Más allá de los resultados de las primarias y de su impacto político, la economía argentina presenta varios frentes abiertos y desafíos tanto a nivel doméstico como internacional que trascienden al día a día del dólar.
Los especialistas destacan que el mundo no le está trayendo demasiadas buenas noticias a la Argentina. Una eventual profundización de la pulseada comercial entre Estados Unidos y China, con una guerra mundial de monedas, tendría consecuencias muy negativas para todos los mercados emergentes.
«A priori, el mundo no le promete demasiado a la próxima gestión, a juzgar por el crescendo de la pulseada entre Estados Unidos y China, ahora con foco en la cuestión cambiaria», advirtió un informe del instituto Ieral, de la Fundación Mediterránea. «Sin embargo, no puede desecharse la posibilidad de algún tipo de acuerdo entre ambas potencias en el futuro. El conflicto está afectando la dinámica de la inversión a nivel global, y no hay que olvidar que hacia fin de 2020 habrá comicios presidenciales en Estados Unidos. Para lograr su reelección, Donald Trump necesita que la economía no se frene», señaló el informe, firmado por el economista Jorge Vasconcelos.
La contrapartida de una guerra comercial entre aquellas potencias podría llegar desde el lado de la Reserva Federal norteamericana. En el mercado financiero se ilusionan con la posibilidad de que la tasa de interés de corto plazo, que comenzó a ser recortada en julio, podría terminar por debajo del 2% anual y acercarse al 1,5% en 2020. El tercer factor a tener en cuenta en el frente internacional es Brasil. «El principal socio del Mercosur tuvo crecimiento cero en 2015-19, pero a partir de 2020 podría converger a una velocidad crucero de 2,5% anual para la variación del PBI, con impacto significativo sobre la Argentina», señaló el informe del Ieral.
Asignaturas pendientes
El próximo jueves el Indec difundirá el índice de inflación de julio, que, según el promedio de las consultoras privadas, arrojará una suba del 2,4%, lo que implica una leve baja frente al 2,7% de junio. «Hay un proceso sólido de desinflación. Esto nos lleva a pensar que en julio vamos a volver a ver una baja de la inflación, reconociendo que todavía estamos en niveles muy altos», adelantó hace unos días el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.
El optimismo oficialista no es tan compartido por los analistas privados, especialmente a partir de la nueva presión que sufrirá el tipo de cambio. «Está claro que tanto la inflación anual como la tasa de pobreza, a fines de 2019, probablemente sean superiores a las de fines de 2015. En el mismo sentido, es probable que el nivel de actividad y el de empleo formal resulten ser ambos inferiores a los de fines de 2015. Estamos en presencia de un desempeño, en términos de las principales variables socioeconómicas, realmente muy pobre», señaló el economista Federico Muñoz, titular de Federico Muñoz & Asociados, en declaraciones a Radio Milenium.
«Para bajar la inflación sin seguir apelando a elevadísimas tasas de interés se necesita desindexar la economía, al estilo de lo que ocurrió con el Plan Austral o el Plan Real, de Brasil. Pero ese mecanismo no es un sustituto de la austeridad fiscal, que deberá ser sostenida en el tiempo para lograr una baja sustancial del riesgo país», señala el economista Jorge Vasconcelos, del Ieral.
La otra amenaza interna llega por el lado de la deuda. Durante el macrismo, el nivel de endeudamiento del país se disparó hasta ubicarse por encima del 50% del PBI, computando acreedores privados y organismos internacionales. «La cobertura de la deuda corporativa y la liquidez probablemente sufrirán un deterioro en 2019 frente a una inflación persistentemente alta y mayores costos de financiamiento, según la tasa de política monetaria extraordinariamente alta del Banco Central», advirtió un informe de la consultora Moody’s que se conoció en la última semana.
Según el reporte, las empresas argentinas siguen siendo «vulnerables a una economía débil y políticas económicas inciertas de cara a las próximas elecciones presidenciales, las cuales aumentan los riesgos crediticios para los emisores corporativos al menos hasta mediados de 2020».
fuente LA NACION