Las coimas y otros pagos ilícitos de Odebrecht en la Argentina llegaron más lejos de lo que hasta ahora salió a la luz. Involucraron a más receptores, hubo más intermediarios y se utilizaron más sociedades offshore, según surge del análisis de más de 13.000 documentos de la división de Operaciones Estructuradas, la rama delictiva de la empresa brasileña, a los que accedió el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), y que integran LA NACION y Perfil.
Los nuevos documentos confirman que Odebrecht pagó sobornos en los tres grandes proyectos que manejó en la Argentina durante el kirchnerismo: la extensión de las redes troncales de gasoductos, el soterramiento del tren Sarmiento y la construcción para AySA de una planta potabilizadora de agua en Paraná de las Palmas. Pero también exponen que colaboró en la evasión y fuga de millones de dólares de empresarios como el titular del Grupo Albanesi, Armando Losón.
Obtenidos por el medio ecuatoriano La Posta y compartidos con un equipo de más de 50 periodistas en más de 10 países que analizó durante semanas las operaciones de la División de Operaciones Estructuradas de Odebrecht vinculadas con sus proyectos en América Latina, algunos de esos documentos también revelan nuevos receptores de fondos ilícitos vinculados a la Argentina.
Esos mismos documentos -así como las delaciones de algunos exejecutivos de Odebrecht- clarifican ciertos aspectos del Lava Jato en la Argentina y América Latina. El primero, que el área de Operaciones Estructuradas se encargó de las coimas, el financiamiento ilegal de campañas y otras transacciones delictivas, como la evasión tributaria y la fuga de capitales. Así lo admitió Odebrecht al firmar un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos. La calificó como su «departamento de sobornos». Y el extesorero de esa área, Fernando Migliaccio, testificó ante los fiscales peruanos que todos los pagos se hicieron por fuera de los libros contables. Es decir, de manera ilegal.
El segundo dato que surge de los documentos y de las confesiones de algunos «delatores» de Odebrecht ante la Justicia brasileña es que cada proyecto en los que pagaron coimas se manejó por separado, por lo que un mismo receptor o intermediario pudo recibir uno o más apodos -«codinomes» en la jerga-. Es decir, un alias distinto por cada negociado. Sin embargo, la verdadera identidad de esos receptores e intermediarios continúa en las sombras, escondida detrás de los «codinomes» que usaron los ejecutivos de Odebrecht para esconderlos. Entre ellos el exnúmero uno de la compañía en la Argentina, Flavio Bento e Faría, quien ahora se desempeña como miembro del directorio de Odebrecht en su casa matriz de Brasil.
Aun así, algunos de los «codinomes» utilizados resultan indiciarios. Entre ellos, Rolha, que en portugués significa «corcho». Acaso en alusión al lobista Jorge Rodríguez, al que los exejecutivos de Odebrecht devenidos en arrepentidos ante la Justicia brasileña, Luiz Antonio Mameri y Marcio Faria da Silva, señalaron como «intermediario» de los sobornos con Roberto Baratta, el lugarteniente de Julio De Vido en el Ministerio de Planificación.
Procesado por el juez federal Sebastián Casanello por su presunta intermediación en el pago de sobornos en el proyecto AySA, Rodríguez siempre negó su participación en el capítulo argentino del Lava Jato, así como cualquier vínculo con Sabrimol Trading, la sociedad uruguaya que recibió millones de dólares de firmas offshore controladas por Odebrecht y sus operadores.
Sin embargo, algunos de los 13.000 documentos del área de Operaciones Estructuradas muestran que otras dos sociedades que podrían vincularse con Corcho Rodríguez también recibieron millones de dólares para el presunto pago de sobornos y colaborar con la evasión tributaria y la fuga de divisas: Latin Financial LP, que ya se encuentra bajo la mira de la Justicia argentina, y Capital Investment Enterprise LP, cuyo rostro visible es uruguayo Martín Molinolo, quien también aparece en Sabrimol Trading y Latin Financial. Consultado para esta nota, Rodríguez indicó que nadie dentro de Odebrecht, para el que trabajó como «consultor externo», jamás lo llamó por el apodo Corcho y reafirmó la defensa que planteó al declarar en tribunales: que él no es el dueño de Sabrimol Trading, ni de Latin Financial o Capital Investment, que son de dos uruguayos, y que intentan usarlo de «chivo expiatorio».
Otros apodos o «codinomes» resultan, en cambio, un misterio. Como Cisne, que cobró US$150.000 vinculados al Gasoducto San Martín; De Niro, que embolsó US$193.500 por el soterramiento del tren Sarmiento, o Raúl Seixas -en alusión a un cantante brasileño que murió en 1989-, que cobró USS$222.356 en el proyecto de AySA, según surge de una planilla de Excel que consolidó todas las transferencias delictivas de 2014.
Sin embargo, dos de los más grandes receptores de fondos durante ese año fueron Inseto -«insecto», en portugués-, con US$2,55 millones-, y Cuca -acaso en alusión a la palabra «cucaracha»-, con otros US$884.200. ¿Cuál es la palabra portuguesa para «cucaracha»? Barata
fuente LA NACION