Hay al menos 1,5 millones de personas que están en riesgo de caer nuevamente en la pobreza a causa de la devaluación y la alta inflación que se vivió durante los últimos meses, según cálculos preliminares de la Universidad Católica Argentina (UCA).
En el primer trimestre de 2016, un período negativo para el Gobierno, con perdida de empleo, la pobreza, según la medición de la UCA, llegó al 32,9% de la población, unas 13 millones de personas, y la indigencia afectó a 2,5 millones. Un 4,5% de los hogares urbanos padecieron inseguridad alimentaria severa, cifra que bajó al 4,4% en 2017. «Son los hogares que registran experiencias de hambre por razones económicas», afirmó Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, en el marco del ciclo de conferencias organizado por el Rotary Club de Buenos Aires. Vale aclarar que ese porcentaje había sido de 5,3% en 2010; 4,9% en 2012 y 2013, y 4,3% en 2015.
El tercer trimestre de 2017, el último medido por la UCA, trajo buenas noticias para más de un millón de personas que dejaron de ser pobres. Se había recuperado el empleo y la pobreza había bajado al 28,7% de la población, afectando a 11,5 millones de personas, mientras que la indigencia castigaba a unas 2.600.000 personas.
La pobreza estructural en la Argentina, aquella que no baja a lo largo de los años, es del 25%. «Este país parece tener un patrón de pobreza estructural que incluso en los mejores momentos económicos no baja del 25%», dijo Salvia. Esto, teniendo en cuenta que, según el investigador, el 93,5% de las mujeres mayores de 60 y de los varones mayores de 65 años perciben jubilaciones y pensiones contributivas o no contributivas «que garantizan que buena parte de las personas mayores tengan un ingreso fijo».
La pobreza en sí llega a valores más altos, que pueden superar el 30%, porque hay un porcentaje de la población extremadamente sensible a la coyuntura del momento. «La situación actual seguramente lleve a la pobreza a los valores que había a principios de 2016», dijo Salvia en diálogo con LA NACION. «Son al menos 1,5 millones de personas. Los ciclos económicos de crecimiento del último año se muestran con una caída de tres puntos», agregó. Más números. Hay un tercio de la Argentina en situación de postergación económica.
Por otro lado, el 30% de los hogares hoy tienen un plan social (68,9% de los hogares pobres) o reciben una transferencia de ingresos. Es decir, uno de cada tres hogares tiene una prestación (sin contar las jubilaciones) como la AUH, programas de empleo o el programa para madres de 7 hijos. «Está claro que en los últimos 10 años, la cobertura de programas sociales viene creciendo -señala Salvia-. En cuanto a la infancia, según los números del Observatorio, solo el 19,4% de los niños hasta 17 años no reciben cobertura de AUH u otras transferencias no contributivas. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, la pobreza está estancada en niveles del 25 al 30% y la indigencia, en el 5%. Sin los programas sociales, la indigencia sería del 10% de la población, es decir, la padecería uno de cada 10 argentinos», afirma.
Más indicadores
Según los estudios de la UCA, el 62% de los hogares sufren al menos una de las 7 carencias de derechos sociales (alimentos, salud, servicios básicos, vivienda digna, acceso a la educación, seguridad social, recursos de información); 38,5% tienen al menos dos carencias y el 25%, tres o más.
En 2017, un 18,9% de los hogares urbanos no pudieron atender su salud porque no les dieron turno en un hospital o porque no tuvieron acceso a los remedios, un 17,6% no tuvieron acceso a una vivienda digna, en un 33% de los hogares hay niños y adolescentes que no asisten a la escuela. Además hay un 25% de hogares donde no hay ninguna persona con un vínculo con la seguridad social. «Un cuarto de la Argentina está casi desaparecida del sistema de la seguridad social, y un 25% de los hogares no tienen acceso a Internet, a una computadora o a una biblioteca. Es una Argentina dividida», comenta Salvia.
El director del Observatorio fragmenta a la Argentina en tercios. «Un tercio está postergado en términos de desarrollo humano e integración social. Es decir, está fuertemente excluido. Otro tercio es vulnerable, no vive bien, y el último tercio corresponde a las personas que sí están incluidas, entre ellas, los dirigentes».
El porcentaje de hogares con un nivel socioeconómico muy bajo que tiene dos o más dimensiones de carencias, y no se modifica a lo largo de los años, está por encima del 80% desde 2010. «A esto llamamos pobreza estructural», dice Salvia. Corresponde a prácticamente la mitad de los hogares del conurbano bonaerense, mientras que en la ciudad de Buenos Aires esta cifra baja al 9,8%. «No estamos hablando de un país, estamos hablando de distintos países».
Refiriéndose a los presentes, Salvia dijo: «Cuando pensamos que sufrimos estrés por causa de nuestras actividades profesionales, hay un dato contundente que presenta nuestra encuesta. No solo se sufre la pobreza económica o socialmente, sino que los pobres sufren más psicológicamente. Tienen más creencias de control externo, es decir, que el mundo los domina y que no pueden hacer nada para cambiarlo».
Y concluye: «Pensemos que la Argentina que viene no es fácil, lo que naturalmente se presenta es una reproducción ampliada de todo esto. Después de cualquiera de los modelos políticos y económicos de las últimas décadas, este es el resultado. No parece muy satisfactorio». Finalmente, se pregunta qué ocurre en la estructura productiva. Hay apenas un 44% de la población económicamente activa con empleo decente, según los valores de la OIT; un 27,8% están en una situación de precariedad laboral; un 18,5% subsisten en la economía popular (changas, recolectores), y un 9,8% están desempleados, la mitad, de manera estructural.
fuente LA NACION