Si la pobreza existe y tiene los niveles actuales en la Argentina es, en parte, porque las empresas privadas no están haciendo lo suficiente y pueden dar mucho más, especialmente a los grupos más vulnerables que quedan fuera del mercado laboral. Es una de las conclusiones del último informe realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, coordinado por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que se presenta hoy en el auditorio del Banco Galicia y que adelanta LA NACION.
Los últimos datos del Indec confirmaron que un 25,7% de la población estaba bajo la línea de pobreza en el segundo semestre de 2017, frente a un 30,3% en el mismo período de 2016. La UCA, por su parte, también anunció una baja en la pobreza del 32,9% en 2016 al 28,6% de la población en 2017, pero también puso el foco en advertir que hay un núcleo duro de pobreza que es muy difícil de perforar y que ahí está, desde hace años, el mayor desafío.
Tomando la serie 2010-2017 del ODSA, la pobreza no baja del 24,7% desde 2011. A partir de entonces subió todos los años un poco más de un punto porcentual hasta 2016. De allí la urgencia en comenzar a perforar el piso estructural de pobreza que afecta a la Argentina.
«Soy bastante crítico de sectores empresarios que no están tomando un papel protagónico en llevar adelante una política de cambio social», dice Agustín Salvia, director del observatorio. «Se termina aceptando que hay una tercio de la población que está excluida. Hay una resignación de una sociedad dividida sin que haya una vocación por superarnos. Incluso si no se hace por el amor a una causa, debería ser por el espanto que produce entender que estas personas están bajo mucha presión y en condiciones de estallar en disfunciones sociales mucho más graves. Eso hace que no podamos vivir tranquilos en una sociedad de iguales, porque hay ciudadanos y subciudadanos en permanente conflicto», describe .
«Los empresarios son responsables de ayudar a resolver problemáticas sociales tanto a través de la generación de empleos directos como ayudando a través de la capacitación», dice, por su parte, Ana Pico, directora ejecutiva de ACDE. Para Salvia, se necesita un «profundo cambio cultural, más a allá de las medidas de política estructural o institucional que pueda llevar adelante un gobierno. Es un cambio en el que las dirigencias económicas y empresarias en forma conjunta con las ONG y con el Estado promuevan campañas y acciones de amplia incorporación de estas poblaciones al mundo del trabajo».
¿Cuáles son los núcleos más duros? Se trata de grupos formados por jóvenes de entre 16 y 25 años, personas con alguna discapacidad, mujeres madres de entre 35 y 45 años, hombres mayores de 50 años desocupados o con empleo precario, personas que salen de la cárcel y adictos en recuperación. A ellos apunta el «rescate» que proponen las entidades, porque de otra manera no tendrán posibilidades (o serán muy remotas) de salir adelante, al igual que sus grupos familiares. «Un trabajo es un proyecto de vida» y este es «fundamental para la autonomía de las personas», resume el informe, y destaca que «es fundamental que el sector privado tome conocimiento de las políticas públicas de inserción laboral diseñadas para estos grupos, así como del trabajo de las organizaciones sociales para su inclusión».
Salvia advierte además que «el 45% de la mano de obra disponible en nuestro país tiene un trabajo precario. Los grupos vulnerables incluso están más excluidos porque están desalentados a buscar un empleo, porque son discriminados y además sienten vergüenza».
Tiempos agitados
El mundo empresario navega la inestabilidad, la pesada carga impositiva y costos laborales que afectan su producción y su nivel de contratación. Pero proyectos de ley para incentivar la creación de empleo no llegan a buen puerto por tensiones partidarias. El resultado es menos empleo y más vulnerabilidad. «No hay una convocatoria abierta para que haya un acuerdo político, un pacto para ciertas políticas de Estado», dice Salvia, y agrega que, «aun así, no hay que desanimar a las grandes empresas de hacer esfuerzos de ejemplo y compromiso moral independientemente de las condiciones de coyuntura, que además cuando se torna más difícil afecta a los más vulnerables».
Por su parte, la directora ejecutiva de ACDE remarcó que «incorporar a personas a la planta no es la única solución, aunque es muy importante. Si no se puede ampliar la estructura, es clave abrir las puertas de la compañía para capacitar a estos grupos, algo que les de un plus en el CV».
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