Papelón público, expresión de sorpresa y disputas en el interior del Gobierno, ya en el recorrido de los metros finales hacia la salida de la Casa Rosada. La resolución de Adolfo Rubinstein sobre el Protocolo ILE (Interrupción Legal del Embarazo) y la descalificación de esa medida por parte de Carolina Stanley -y luego, Mauricio Macri- provocaron un pico de tensión interna de proyección imprecisa. Está claro que perfila fisuras para el caso de que vuelva el debate sobre la legalización del aborto, que Alberto Fernández prometió para el inicio de su gestión y que también sacudiría a sus filas. Pero tal vez no sea sólo eso: podría agregar un condimento impensado a las pulseadas del actual oficialismo en su vuelta al llano.
Más allá del desenlace del caso, con despido, renuncia forzada o agonía, la decisión de Rubinstein, de extensa trayectoria radical, generó desconcierto inicial, fuego intenso desde el sector del PRO más opuesto el año pasado al proyecto de aborto legal, seguro y gratuito –no sólo Federico Pinedo, ya con poder a la baja- y solidaridad con el secretario de Salud desde las dos franjas de la UCR que, a trazo grueso, discuten espacios políticos entre ellos y con el macrismo pensando en el formato opositor de Juntos por el Cambio.
“Se jugó solo” o “hizo la suya”. Esas eran las frases más repetidas ayer en las cercanías de Macri, y no únicamente en la Jefatura de Gabinete, donde además rechazaban que Marcos Peña fuera el encargado de darle salida a Rubinstein. Por el contrario, decían que el conflicto se había desatado porque el secretario de Estado había actuado si consulta alguna con su superior en la escala jerárquica –la ministro Stanley- y que el tema iba a ser resuelto en ese ámbito.
Dicho en otras palabras: aludían centralmente al quiebre del principio de autoridad. Eso reafirmaba el perfil político institucional y político de este capítulo, con componentes de crisis de autoridad disimulada o diluida porque se produce a sólo veinte días del traspaso de Gobierno. Por supuesto, en algunos casos no faltaban cuestionamientos al contenido de la resolución de Rubinstein, partidario con fuertes fundamentos de la legalización del aborto. Doble desafío entonces para Stanley, que junto a María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Esteban Bullrich integró el pequeño grupo oficialista que mantuvo algún puente con el Papa.
No resultó un dato menor que ayer mismo se produjera una nueva expresión crítica de monseñor Víctor “Tucho” Fernández, considerado el principal traductor local del pensamiento de Francisco. Apenas un día antes, el arzobispo de La Plata había cargado contra Alberto Fernández: el presidente electo acababa de prometer que en el inicio de su gestión impulsará un nuevo debate sobre la legalización del aborto.
En Gobierno creían que la discusión interna no trascendería el caso concreto. En medios radicales, las reacciones incluían asombro inicial por el conflicto planteado y en general, asomaban mensajes de solidaridad con el secretario de Salud. Puertas adentro, destacaban que Rubinstein “hizo lo que correspondía”, es decir, actualizar el Protocolo ILE tomando en cuenta definiciones de peso sobre el aborto no punible: el Código Civil renovado, el fallo FAL de la Corte Suprema y recomendaciones específicas de la Organización Mundial de la Salud.
Rubinstein, coinciden referentes de distintas franjas internas, es respetado por su trayectoria y su posición en materia de salud pública, superando incluso la línea del debate sobre el aborto legal. Los mensajes mostraron respaldo desde las dos vertientes principales que animan la pulseada doméstica: Ernesto Sanz, socio fundador de Cambiemos; Mario Negri, Ricardo Gil Lavedra, Martín Lousteau.
¿Esto tensa la cuerda más allá de la cuestión específica en juego? No quedan dudas de que recrea la fisura que atravesó a todos las fuerzas de Cambiemos en el debate sobre el aborto, habilitado por primera vez el año pasado por una decisión política de Macri. Pero es probable que agregue combustible a la disputa más amplia entre el radicalismo y el macrismo por espacios políticos, según se decían anoche fuentes de la UCR que no ocultaban su fastidio y malestar por el caso de Rubinstein. Están en discusión desde cuestiones de liderazgo hasta definiciones prácticas, como cargos legislativos y organismos de control.
El conflicto generaba alguna satisfacción en las cercanías de Alberto Fernández por las fisuras en la muy próxima oposición. Tal vez sea antes que eso un espejo sobre las tensiones que podría disparar en sus propias filas la cuestión de la legalización del aborto. Un viejo conocedor de las ideas y vueltas en el Congreso recomendaba ayer mismo repasar la votación que frustró el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, hace poco más de un año, en el Senado.
Aquella vez, la iniciativa fue rechazada por un margen de votos mayor al previsto: 38 a 31. Y la división en Cambiemos fue notable: Pinedo, Esteban Bullrich, Alfredo de Angeli, Julio Cobos y Angel Rozas, entre otros, se pronunciaron en contra, mientras que los votos a favor registraron también representación variada de macristas y radicales, entre ellos Luis Naidenoff, Oscar Castillo, Gladys González y Humberto Schiavoni.
Del mismo modo, las fisuras fueron significativas en el peronismo e incluso con alguna nota en la bancada kirchnerista. Se destacó el trabajo a favor de Miguel Angel Pichetto, cuando nada hacía pensar en su candidatura a vice de Macri, y en la nómina de respaldo a la iniciativa se anotó su sucesor, Carlos Caserio, puesto ahora en la línea de fuego de CFK por sus resistencias a unificar bloques del nuevo oficialismo.
En cambio, el rechazo de aquella madrugada de agosto, hace más de un año, incluyó a representantes peronistas y aliados de muchas provincias (Formosa, Catamarca, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Misiones, Salta, Jujuy, por citar las más notables). Entre estos últimos nombres, asoman casos de recientes incorporaciones al bloque kirchnerista (José Alperovich) y socios tácticos (José Mayans). Nadie podrá declararse sorprendido si el debate vuelve al Congreso.
fuente INFOK