los proyectos más complicados que se vienen este fin de año, como el presupuesto 2018 y los proyectos de prórroga del impuesto al cheque, y de reforma y de responsabilidad fiscal.
Sin embargo, el oficialismo trabaja en un plan B para salir del apuro ante una eventual rebelión de los mandatarios del PJ.
El temor de Cambiemos apunta a Gildo Insfrán (Formosa) y Carlos Verna (La Pampa), gobernadores enfrentados con la Casa Rosada, y el arrastre que podrían tener en la tropa peronista. «No sabemos cómo pueden actuar los chicos malos», sostuvo un referente legislativo oficialista. Las dudas no son infundadas. Ambos mandatarios ya mostraron su poder de fuego al soliviantar al bloque del PJ contra la reforma electoral, que terminó fracasando en el Senado.
El plan de respaldo consiste en asegurarse el apoyo de la diáspora de fuerzas provinciales y de monobloques que no integran la bancada del PJ-FPV.
Se trata de algo más de una docena de voluntades que, sumadas a los 25 legisladores que calcula Cambiemos que tendrá a partir de diciembre, le permitirían al Poder Ejecutivo superar el número mágico de 37 senadores que se necesitan para tener quórum y la mayoría simple para aprobar una ley.
El plan tiene un costado débil: la gran cantidad de negociaciones que implicaría juntar esos votos, hoy dispersos.
Sin embargo, el costado positivo es que a esos legisladores los une el rechazo al estilo de oposición cerrada que adoptó Cristina Kirchner.
El grupo al que apunta la Casa Rosada está integrado por senadores de extracción peronista como Carlos Reutemann (Santa Fe) y Juan Carlos Romero (Salta), que hoy forman el denominado Interbloque Federal; Carlos Caserio (Córdoba), Alfredo Luenzo (Chubut) y Miriam Boyadjian (Tierra del Fuego).
Según confiaron fuentes legislativas a LA NACION, senadores de ese grupo vienen hablando para conformar un nuevo interbloque y así tallar con más fuerza en la nueva Cámara alta. Por el momento, esos contactos excluyen a Adolfo Rodríguez Saá (San Luis), enredado en una campaña complicada y, por ahora, aliado electoral de Cristina Kirchner en su provincia.
La definición sobre la creación de este nuevo bloque quedó postergada para después de octubre. Es que, además, existe la posibilidad de una integración al bloque del PJ siempre y cuando la ex presidenta quede excluida de ese espacio. Las declaraciones de la semana pasada del jefe de la bancada peronista, Miguel Pichetto (Río Negro), parecen alimentar este escenario.
Votos dispersos
A la lista de votos dispersos que aspira sumar el oficialismo se podría sumar Carlos Menem (La Rioja), cuyo apoyo los referentes de Cambiemos confían recuperar, a pesar del error del Gobierno de fogonear la impugnación a la candidatura a senador del ex presidente.
La cantera de votos alternativos al PJ contempla también a los senadores del Movimiento Popular Neuquino, Guillermo Pereyra y Lucila Crexell. En este caso, las negociaciones tendrán que ser personales, ya que no responden al gobernador Omar Gutiérrez. No funcionan como una unidad. De hecho, la senadora ha demostrado independencia a la hora de votar y mantuvo un firme reclamo para que el Senado rechazara varios de los DNU emitidos por la administración de Mauricio Macri.
Por último, la Casa Rosada apunta su mira hacia la salteña independiente María Fiore Viñuales (Pares), los dos senadores del Frente Renovador de Misiones, que tendrá un bloque de dos miembros, y el Frente Cívico de Santiago del Estero, de Gerardo Zamora. El ex gobernador santiagueño aspira a volver a conducir la provincia en diciembre, es candidato en las elecciones de octubre, pero mantendrá el control sobre tres senadores. Por el momento se mueven en sintonía con el peronismo territorial, pero bien podría jugar su propia partida con el Gobierno.
fuente LA NACION