Mauricio Macri considera que Arturo Frondizi es un ícono político y en los últimos años comprendió el valor institucional de Raúl Alfonsín. Macri asume las dificultades económicas y su impacto en una campaña electoral, y ha buscado un refugio emotivo en la historia del ascenso y caída de Frondizi y Alfonsín, dos víctimas políticas de la intolerancia de la oposición, la crisis financiera de su época y los acuerdos impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El Presidente revisó la estrategia de sus antecesores radicales y empezó a girar para no repetir el colapso institucional: está dispuesto a lanzar un programa de consumo popular, acordar nuevas porciones de poder adentro de Cambiemos y enfrentar sin eufemismos a las distintas variables del peronismo. Macri rescata a Frondizi y Alfonsín en el poder, pero pretende cumplir dos ciclos presidenciales en la Casa Rosada, una experiencia política que sus actuales tutores intelectuales ni siquiera tuvieron oportunidad de soñar.
Frondizi llegó a Balcarce 50 por la pericia de Rogelio Frigerio, abuelo del ministro del Interior. Forjado en el marxismo, pragmático de día y de noche, Frigerio cerró con Juan Domingo Perón un acuerdo que implicaba su apoyo político a Frondizi, en tiempos de proscripción del justicialismo. El General estaba exilado y el abuelo del ministro viajó a Centroamérica para cerrar las negociaciones. Perón se llevó una suma generosa que uso para comprar los terrenos de Puerta de Hierro, y Frigerio regresó a Buenos Aires sabiendo que Frondizi sería Presidente.
Macri rescata el programa económico de Frondizi, y toma distancia de su táctica aplicada para contener al sindicalismo peronista y a los militares golpistas que no aceptaban su acuerdo con el General. El Presidente elogia la política desarrollista de Frondizi y encuentra puntos de contacto con su agenda internacional.
Frondizi tuvo una excelente relación con John F. Kennedy y trató de articular un acercamiento entre la Revolución Cubana y la Casa Blanca. Macri tiene llegada directa al Salón Oval que regentea Donald Trump y lidera una agenda para terminar con el régimen populista de Nicolás Maduro. La historia local en círculos: dos presidentes argentinos con mirada liberal que se involucran en crisis regionales protagonizadas por referentes cercanos al Kremlin y al populismo.
El primero de mayo de 1958, durante su asunción presidencial, Frondizi señaló en la Asamblea Legislativa: «La situación económica del país es dramática. El Tesoro nacional está exhausto y los recursos normales que deben concurrir a sufragar las expensas de la administración pública no alcanzan en forma alguna a cubrir los enormes gastos comprometidos». El texto fue redactado por Frigerio, que ese día asumiría como secretario de Relaciones Socio-Económicas, un cargo formal que escondía una cuota importantísima de poder real.
Macri repitió la frase en la cena del CIPPEC. Ya había usado ese mismo discurso para su asunción presidencial –un homenaje en clave críptica para Frondizi-, y en la noche del lunes utilizó esa pieza política para insistir con su mirada sobre el presente y el futuro del país. Macri está convencido de su reelección, y jura que completará el ciclo que dejó abierto Frondizi en 1958.
27 años más tarde (que incluyeron tres golpes de Estado, siete dictadores, tres gobiernos democráticos y siete presidentes), Alfonsín llegó a Parque Norte para encender un discurso que ya forma parte de la historia política de la Argentina. Fue el primero de diciembre de 1985, cuando todavía florecía la primavera democrática y el peronismo aún no conspiraba asociado a la corporación militar y a la city financiera.
«La Argentina creció por agregación y no por síntesis. La modernización y la industrialización fueron así suturando procesos de cambio a medias, incompletos, en los que cada transformación arrastraba una continuidad con lo viejo, sobre agregándose a él. De hecho, la sociedad se fue transformando en una suma de agregados sociales que acumulaban demandas sobre el Estado y se organizaban facciosamente para defender sus intereses particulares», sostuvo Alfonsín en Parque Norte.
Ese discurso fue la mejor pieza oratoria que redactaron Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola, dos intelectuales de izquierda que habían llegado a la Argentina desde un exilio frío y oscuro. Alfonsín necesitaba sumar intelectuales a su equipo de gobierno y así se creo el Grupo Esmeralda, que intentó imitar a los speechwriters de Franklin Delano Roosevelt, el presidente norteamericano que ejecutó el New Deal tras la crisis de 1929. Con toda su capacidad intelectual intacta, De Ipola y Portantiero acercaron a Alfonsín un discurso que rescataba la modernidad y la necesidad del diálogo político como elementos básicos de una democracia sólida e inclusiva.
34 años después de Parque Norte (sin golpes de Estado y con la caída de dos presidentes radicales y cuatro que juraron ad hoc), Macri repitió las palabras de Alfonsín en la cena de CIPPEC. El Presidente recogió pocos aplausos de los comensales, casi una cortesía ejecutada por cientos de invitados que esperaban otro escenario económico y político a mediados de abril de 2019.
Para Macri ese clima tibio y con sonrisas forzadas no fue una novedad: apenas confirmó lo que describen las encuestas que analiza todos los días en Balcarce 50 y Olivos.
El Presidente ha jurado rendir homenaje a Frondizi y Alfonsín, a sus triunfos y a sus derrotas. Macri espera al 10 de diciembre de 2019 para cumplir con ese tributo democrático y cerrar un ciclo institucional que, desde su perspectiva, se inició cuando Frondizi alertó en 1958 que la Argentina estaba quebrada y merced de las conspiraciones políticas.
fuente INFOBAE