El sábado 12 de octubre, Alberto Fernández recibió varios mensajes del Departamento de Estado de EE.UU. Trato formal, casi de futuro presidente, dicen en su entorno, con una aclaración y un pedido, ambas cuestiones referidas a Venezuela.
El gobierno de Donald Trump, según trascendió de esos contactos, se despegó de la decisión de Mauricio Macri de tensar, hasta romper, las relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro. «Esa no es nuestra posición», habría sido el mensaje.
Hubo, en paralelo, una solicitud: que Fernández modere su posición respecto al Grupo de Lima, del que había anunciado que se retiraría y que es muy crítico con Maduro. Es decir: que gire respecto a la posición que expresó semanas atrás.
¿Qué pidió Washington, según cuentan en el búnker de calle México? Que el peronista no abandone ese scrum regional, armado para presionar a Maduro, y que lleve a la mesa una postura moderada, en línea con lo que proponen Uruguay y México.
Es una tarea que quedó para el futuro mediato y aparece atada a dos cuestiones sensibles si, como todo indica, Fernández gana el próximo domingo y el 28 de octubre amanece como presidente electo.
Un tema es México, donde gobierna Andrés Manuel López Obrado (AMLO). Hay un ritual histórico entre Argentina y Brasil que al asumir un presidente, su primer viaje internacional es al principal país vecino.
Jair Bolsonaro destrozó, antes, esa ceremonia. Fernández hará lo mismo: en el «limbo» de los 40 días entre la elección y la asunción, el peronista viajará a México para verse con López Obrador, viaje que estuvo en agenda y no se concretó.
No definió fecha pero ese será, ya lo tiene decidido, su primer contacto internacional como presidente electo. Lo acordó, el sábado, en una reunión con Maximiliano Reyes Zúñiga subsecretario para América Latina y el Caribe de la Cancillería de México, que viajó a Buenos Aires a acordar la cita mano a mano.
El otro es Venezuela, con una derivación en EEUU y el FMI. El pedido, o sugerencia del Departamento de Estado de EEUU, respecto a que permanece en el grupo de Lima puede leerse como una señal de acercamiento entre Washington y Fernández.
En verdad, el diálogo nunca se rompió. Hay una anécdota que lo refleja: a fin de 2018, Fernández se reunió con diplomáticos de EE.UU. para trasmitirle un mensaje de Cristina Kirchner.
«Yo no soy Maduro», fue el mandato de la ex presidenta que, por entonces, sondeaba escenarios e interlocutores para medir qué nivel de resistencia generaría una eventual candidatura.
El candidato, que piensa como presidente -y por eso, se quejan en el PJ, desatendió la campaña-, tiene en su agenda inmediata la renegociación de la deuda que, en su mayoría, es con el FMI, organismo donde la palabra de Trump es determinante.
Hay un hilo invisible -o no tanto- entre Venezuela, Trump y la deuda argentina, uno de los elementos más tóxicos que deberá enfrentar el futuro gobierno y sobre el cual, como contó Clarín, ya hubo indicaciones desde el FMI: que en la negociación con los privados, en particular fondos de inversión, se incluya una quita.
Fernández se esfuerza por no hablar demasiado del 28-O, aunque no tiene ningún indicio de que la elección del 27 presente algún riesgo. Pero por cábala no quiere alardear: «Antes de comerse la liebre hay que cazarla», dice citando a Carlos Verna que, a su vez, citó a Rubén Marín. Pampeanismos.
Pero su cabeza está puesta en la transición, donde juega un rol de peso la cuestión regional -por la convulsión de estos meses- y por el factor deuda-FMI.
Como con Venezuela, donde se perfila un giro, Fernández quizá modifique su tesis original sobre el fondo cuando especulaba con contar con el respaldo de las potencias europeas frente a Trump que, en estos años, fue el principal aliado de Macri en el FMI.
En ese movimiento intervino otro jugador: Josep Borrell, canciller español, designado Alto Representante de Política Exterior de la Unión Europea, que en un encuentro que tuvieron en agosto pasado en Madrid, advirtió de las dudas de Washington y prometió ayudar. El gobierno de Trump considera a Borrel un «amigo y aliado de EEUU», según Gordon Sondland, delegado de Estados Unidos ante la UE.
fuente CLARIN