Estudiar de manera detallada los documentos «SECRETOS» y «RESERVADOS» que se incorporaron a la causa judicial que investiga la desaparición y la búsqueda del ARA San Juan y sus 44 tripulantes -el 15 de noviembre de 2017- es la triste muestra de la degradación a la que se vieron sometidas las Fuerzas Armadas durante los últimos gobiernos democráticos, y que se profundizó en los últimos años.
La jueza federal Marta Yañez ya recibió un informe de auditoría elaborado por la propia Armada en la que reconoce que el ARA San Juan ya había suspendido un «adiestramiento específico y combinado en operaciones de escape, rescate y asistencia del personal submarino siniestrado» con la «Marina de Brasil por estar pendiente la certificación de escotilla», es decir por el lugar dónde los tripulantes deberían ser evacuados en caso emergencia. Que la escotilla no estuviese certificada quiere decir que no había sido homologada. En otras palabras, no había certeza que se abriera, al menos de la manera correcta.
Por eso Luis Tagliapietra, abogado querellante y padre de Alejandro, una de las víctimas, se preguntó ante Infobae si aunque el amplio despliegue nacional e internacional hubiese resultado exitoso, habrían podido rescatar a los submarinistas. Una pregunta que ya no se podrá responder, al menos si no se encuentra al buque en el fondo del océano.
La lectura de la causa revela también la poca atención que los responsables de la Marina, y el ministerio de Defensa, le otorgaron a los reclamos y sugerencias que Pedro Martín Fernández, el comandante del submarino, realizó después del último patrullaje, entre el 1 y el 19 de julio de 2017 y que podrían haber evitado la tragedia.
Aunque parezca increíble, el Capitán de Fragata, y responsable del único submarino argentino que estaba en operaciones, se quejó ante sus superiores porque el pan con el que lo aprovisionaron era «común» y no lactal con lo cual «se puso en mal estado con el correr de los días» y que «las bebidas y algunas golosinas fueron adquiridas por el propio personal», ya que gaseosas y jugos no fueron incluidos en el suministro.
El expediente también revela que el 25 de octubre pasado el buque de guerra zarpó de la Base Naval de Mar del Plata, con material vencido y en menor cantidad. Algunos ejemplos.
El 95% de los filtros, los llamados canisters, que evitan la contaminación por hidróxido de carbono, léase los que hacen respirable el aire, estaban fuera de la fecha de vencimiento. Además de llevar casi 600 menos de los previstos por el fabricante alemán.
El propio jefe de Gabinete, Marcos Peña, en su exposición ante los senadores reconoció que en vez de los «1.600 recipientes comúnmente denominados canisters de cal soda que actúan como agente absorbente de dióxido de carbono, el ARA San Juan zarpó con 1.059» y de esa cantidad, «51 vencían en 2021, otros 448 habían vencido en junio de 2014 y los restantes 560 vencieron en septiembre 2015».
Pero eso no es todo. La nave siniestrada «también llevaban 24 dispositivos de oxígeno OR 3000 (denominadas comúnmente candelas), para provisión de 6 días de oxígeno de emergencia, cuando el fabricante del submarino estipula 100«.
En la causa, y a través de declaraciones testimoniales, ya está probado que otras 36 candelas «habían quedado estibadas en tierra desconociéndose la causa por la cual el Comando del Submarino no las embarcó».
Raciones insuficientes
Infobae ya informó de manera exclusiva que Fernández había solicitado al jefe del Comando de la Fuerza de Submarinos (COFS), a cargo del Teniente de Navío Fernando Villamide; y al comandante de Alistamiento y Adiestramiento Naval (COAA), vicealmirante Luis López Mazzeo, que no se le ordenara más al ARA San Juan realizar control de mar, esto es fotografiar y filmar a la flota pesquera extranjera y a aeronaves y la flota inglesa porque esta actividad ponía en riesgo la integridad física del personal y del propio buque.
Ahora también se sabe que los trajes de escape no alcanzaban para los 44 tripulantes, y que algunos estaban vencidos; que tampoco alcanzaban los víveres de emergencia, que en las dos balsas no entraban todos los marinos y que hasta el oxígeno de auxilio eran tres veces menor a las 100 horas que en sus conferencias de prensa, el capitán Enrique Balbi sostuvo.
Durante su declaración testimonial en Caleta Olivia, al ser consultado sobre el tema, Balbi, vocero de la Armada Argentina, dijo que todo lo que le transmitía a la prensa era «información verbal que recibíamos por parte del ministerio de Defensa o del Jefe de la Armada (Almirante Marcelo Srur)» y que todos esos datos eran volcados «en un parte que era visto por el Jefe de la Armada y si se aprobaba era trasmitido a los medio».
Un minucioso trabajo de la abogada querellante Valeria Carrera, del estudio de Fernando Burlando, y en base a la documentación oficial aportada por el ministro Marcos Peña al Congreso, demuestra que las raciones de alimento de emergencia «para siete días» embarcados y que debían ser utilizados en caso de ocurrir un incidente mayor, no alcanzaban para los 44 tripulantes.
El ARA San Juan había sido provisto con solo «240 unidades de conserva mixta ración de emergencia en paquete termosellado sabores varios». La marca era «Sabor de reyes». El suministro «para siete días», solo alcanzaban para 34 tripulantes.
Los mismo ocurría con las 240 unidades de «bebida energizante» de medio litros de la «Gatorade», con las dos unidades para cada tripulante de «barra de cereal de 21 gramos sabor dulce de leche» y las dos barras por tripulante de «barra de chocolate de 14 gramos» marca «Aguila». Todo calculado, según los cálculos de la querellante, para «tan solo treinta y cuatro tripulantes, diez menos que la dotación desaparecida».
«La información, hasta ahora reunida en la causa me recuerda el paracaídas vencido que no se abrió y le costó la vida a Julio Martín Acosta, aunque luego culparan al pobre fallecido», recuerda la abogada Carreras haciendo referencia al caso del incidente ocurrido el 29 de julio del año pasado, fecha en el que murió el buzo táctico de 33 años durante un ejercicio programado de adiestramiento de salto en paracaídas.
Gastritis y pan en mal estado
En febrero de 2017, cuando el mando del ARA San Juan paso del Capitán de Fragata Eduardo Cella Irigoyen al Capitán de Fragata Pedro Martín Fernández, se realizó una auditoría con vista a la «entrega y recepción del comando SUSJ». Allí, entre todas las novedades volcadas en el acta, el subinspector auditor Juan Carlos Fuentes, que tenía el grado de capitán de navío, se encontró con que el 60% de los víveres para EMERGENCIA, indicado en el acta con las siglas «EGA» estaban vencidos desde agosto del año 2016 y el 40% restante vencerían en abril de 2017.
Esto, claro está, además del resto de los problemas que ya venía arrastrado como pérdida de aceite, mal estado en algunas baterías y válvulas, averías en el periscopio, imprescindible para las fotografiar los buques pesqueros y de la defensa británica en las Islas Malvinas -según la orden de operaciones-, y hasta la falta de calibración en los inyectores de los motores diesel. Inconvenientes que no se superaron.
El 14 de agosto de 2017, un mes y medio antes de su última zarpada desde la Base Naval de Mar del Plata, el comandante Fernández elevó al jefe del Comando de la Fuerza de Submarinos, un contundente «Informe de actividades del ARA San Juan», en la que relata, tal como ya publicó Infobae, que habían detectado en dos oportunidades el «rumor sonar» de un «submarino nuclear» presumiblemente británico, y que durante su patrullaje de «control del mar» el pesquero de bandera china Lu Rong Yuan Yu 833, intentó embestirlo.
Estas dos novedades siguen siendo negadas por el ministro de Defensa, Oscar Aguad. Sin embargo, en la causa ya está acreditado a través de esa documentación y de testimonios de tripulantes del patrullaje del 1 al 19 de julio.
En esa patrulla, 12 tripulantes pasaron por la enfermería. Cuatro tenían «cefalea»; uno «micosis», otro «contractura muscular», un oficial se cortó la pierna derecha por lo cual tuvieron que «cerrar la herida con gotita»; otro tripulante estuvo con un «síndrome gripal»; otro oficial sufrió «síndrome vertiginoso»; otro tuvo una infección en una muela y cinco tripulantes debieron ser tratados por «gastritis», un cuadro del que también padecía el comandante Fernández ya que en la última patrulla, cuando hicieron base en Ushuaia, fue atendido en el hospital local con ese síntoma.
Fue justamente el capitán del ARA San Juan quien también reportó -después de la novedades de la «situación sanitaria» de sus marinos, en el «apartado número 4» los «víveres embarcados», para 23 días y que iban desde aceite, dulce de batata, harina, levadura, jamón y kétchup; hasta pan, papas, perejil y pollo.
En otra de las planillas elevada a la jefatura del Comando de la Fuerza de Submarinos, el ahora desaparecido comandante del ARA San Juan volcó los menús de abordo. Milanesas de pescado con verduras asadas; pollo arrollado con puré de papas hasta bife a la provenzal y fideos al pesto.
A la hora de las «conclusiones», el Capitán Fernández fue tajantes con sus superiores: «Si bien los víveres embarcados fueron de muy buena calidad (…) durante este tipo de navegaciones prolongadas sería conveniente utilizar insumos enlatados, disecados y mejoras de rancho«. La explicación es tan didáctica que cuesta creer que nunca se haya adoptado -tampoco se aplicó en la última y fatal-. «Las comidas que requieran agua hervida, fideos, arroz, ravioles; ponen en riesgo la seguridad del personal de la cocina ante la maniobra de la Unidad, por lo que sería conveniente reducir los menús».
Fernández también aconsejo -y otra una vez más no le hicieron caso- que «es conveniente que el pollo sea provisto deshuesado, o con la antelación suficiente para que lo haga la Unidad, a fin de disminuir el volumen que ocupa en el frigorífico».
Los dos últimos puntos del informe del comandante del submarino sobre los alimentos, al parecer, tampoco revistieron importancia para su jefe Villamide, porque en la última patrulla repitieron las dos lamentables situaciones.
La primera: «Es conveniente embarcar en este tipo de navegación pan lactal ya que la forma en la que está envasado facilita su estiba y además, por sus conservantes, se degrada en un tiempo mayor al pan común. El pan común embarcado se puso en mal estado con el correr de los días«.
La segunda: «Sería conveniente que dentro de las provisiones para la navegación, de patrulla prolongada, la inclusión de bebidas (gaseosas, jugos) (…) Para esta navegación las bebidas y algunas golosinas fueron adquiridas por el propio personal«.
Por si alguna autoridad quiere desmentir la afirmación del Comandante Fernández, antes debería leer los folios 34 y 35 que lleva el sello de la «Armada Argentina, submarino ARA San Juan» y está acompañado por el sello y firma del Capitán de Fragata desaparecido junto a sus tripulantes y en la causa de la jueza Yañez figura entre la documentación del «Agregado 17».
fuente INFOBAE