Como nunca antes desde que Mauricio Macri llegó a la presidencia, el atomizado rompecabezas sindical se unificará fugazmente para presionar por un cambio de rumbo económico y rechazar el pacto entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI) .
Así, con la adhesión del transporte público de pasajeros y de una amplia mayoría de sectores sindicales que hasta ahora habían reaccionado de manera dispersa, la CGT activará mañana el cuarto paro general contra la gestión de Cambiemos .
La huelga, que se extenderá por 24 horas, tendrá hoy como preámbulo una protesta en la Plaza de Mayo convocada por dos de las tres vertientes de la CTA, los movimientos sociales y los sindicatos disidentes de la CGT, entre los que sobresalen los camioneros de Hugo Moyano . Si bien adherirán al paro, los impulsores de esta movilización trazarán sus diferencias con el triunvirato de mando cegetista y orquestan con sigilo una nueva medida de fuerza para octubre o noviembre.
La CGT, en cambio, nada decidió aún para el día después del paro, aunque Juan Carlos Schmid, uno de los integrantes del triunvirato, advirtió: «Si el Gobierno no tiene un plan B, lo del martes será solo el principio de un plan de lucha más profundo». Es hoy más una amenaza solitaria y pasajera que una postura común de la cúpula de la central obrera.
En un contexto de dispersión, la CGT logró reunir al sindicalismo bajo un mismo techo de reclamos. Plantearán la necesidad de refrendar una suerte de pacto antidespidos en el sector público y en el privado, una alternativa que ya fue desechada desde la Casa Rosada tras el fallido antecedente de 2016. También se exigirá la reapertura de todas las paritarias ante la inflación y la devaluación del peso, y pedirán que las tarifas de los servicios públicos no se actualicen con el dólar como referencia. Habrá otras consignas puntuales, como el rechazo al «maltrato a la educación pública», en referencia a la baja presupuestaria y a la paritaria aún abierta de los docentes bonaerenses; un aumento de emergencia para los jubilados; el auxilio a las pymes, y no habilitar cualquier tipo de reforma de la legislación laboral vigente.
La medida de fuerza será sin movilización, aunque los gremios trotskistas bloquearán mañana los accesos a las grandes urbes, sobre todo a la ciudad de Buenos Aires. La izquierda buscará capitalizar la huelga de la CGT para visibilizar su descontento y diferenciarse de lo que considera «la burocracia sindical».
La cúpula de la CGT logró hasta el paro disimular sus diferencias, pero los cortocircuitos podrían acentuarse en el corto plazo. Schmid se emparienta más con la estrategia de los gremios disidentes que con sus pares del consejo directivo. El portuario, un aliado de Moyano desde sus raíces sindicales, es escéptico sobre cualquier ofrecimiento que surja desde el Gobierno en tiempos de alianza con el FMI.
Diferente es la postura del sector de «los Gordos» y de los autodenominados «independientes», quienes conservan todavía el poder y la influencia dentro de la CGT. Desde ambos bastiones manifestaron su intención de darle tiempo a la Casa Rosada antes de avanzar hacia otro paro general. Prevén, incluso, una negociación para la semana siguiente a la huelga. Avanzan en esa gestión José Luis Lingeri, Gerardo Martínez y Armando Cavalieri.
A pesar de las tensiones que florecerán con el paro, los dirigentes de estos grupos de la CGT son los únicos que mantienen vivo el canal de diálogo con los funcionarios. El contacto, sobre todo, es con el secretario de Trabajo, Jorge Triaca, y con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Fueron, en definitiva, los sindicalistas de estos espacios los que coordinaron la semana pasada un encuentro secreto con el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, que finalmente no prosperó, ante la ratificación de la protesta de mañana.
Sin negociación
El Gobierno no aceptará negociar bajo presión y mucho menos con los sectores disidentes, a los que vincula con el kirchnerismo y la interna irresuelta del peronismo. Macri ordenó dialogar con «los Gordos» y los «independientes» y, si se avanza en algún acuerdo, buscarán institucionalizarlo a través de la CGT. Para el Presidente, que estará en los Estados Unidos durante la huelga, la protesta no ayuda a resolver nada. «Creemos que no resuelve los problemas. Hay mucho condicionamiento en la negociación por la interna de ellos [por los sindicalistas], aunque no dejamos de reconocer las dificultades de los últimos meses», dijo Triaca a LA NACION .
Como nunca antes desde que Cambiemos llegó al poder, la huelga convocada por el triunvirato aglutinará a casi todo el arco sindical, lo que simbolizará una renovación de fortaleza para la cúpula cegetista. Tendrá la adhesión de los gremios disidentes que tallan hoy desde fuera de la sede Azopardo, como los aliados de Moyano y el Movimiento Sindical Argentino, que encabeza el taxista Omar Viviani. Pero también consiguió los avales de las tres versiones que existen de la CTA, la izquierda trotskista y los movimientos sociales y piqueteros más duros.
Habrá apenas un minúsculo grupo que será la excepción. Se trata del sindicalismo macrista, un sector en el que hubo fugas recientes, pero en el que se mantienen firmes como caras visibles Ramón Ayala (Uatre), José Ibarra (taxis) y Alejandro Poli (remiseros). Los tres forman parte de Cambiemos a través de Fe, el partido político que fundó el fallecido Gerónimo «Momo» Venegas.
fuente LA NACION