Hace un año y siete meses, la carrera política de Pedro Sánchez parecía terminada. Tras haber sido el candidato del Partido Socialista (PSOE) en las peores elecciones de su historia, en 2015 y en 2016, debió presentar su renuncia a la Secretaría General del partido.
Los comicios, que eran una repetición de los realizados el añoanterior ante la imposibilidad de consensuar un gobierno, habían dejado al Partido Popular de Mariano Rajoy como la primera minoría, con el 28% de los votos. El PSOE estaba segundo, con 22%, y luego aparecían Podemos, con 20,6%, y Ciudadanos, con 13,9 por ciento. Rajoy no podía conseguir el respaldo mayoritario para mantenerse en la Presidencia, pero Sánchez tampoco.
En ese contexto, sin el respaldo de la dirigencia de su partido para ensayar una alianza con Podemos, Sánchez debió dar un paso al costado. Negado a aceptar que Rajoy pudiera formar gobierno, terminó renunciando también a su banca como diputado. Con él fuera de escena, el PSOE tomó la controvertida decisión de abstenerse en la votación de investidura, y eso le permitió a Rajoy volver a asumir como presidente el 31 de octubre de 2016.
Sin embargo, estaba lejos de ser el fin para este economista madrileño de 46 años. A pesar de estar enfrentado con el sector liderado por el histórico referente socialista, Felipe González —que gobernó entre 1982 y 1996—, Sánchez se impuso en las primarias del partido celebradas en mayo de 2017.
Estaba nuevamente en el juego, pero nadie imaginaba que un año después iba a estar asumiendo la presidencia del Gobierno. La ventana se abrió el 25 de mayo pasado, cuando se conoció la histórica sentencia judicial del caso Gürtel, una trama corrupta consistente en una red de empresas que de 1999 a 2005 sobornaron a cargos del PP para obtener contratos públicos en distintos puntos del país.
Sánchez propuso de inmediato convocar una moción de censura para disolver el frágil gobierno de Rajoy, que nunca pudo despegarse del escándalo. Pocos días necesitó para armar una heteróclita coalición con la izquierda radical de Podemos, los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos, que lo único que tiene en común era su deseo de sacar del poder al PP, que gobernaba desde 2011.
La jugada se concretó este 1 de junio, cuando Sánchez obtuvo 180 votos, cuatro más de los necesarios para destituir a Rajoy y asumir como presidente. Su gobierno será corto. «Es evidente que tenemos que ir a unas elecciones generales», dijo en su discurso. Si no anuncia pronto el calendario electoral, él mismo podría terminar siendo víctima de una moción de censura, que no tendría demasiados costos para las fuerzas que decidieron apoyarlo.
Sánchez es el tercer presidente socialista desde el retorno de la democracia, en 1977, después de González y de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011). Tiene una peculiaridad: ocupa el gobierno a pesar de que el partido tiene apenas 84 diputados en una Cámara de 350, la menor representación a nivel histórico.
Hijo de un economista y hombre de negocios, no era fácil imaginar para Sánchez un futuro en la política, y menos en el socialismo. De hecho, en 1990 parecía que iba a seguir los pasos de su padre. Al terminar la escuela se inscribió en la licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales del Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, un centro universitario privado.
Hasta los 21 años sus obsesiones eran el estudio y el baloncesto. Era un destacado jugador del Club de Baloncesto Estudiantes. Sin embargo, en 1993, inspirado por un nuevo triunfo de González en las elecciones generales, empezó a militar en el PSOE y dejó el deporte.
Luego alternaría entre la academia y la política. Realizó un máster en Política Económica de la Unión Europea por la Universidad Libre de Bruselas (1997-1998) y un Programa de Liderazgo para la Gestión Pública por la escuela de negocios IESE, de la Universidad de Navarra.
En 2003 dio el vuelco definitivo. Fue electo para su primer cargo público, como concejal en el Ayuntamiento de Madrid, donde permaneció hasta 2009. Entonces dio el gran salto hasta el Congreso de los Diputados.
En 2014, apenas una década después de haber comenzado su recorrido como político profesional, se convirtió en el líder del socialismo. Tenía 42 años y era una figura desconocida para la mayoría de los españoles. Su discurso de renovación y apertura le permitió tener el apoyo de la militancia, aunque lo fue enfrentando con los otros dirigentes del partido. Como se vería en los años siguientes, eso no le impediría cumplir sus objetivos.