Diego Lagomarsino se enteró ayer, cuando empezaron a circular los rumores del pedido de indagatoria en su contra, de que su situación judicial se complicaba. Por la mañana, le dijo a LA NACION que estaba esperando la citación. «Quiero declarar y voy a contestar todo lo que me pregunten», afirmó, en una comunicación telefónica desde su casa.
El juez federal Julián Ercolini citó a declaración indagatoria para el próximo martes a Lagomarsino, como presunto partícipe de un «plan criminal» contra Alberto Nisman, al dar por probado que el fiscal que investigaba el atentado a la AMIA fue «víctima de un homicidio».
Lagomarsino relató que no planeaba presentarse espontáneamente en el juzgado, sino «esperar a que actuara la Justicia»; es decir, que le llegara la notificación. Fue ayer por la mañana. Después, el juez Ercolini ordenó un allanamiento en su casa y dispuso que le pusieran la tobillera con GPS para impedir que se fugara.
Antes de que el juez avanzara con esta medida, la defensa de Lagomarsino había presentado en la causa un pedido para que no fuera detenido.
Taiano fue muy duro contra Lagomarsino. «Fue un eslabón esencial en el plan criminal homicida: sin arma amiga, no había posibilidad de implantar la duda con respecto a la muerte violenta del fiscal, forjando un escenario suicida como el que se intentó montar», dijo el fiscal. Taiano sostuvo que ese «escenario suicida» tuvo «el claro objetivo de distraer a los investigadores» y que funcionó. «Generó -afirmó- una demora de casi tres años en lograr dilucidar lo que había ocurrido».
Taiano no pidió puntualmente que Lagomarsino fuera detenido, pero sí le solicitó al juez que tomara alguna medida para evitar que se fugara o entorpeciera la investigación; algo que -a juicio del fiscal- ya venía haciendo.
Hasta ahora, Lagomarsino no dio ninguna señal de que pretendiera profugarse, tiene abogados designados en la causa, asistió cada vez que lo convocaron desde los tribunales y nombra especialistas para cada peritaje.
Adelantándose a este argumento de la defensa, Taiano advirtió que «el hecho de que un acusado haya cumplido con todas sus obligaciones del proceso no impide tomar una medida cautelar», medida que «tiende justamente a evitar algo, no a corregirlo».
Lagomarsino nunca negó ser el dueño de la pistola Bersa calibre 22 con la que apareció muerto Nisman. Dice que el fiscal, que era su jefe, se la pidió para protegerse y que, por eso, el día previo a su muerte fue dos veces a su departamento en las torres Le Parc; una a escuchar el pedido; la otra, a llevar el arma. Según Taiano, en cambio, Lagomarsino fue parte de un plan criminal destinado a matar a Nisman.
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