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Nueva York revivió el terror: son cinco los argentinos muertos

WASHINGTON.- El terror regresó a Nueva York para golpearla igual que a Europa. Un «lobo solitario» alquiló una camioneta, se metió en una de las bicisendas más transitadas de la ciudad y arremetió contra los ciclistas en una escalofriante masacre que se extendió por unas 20 cuadras, y dejó ocho muertos y 12 heridos.

La matanza, que replicó a las tragedias sufridas por Berlín, Niza, Londres, Estocolmo o Barcelona, fue rápidamente calificada como un acto terrorista por el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, el peor atentado que sufre la «capital del mundo» desde los devastadores ataques del 11 de septiembre de 2001. Cinco ciudadanos argentinos resultaron muertos en el ataque, según confirmó a LA NACION una fuente cercana a las víctimas. Formaban parte de un grupo de 10 rosarinos que habían viajado para festejar los 30 años de gresados.

La identidad del atacante, un hombre de 29 años, no fue develada por las autoridades. Pero varios medios identificaron al sospechoso del ataque como Sayfullo Habibullaevic Saipov, oriundo de Uzbekistán, que vivía en Tampa, Florida, y había llegado en 2010 a Estados Unidos.

«¡Alá es grande!», gritó el atacante, en árabe, según testigos y autoridades, antes de ser abatido por un policía, tras chocar contra un autobús escolar, al final de su furiosa atropellada, y de abandonar la camioneta con dos armas «falsas», una pistola de aire comprimido y una pistola de paintball. El policía le disparó y lo hirió en el abdomen. El hombre fue arrestado y quedó bajo custodia, internado. Las autoridades no informaron el estado de salud del atacante.

La policía indicó que el vehículo utilizado en el atentado, una camioneta alquilada con el logo de la cadena Home Depot, una popular cadena de Estados Unidos, se subió a la bicisenda pegada a la Autopista del Lado Oeste a las 15.05, atropelló a varias personas en un recorrido que se extendió por casi 20 cuadras entre las calles Houston y Chambers, donde giró y chocó contra el autobús escolar.

«Es un día trágico para la ciudad», dijo el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, en una conferencia de prensa horas después del atentado. «Basado en la información que tenemos hasta el momento, esto fue un acto de terror, y un acto de terror particularmente cobarde dirigido a civiles inocentes, dirigido a personas que viven sus vidas y que no tenían idea de lo que les iba a suceder», agregó, visiblemente compungido.

Donald Trump fue informado sobre el ataque en la Casa Blanca. El presidente fue el primero en sugerir que Estado Islámico era responsable por el ataque. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, había dicho antes que parecía obra de un «lobo solitario», y que no tenían evidencias de que se tratara de un complot mayor.

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«En NYC parece otro ataque de una persona muy enferma y trastornada. La policía está siguiendo esto de cerca. ¡NO EN LOS EE.UU.!», tuiteó Trump, a las 17.30. El ataque se había producido a las 15.05, según la policía de la ciudad. «No debemos permitir que Estado Islámico regrese, o ingrese, a nuestro país después de derrotarlos en el Medio Oriente y en otros lugares. ¡Suficiente!», tuiteó el presidente después, a las 18.31.

El atentado, justo en el día en el que miles de chicos invaden las calles disfrazados para celebrar Halloween, transformó un corredor donde se respira la vorágine que simboliza a la ciudad en un sendero de muerte. Las fotos de disfraces quedaron desterradas por las de bicicletas retorcidas.

El ataque ocurrió en la bicisenda al lado de la Autopista del Lado Oeste, una de las principales arterias de Manhattan, que recorre la isla de Norte a Sur. Es una de las rutas más transitadas de la ciudad: todos los días, miles de ciclistas la utilizan para moverse rápido de una punta a la otra de la ciudad, al conectar barrios residenciales como el Upper West Side, Harlem, Chelsea o Morningside Heights con la vorágine de Wall Street. A un costado tiene un parque que bordea el río Hudson, muy popular entre los corredores de la ciudad.

El tráfico, las bicicletas -la senda tiene dos manos, como si fuera una calle-, los corredores, las familias y los turistas que recorren ese trecho de orilla del Hudson entre el Greenwich Village y el World Trade Center enmudecieron, desterrados por un cordón policial, ambulancias y camiones de bomberos.

«No vi el tiroteo, pero llegué allí unos 30 segundos después. Vi dos mujeres y niños que corrían hacia mí y gritaban ¡tiene un arma!, ¡tiene un arma!», dijo a la agencia AFP John Williams, un testigo de 22 años que se dirigía al parque. «Había un fuerte olor a pólvora», afirmó. Otros testigos describieron el mismo pánico.

«Vi mucha sangre allí. Mucha gente en el suelo», dijo Chen Yi, un conductor de Uber.

Al cierre del día, Estados Unidos se montaba en un ritual conocido: más policías monitoreaban las calles de Nueva York, envuelta en un estado de alerta, y el arco político condenaba el ataque y ofrecía sus «plegarias y pensamientos» para los familiares de las víctimas, y prometía resistir la amenaza terrorista.

fuente LA NACION

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