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Colombia y Argentina intercambian camisetas en la Feria del Libro de Bogotá

SANTIAGO TORRADO/el País

En algún momento, Eduardo Sacheri intentó desmarcarse. “Yo veía que se me estaba empezando a identificar mucho con el mundo del fútbol, y las etiquetas siempre tienen esta cosa acogedora pero incómoda”, cuenta uno de los escritores argentinos vivos más leídos en el marco de la Feria del Libro de Bogotá (Filbo). Su novela La pregunta de sus ojos, llevada al cine por Juan José Campanella como El Secreto de sus ojos, “voluntariamente no tiene fútbol”. Pero cuando escribieron el guion a cuatro manos, el propio director le pidió incorporar el más popular de los deportes, y armó el famoso plano secuencia de una persecución en el estadio.

Eduardo Sacheri, escritor argentino invitado a la Feria del Libro de Bogotá. CAMILO ROZO

“Es una feliz condena”, zanja Sacheri, invitado estelar de la Filbo, sobre su infructuoso esfuerzo y su inevitable vínculo con el fútbol. En 2010 la película se llevó el Oscar en el primer gran golpe de fama internacional para el también ganador del Premio Alfaguara de Novela 2016 por La noche de la usina.

“La literatura argentina sale a la cancha”, es el lema que domina el encuentro literario. El desembarco albiceleste incluye un programa con 70 eventos, 32 autores y 30 editores del 17 de abril al 2 de mayo. En una alineación que incluye a grandes nombres como Claudia Piñeiro, Andrés Neuman y el ilustrador Liniers, la delegación le entregó el brazalete de capitán a Sacheri.

Literatura, tango y fútbol, mucho fútbol. En el año del mundial de Rusia, y con el país de Messi y Maradona como invitado de honor, el resultado era previsible. La entrada al pabellón de Argentina asemeja el túnel de un estadio, y arroja a los visitantes a una cancha de césped artificial en la que destacan, sobre las líneas de cal frases de Osvaldo Soriano y del propio Sacheri. “El fútbol es duda constante y decisión rápida. De pronto, un gesto torpe parece irreparable, pero la pelota va y viene en gracia y desgracia”, es la cita de Soriano que se lee en el círculo central.

Colombia y Argentina se encuentran hermanados en dos pasiones, los libros y la pelota, subraya el ministro de cultura visitante, Pablo Avelluto, con amplia trayectoria como editor. Y como prueba de esa larga relación, invoca un recuerdo tatuado en la memoria de los colombianos: el día en que la mítica Editorial Sudamericana alumbró en Buenos Aires Cien años de soledad, la obra cumbre de Gabriel García Márquez. Aunque la Filbo también contará con autores como el peruano Mario Vargas Llosa, el escocés Irvine Welsh o la colombo-francesa Ingrid Betancourt, el país austral impone su ritmo futbolero.

El visitante

“Los autores argentinos han sido amados por nosotros, desde Cortázar hasta Tomás Eloy Martínez, pasando por Borges”, afirma el cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, que participó el miércoles, junto a Sacheri, en la mesa Entre la épica y la lírica: Grandes jugadas del fútbol, el primer evento de la franja dedicada a la pelota. “En materia de fútbol, los argentinos son los que mejor han escrito, lejos, porque son los que mejor han entendido el juego”, sentencia el escritor barranquillero.

Aunque se destacan otros grandes nombres latinoamericanos, como el mexicano Juan Villoro o el uruguayo Eduardo Galeano, en narrativa futbolera han sido los maestros. Una tradición que iniciaron los fallecidos Soriano y Roberto Fontanarrosa, que también será motivo de homenajes en la Filbo y es idolatrado en Colombia. La revista Soho consideró 19 de diciembre de 1971, que gira alrededor de un recordado clásico entre Rosario Central y Newell’s Old Boys, como “el mejor cuento de fútbol de todos los tiempos”. Sacheri volvió a trabajar con Campanella en Futbolín, la película de animación que ganó un premio Goya y está basada precisamente en un cuento de Fontanarrosa.

Sacheri, profesor de historia, ha bebido de esa tradición. Su carrera literaria tuvo un inusual comienzo. Los tres relatos de fútbol que dejó en un sobre en la recepción de Radio Continental hace más de 20 años fueron leídos al aire por Alejandro Apo. Terminaron convertidos en varios libros de cuentos antes de que se animara a dar el salto de la novela. En Argentina, valora el autor de Esperándolo al Tito, se da esa conjunción de ser al mismo tiempo un país futbolero y amigable con el cuento, con el relato breve, gracias a autores como Borges o Cortázar.

«Hoy todavía existe un fuerte prejuicio intelectual hacia el fútbol, pero hace 30 años era asfixiante», apunta, agradecido con Soriano y Fontanarrosa por atreverse a incorporar el fútbol a esa tradición. “Como fueron dos autores muy queridos, y muy conocidos, y muy populares, abrieron un campo para que los que hemos venido después podamos escribir sin que nadie nos ataque demasiado”.

El local
Varias antologías, que de algún modo han emulado Cuentos de fútbol de Jorge Valdano, han ayudado a extender el relato futbolero a otros países de la región. Aunque en Colombia no es tan fecundo como en el río de la Plata, han surgido brotes verdes. En ficción, las principales referencias son dos novelas. La primera es Autogol (2009), de Ricardo Silva Romero, inspirada en el asesinato del defensa Andrés Escobar tras marcar en propia puerta un tanto que sentenció la eliminación de su selección en el Mundial de Estados Unidos 94. La navaja suiza la publicó este año en España. La segunda es Calcio, en la que Juan Esteban Constaín explora los orígenes del fútbol en la Italia renacentista.

Al hacer un repaso rápido, otro famoso autogol se destaca en la no ficción, el de José Boricua Zárate, quien marcó en propia puerta en la final de Copa América que Colombia perdió con Perú en 1975. El episodio le costó la muerte cívica, como reconstruye Salcedo Ramos, ganador del premio Ortega y Gasset, en una de varias crónicas que ha dedicado al fútbol. “Es la epopeya de un error”, apunta.

Esa incipiente tradición toma impulso en la Filbo, donde se presenta en sociedad una nueva editorial, Caballitos de Acero, dedicada a la faceta literaria y artística de los deportes. Tras sus dos primeros volúmenes sobre ciclismo y boxeo, debuta con Soy León, Soy Gallina, un cara y cruz con 22 cuentos dedicados a los clubes bogotanos, 11 a Santa Fe y 11 a Millonarios. Su creador, Luis Alejandro Díaz, ya había editado un volumen de Libro al Viento, un popular programa de fomento a la lectura, con cuentos de fútbol de cara al Mundial juvenil de 2011. En ese entonces eligió relatos inéditos de 10 autores colombianos y una argentina. El cuento número 12, un agregado, es del entrañable Fontanarrosa. “Su literatura épica y trágica, de provincia, de recuperar historias de barriada, gusta mucho acá”, apunta Díaz para explicar la popularidad del más ilustre hincha de Rosario Central.

Ese emprendimiento es una prueba de que el fútbol es un tema muy literario, señala Silva Romero. “Cuando yo saqué Autogol me dio la impresión de que todavía se veía como un tema menor. Ahora es diferente”.

 

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