La Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos de Norteamérica siguió de cerca las actividades de las organizaciones terroristas en la Argentina en los años setenta. Era la época de la Guerra Fría y el gobierno de Isabel Perón atravesaba sus últimos tramos.
La lupa de la CIA en ese tiempo estaba puesta sobre la organización Montoneros y sus principales líderes, entre otros Roberto Quieto Argañaraz, alias el «Negro».
El interés de los estadounidenses no estaba solo en sus actividades si no también en los fondos que administraba producto de los secuestros y robos. Los textos cables desclasificados de la Agencia pusieron especial énfasis cuando Quieto fue detenido en una playa de la localidad bonaerense de Martínez el 28 de diciembre de 1975 por un equipo operativo del Ejército.
Durante el interrogatorio, según la CIA, el jefe montonero dijo que «en diciembre de 1975 los Montoneros tenían entre 7.000 y 10.000 miembros activos (combatientes) y unos 300.000 simpatizantes». Agregó que él y «Mario Firmenich eran todavía los lideres principales de Montoneros y que el tercero en liderazgo era Alberto Molinas Benuzzi, jefe nacional de propaganda», revelaron los cables.
Completando la información habría que decir que el «Negro» no dijo que él ya estaba al borde de su relevo en la organización. El sábado 4 de octubre de 1975, durante una reunión de la conducción nacional de Montoneros, Roberto Quieto solicitó alejarse de la organización por problemas políticos y personales. Se le negó la autorización y fue bajado del nivel 2 al 3. Como una premonición, en esta reunión se aprueba el «Código de Justicia Revolucionaria». El 5 de octubre se realizó el ataque al Regimiento de Formosa.
En diciembre, a pesar de estar iniciando una nueva relación de pareja dentro de la organización, Quieto estaba reconsiderando la posibilidad de volver a unirse con su esposa. El jueves 28 de diciembre de 1975, concurre a la playa «La Grande» en Martínez, Buenos Aires, con 13 miembros de su familia: la madre, los hermanos, la esposa y los hijos. «Alguien» lo reconoce y es detenido. Al verse rodeado y apuntado por armas, Roberto Quieto exige delante de sus familiares la identificación de los policías y ofrece identificarse él mismo (con sus documentos falsos). El diálogo se prolonga por varios minutos, durante los cuales, Quieto no realiza ningún intento de resistencia, se mantiene calmo y tranquiliza a su esposa. Mucha gente ya los rodea cuando, finalmente, uno de los miembros del grupo se acredita como oficial de la Policía Federal. Un instante después acercan un vehículo donde introducen a Quieto. Éste sólo ofrece una resistencia pasiva aferrándose a un árbol. Eran las 19.30.
«Sixto»
«Sixto» era su nombre de guerra y en 1975 era cabo de la Policía Federal que había trabajado en el ex DIPA (Departamento de Investigaciones Policiales Antidemocráticas), luego Departamento de Sumarios (1973) y más tarde Protección del Orden Constitucional (POC).
Había conocido a Roberto Quieto en 1971 cuando le tocó hacer guardia en el «tubo» en el que se hallaba preso en Moreno 1417. En esos días habían querido que descifrara una lista de seudónimos con los destinos de unas armas, pero no pudieron. Recordaba en ese tiempo que El Negro había querido atraerlo durante los cortos diálogos que mantenían: «Nosotros somos nacionalistas, igual que vos», le decía Quieto. Después el jefe guerrillero fue juzgado y terminó en el Penal de Rawson de donde escapó a Chile en agosto de 1972.
Luego vino el 25 de mayo de 1973 y meses más tarde su inclusión en la conducción de Montoneros. Quieto era una figura pública cuando en setiembre de 1974 la organización se sumerge en la clandestinidad para luchar contra el gobierno constitucional de Isabel Perón.
«Sixto» era su adversario. No olvidaba su cara y su obsesión era detenerlo. Sabía que a Quieto le gustaba ir a la playa La Grande en Martínez y «Sixto» fue a buscarlo varias veces.
El 28 de diciembre de 1975 lo vio e inmediatamente llamó a la guardia del Departamento de la calle Moreno (Asuntos Gremiales, 6° piso). En el primer aviso no le creyeron. Insistió con una segunda comunicación y amenazó: «Si no vienen lo mato aquí mismo». Al poco rato llegó un móvil con un chofer, un subinspector y un agente ametralladorista. Entre los cuatro lo detuvieron y lo llevaron a Moreno.
El jefe del operativo, previendo que al poco rato iban a hacerse presentes un funcionario de la Justicia y los abogados de la «coordinadora» para presentar un hébeas corpus, lo metió en una furgoneta Citroen que la estacionaron en la calle San José entre Moreno y Alsina, al cuidado de un «imaginaria» vestido de civil hasta que llegara una delegación del Ejército. Al poco rato Roberto Quieto fue entregado al Ejército. Fue la última vez que «Sixto» vio a «El Negro» Quieto.
Durante su interrogatorio, según relata la CIA, Quieto «identificó los escondites de armas más grandes y más importantes de Montoneros, ubicados en un galpón de Villa Ballester, suburbio de Buenos Aires, y dijo que allí también los Montoneros habían retenido a los hermanos (Juan y Jorge) Born (secuestrados en septiembre de 1974, liberados en marzo y junio de 1975, respectivamente)». Sobre la base de la información de Quieto, detalle el cable de la Agencia, los oficiales de seguridad hicieron una redada en el depósito secuestrando 150 subfusiles Halcón hechos en Argentina, escopetas automáticas nuevas de fabricación italiana, cinco ametralladoras pesadas Colt, aproximadamente 100 armas de mano, repuestos para fusiles, explosivos, uniformes y municiones. «Esta redada –completa el informe—constituye la mayor cantidad de armas y municiones subversivas que el gobierno ha confiscado hasta ahora».
El texto de la CIA no dice que Roberto Quieto acordó negociar información a cambio de la seguridad de su familia. «Al caer preso, lo primero que se le pidió fue una prueba de la sinceridad de su compromiso. Él era consciente de la situación en la que estaba. Así fue que cayó un importante arsenal de la organización. Su tarea posterior fue fundamental para ‘decodificar’ los movimientos de la organización», reveló una fuente militar.
De todas maneras, su esposa Alicia Beatriz Testai y la conducción de Montoneros lanzaron una campaña nacional e internacional para su liberación con denuncias, declaraciones, pintadas y actos relámpago. A la campaña adhirieron Alain Touraine, Paco Ibáñez, Francois Mitterrand y Jean Paul Sartre, entre otros.
No pasaron 24 horas cuando todos tienen la certeza de que el «Negro» Quieto había claudicado. Montoneros concluye que lo hizo bajo tortura. Sin embargo, en ese corto tiempo, posiblemente es el primer terrorista del cual se conozca su disposición para entregar información en menos de un día. Esto hizo que la conducción ordene detener la campaña de reivindicación y la transforme en denuncia contra la «represión».
Al otro día, son allanados dos locales de Montoneros, un local de funcionamiento de la conducción nacional y un depósito de gran capacidad previsto también como cárcel del pueblo, en el Gran Buenos Aires, que no contenía ningún prisionero pero sí una importante cantidad de material logístico (armas, explosivos, municiones). Ambos locales eran conocidos por Quieto y estaban en uso, siendo de vital importancia para la «orga».
Según la Agencia de Inteligencia norteamericana Quieto también afirmó que «los Montoneros mantenían una cuenta bancaria en Suiza con USD 150 millones, más otros USD 50 millones distribuidos en la Argentina. En agosto de 1975 un [tachado en el cable por tratarse de una fuente] revolucionario argentino había denunciado que la mayoría de los fondos que los Montoneros usaban para desarrollar sus operaciones se habían obtenido mediante secuestros y robos. Dijo que algunos de los importes así obtenidos se invertían localmente y en el extranjero y se usaban para comprar acciones en las principales empresas argentinas para asegurar la continuidad de los ingresos. Otro ingreso provenía de la compra y venta de propiedades inmuebles. Miembros legales de Montoneros, es decir, aquellos que no habían sido identificados por las autoridades como montoneros, se ocupaban de esas transacciones. Una fuente de fondos menos importante eran los propios montoneros. A aquellos que estaban legalmente empleados se les exigía que contribuyeran a la organización con un porcentaje de su ingreso, y los porcentajes variaban según las circunstancias financieras del individuo», concluye el punto 25 del extenso informe.
Así también la CIA, en su extenso informe secreto, reveló que » mientras que los Montoneros habían sufrido pérdidas en miembros y en su aparato logístico, al menos hasta Agosto, septiembre y Octubre de 1976 no parecía haber un problema de fondos«. Se detallaron cuentas en Madrid (14 millones de dólares ) y en Ginebra (50 millones y acciones) y cajas de seguridad ocultas en Córdoba (17 millones de dólares) y Mendoza (4 millones).
¿Y dónde está el dinero de los Montoneros? ¿Dónde están esos 200 millones de dólares?
Las rutas de salida del botín logrado a mano armada por la organización fueron varias. Una principal fueron las valijas diplomáticas de la Embajada de Cuba en la que salía dinero en efectivo hacia Lima, Perú, y de allí en la línea Cubana de Aviación a La Habana. En la isla, los cubanos administraron el dinero con el pleno conocimiento de Fidel Castro(que cobró sus servicios y dividendos) y luego la derivó a la banca checoslovaca. Otra fue la que la organización armada le dio al banquero David Graiver para que la administrara.
De todo esto sabe muy bien Melchor Magario, alias «Doctor Paz», un ex alto funcionario del distrito bonaerense de La Matanza (que se refugió en México). Otro es Juan Gasparini, alias «Pata» o «Gabriel», detenido sobre la avenida Santa Fe y conducido a la Escuela de Mecánica de la Armada. Como diría una crónica de la época: «Gasparini es un personaje central de esta historia. Había sido intermediario entre Montoneros y David Graiver, después de que éste recibiera a mediados de 1975, poco menos de 17 millones de dólares, provenientes del secuestro de los hermanos Born (60 millones) y de Enrique Metz, un directivo de Mercedes Benz Argentina (casi cuatro millones)«.
Al margen de estas sumas –y otras—también el terrorista «Lino» o «Iván» Julio Roque(señalado como el asesino del general Sánchez y de José Rucci) tuvo sus lazos con esta telaraña cuando se veía con la viuda de Graiver para hablar de dinero. Otros sumas fueron robadas por los miembros de los grupos de tareas y una suma no menor se destino a la campaña militar del Frente Sandinista de Liberación, Nicaragua.
En febrero de 1976, en juicio revolucionario, Montoneros condenó al «Negro» Roberto Quieto con degradación y muerte por su conducta liberal e individualista, deserción y delación. Hay infidencias y versiones sobre la conducta de Quieto en manos de sus enemigos. Sea cual fuere, y conociendo su peculiar personalidad, es seguro que negoció su vida a cambio de sus compañeros montoneros.
Según un telegrama de la embajada de los EEUU, Quieto estaba vivo un mes después -26 de enero de 1976-, y estaba siendo interrogado mientras las autoridades militares decidían que hacer con él. Se cree que el Ejército lo mantuvo con vida en Campo de Mayo hasta 1977/1978. Es notable que la embajada de los EEUU tuviera noticias de su existencia un mes después. Y hay que percibir que la suposición de que aun vivía dos años después, según su hermano, abre grandes interrogantes sobre su destino.
Entre sus antecedentes poco recordados esta su paso por el «Estudio Mor Roig» (Arturo Mor Roig fue asesinado por Montoneros en 1974, sólo por haber sido ministro del Interior de Alejandro Lanusse); su participación en el acto de homenaje a los «Héroes de Trelew» en las escalinatas del Congreso Nacional junto a la cúpula del ERP y algunos legisladores de la Unión Cívica Radical (Montoneros los recordó en un acto en la cancha de Atlanta). El peronismo nunca olvidó su participación en el asesinato de José Ignacio Rucci (1973).
fuente INFOBAE