El último reporte epidemiológico emitido por el Ministerio de Salud vino acompañado por un número impactante: son 1.002.662 el total de casos confirmados COVID-19 en la Argentina, tras 214 días de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, esquema que entró en rigor el 20 de marzo último. El primer caso en el país fue informado el 3 de marzo, un hombre de 43 años que había viajado por Italia y España y atravesó de forma leve la enfermedad.
Siete meses después, el número de contagiados diarios nunca paró de crecer y lo mismo sucedió con los fallecidos. Tanto es así que la nación está quinta a nivel mundial en número de casos confirmados según datos recopilados por la Universidad Johns Hopkins, sexta en el ranking por número de infectados de acuerdo al sitio web especializado en estadísticas Worldometers y décimo quinta en muertos por millón de habitantes en todo el mundo, con 590 fallecidos por millón, también según Worldometers.
En las últimas 24 horas, fueron confirmados 12.982 nuevos casos de COVID-19, lo que da un total de 1.002.662 positivos en el país, de los cuales 803.965 son pacientes recuperados y 159.695 son casos confirmados activos. A su vez se informaron 451 nuevas muertes, 251 hombres y 198 mujeres. Al momento la cantidad de personas fallecidas por el nuevo coronavirus asciende a 26.716.
Con estos registros y si se toma un promedio de los últimos siete días, Argentina es el país con más muertos por millón de habitantes, de acuerdo a las cifras brindadas por el sitio web especializado en estadística en tiempo real Our World In Data, tomando en cuenta solamente países con más de un millón de habitantes.
A la hora de trazar las estadísticas, los expertos utilizan medias móviles para acceder a aproximaciones más precisas de la situación epidemiológica, independientemente de los picos y valles que muestran las curvas por razones que no están estrictamente vinculadas al comportamiento y al avance de la enfermedad en una región determinada.
Los especialistas coinciden en que el país testea poco. De acuerdo a los datos suministrados por el Ministerio de Salud, se realizaron 2.626.406 pruebas diagnósticas para esta enfermedad, lo que equivale a 57.880 muestras por millón de habitantes desde el inicio de la pandemia y los fines de semana incluso se realizan menos pruebas diagnósticas que en el resto de la semana. Si se suman estos factores a la demora en la carga de los datos en el AMBA y en las provincias, el dato estadístico del cuadro epidemiológico en tiempo real en la Argentina puede verse expuesto a imprecisiones. Para el físico e investigador UBA CONICET y asesor del gobernador Axel Kicillof, Jorge Aliaga, “en Argentina ya deben haberse contagiado de COVID-19 entre 5 y 8 millones de personas a pesar de que se han confirmado por PCR o por nexo epidemiológico 1 millón”.
Para el experto, esto tiene que ver con el bajo número de testeos diarios realizados. Al mismo tiempo destacó que la cuarentena temprana de marzo fue fundamental y ampliamente beneficiosa: “Las medidas de aislamiento han permitido que los casos se produzcan a una velocidad baja y con esto se logró el objetivo de no saturar el sistema de salud y poder dotarlo de equipamiento para hacerle frente a la pandemia”, manifestó, consultado por Infobae.
Los datos que ofrecen las autoridades sanitarias de todo el mundo dependen del número de testeos; de la estrategia para detectar casos; si se analizan también a los asintomáticos; si se contabilizan a los contactos estrechos de un infectado aunque su círculo no haya sido testeado; y de la cantidad de personas que acuden al servicio de salud presenten o no síntomas, entre otros factores.
Estas estadísticas permiten realizar un análisis estimativo del nivel de circulación viral que hay en la sociedad; precisar el grado de positividad sobre testeos realizados y junto con los datos de mortalidad del coronavirus, llegar a conclusiones sobre la efectividad de las medidas sanitarias que llevan a cabo el Gobierno Nacional y las autoridades provinciales y municipales.
En este contexto, Infobae consultó a expertos tanto en la gestión epidemiológica como el doctor Eduardo López, prestigioso médico infectólogo ampliamente citado por el presidente Alberto Fernández, por su famosa frase: “Uno va a buscar el virus, el virus no va a buscar a uno”; a la médica infectóloga Isabel Cassetti, directora de Helios Salud; al físico, investigador UBA y CONICET Jorge Aliaga, especialista en modelados epidemiológicos y asesor del gobernador bonaerense Axel Kicillof, y a Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Químicas, especialista en análisis de datos y bioinformático, que sigue la evolución y propagación del COVID-19 en la Argentina y en el mundo.
Eduardo López, médico infectólogo. Integra el Comité de Expertos que asesora al presidente Alberto Fernández
La primera política que se hizo bien fue la primera medida, es decir la cuarentena precoz, preventiva, que fue exitosa, y abarcó las primeras dos/tres cuarentenas que permitieron desde el 18 de marzo dotar al equipo y sistema de salud que estaba muy desmadrado, y al mismo tiempo comprar los kits diagnósticos que en la Argentina no había.
Lo segundo que se hizo bien también fue que el Presidente se ponga al frente de la pandemia, encabezando todos los anuncios. El pecado original que nunca pudimos superar fue la baja intensidad de los testeos. Cuando se comenzó el plan detectAR fue muy útil pero en algunas áreas no se hizo rápidamente, y el virus avanzó y se propagó muy rápidamente. Argentina tiene pocos testeos por millón de habitantes, no se hacen con la intensidad que se deberían hacer, y no vamos a buscar lo suficiente a los asintomáticos y contactos estrechos.
El sistema de salud respondió muy bien. Expertos en estadísticas decían que el AMBA colapsaría los primeros meses y esto no ocurrió. Las camas críticas no colapsaron. Tampoco colapsó cuando se intensificó el brote en los barrios populares. Y se trabajó tan bien en los asentamientos precarios que la mortalidad en estos lugares terminó siendo muy baja.
El brote tan importante en las provincias del interior -nadie se lo esperaba- mostró que los sistemas de salud pudieron responder bien allí también, pero el problema fue que no hubo cuarentenas estrictas sino que fueron más bien ligeras y dentro de este sistema algo que se hizo mal fue establecer cuarentenas de cumplimiento imperfecto. Cuando una parte de la población no cumple, esos esquemas son dañinos, la peor de las cuarentenas es aquella que no se cumple, porque es la que peor resultados termina dando.
En el interior, en ciudades como Jujuy, Mendoza o Rosario, se complicó mucho todo cuando implementaron fases 3, más flexibles. Esto sucedió también en el AMBA.
10 mil millones de pesos serán destinados en el presupuesto 2021 para el plan detectAR, esta es una muy buena noticia. Hay que ir a testear 14 días de forma permanente. La OMS dice que cuarentenas cortas, muy restrictivas, con mucho rastreo y testeo son la mejor respuesta a los brotes.
En la Ciudad de Buenos Aires por ejemplo, el 20% de las muertes son de geriátricos, pero en estos lugares se logró contener la situación gracias al detectAR.
Por otro lado, tenemos un muy alto porcentaje de positividad en los testeos. La OMS dice que esto es porque hay que aumentar el número de personas testeadas. La tasa de letalidad es muy alta en la Argentina y es porque testeamos muy poco, ya que si lo haríamos con mayor énfasis, los casos confirmados serían muchos más, y por ende los muertos en relación al total de infectados sería mucho menor. Tenemos mortalidad mínima, como sucede en Alemania. Cuando se llega a una tasa de positividad del 10% es que se controló la pandemia. En Argentina estamos en un 61% de tasa de positividad.
Lo que se hizo mal fue la búsqueda de contactos estrechos, el rastreo y lo poco que se testea en general. También sucedió que en el interior y en un momento también en AMBA no se implementaron cuarentenas más estrictas.
Jorge Aliaga, físico, investigador UBA y CONICET e integrante del comité de asesores del gobernador bonaerense Axel Kicillof
Para mí, lo que se buscó fue evitar la saturación del sistema de salud. Las medidas de aislamiento han permitido que los casos se produzcan a una velocidad baja y, salvo algún caso aislado, el sistema de salud no colapsó. Ese objetivo se logró en especial en el GBA que era la zona que estaba más en riesgo por la cantidad de habitantes.
No se logró en general bajar la cantidad de casos. La cantidad de muertos es proporcional a la cantidad de casos, y la edad de los afectados. Si no se bajan los casos, no se baja la cantidad de fallecidos.
Se aceptó, como lo explicó por ejemplo el Ministro de Salud porteño Fernán Quirós en varias entrevistas, la demanda de la gente, el cansancio. Se dejó de privilegiar la salud y se puso en consideración la situación económica. Se fueron retomando actividades sin bajar los casos, lo que mantuvo siempre alta la cantidad de contagios en el AMBA.
Desde julio eso se trasladó al resto del país, que había retomado sus actividades sin tener incorporado el concepto de que cualquier persona que tuviera contacto con el AMBA podía estar contagiando, sin importar si tenía síntomas.
También ese cansancio fue tomado por la oposición, en conjunto con posiciones negacionistas, lo que debilitó el margen de los gobiernos nacional y locales para tomar medidas que bajaran los casos.
Se debieron usar estrategias para rastrear y aislar casos asintomáticos. En lugar de eso se siguió la demanda de testeos de casos sintomáticos que podían ser diagnosticados por clínica.
Se debió controlar el cumplimiento estricto de los 14 días de aislamiento de todos los repatriados en abril, es especial en el GBA.
Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Químicas, especialista en análisis de datos y bioinformático
Es bastante fácil ahora identificar qué estuvo bien y qué estuvo mal y qué se podría haber hecho distinto, pero no era tan fácil en un primer momento. Primero puedo destacar que la cuarentena temprana fue muy exitosa y bajó los casos a cero en casi todo el país. El único lugar en donde no se logró bajar a cero fue en el AMBA. Esto significa que luego el control de los brotes sería más fácil para sostener en el tiempo y que la realidad actual y con ese panorama se hubiera logrado tener al país libre de COVID.
En el AMBA esto no se logró en parte porque no se sostuvo lo suficiente la cuarentena estricta. Si se hubiera mantenido una o dos semanas más sin empezar a levantar restricciones de la movilidad y del trabajo, se podría haber logrado contener mejor y más tiempo al virus SARS-CoV-2. El otro gran problema fueron los repatriados y el bajo control de su aislamiento, especialmente de los que no presentaban síntomas. Se creía que este grupo no contagiaba.
Hubo otro momento clave que fue junio, donde empezamos a ver que el resto del país estaba libre del virus salvo Chaco, pero empezaron a aparecer brotes en las distintas provincias producto de personas que viajaban desde el AMBA. Se podrían haber implementado medidas más fuertes del control del transporte, que no se hicieron. Nosotros advertimos en ese momento que había que evitar que el SARS-CoV-2 se propagara por todo el país, cosa que terminó pasando. La combinación de la falta de control de transporte interjurisdiccional sumado a que en las provincias había una altísima circulación de personas, cada vez más actividades permitidas y pocos cuidados, por los pocos casos que se presentaban, una combinación que hizo que crecieran muy rápido los números de infectados.
Otro problema fue que en el AMBA, con el altísimo número de casos que había, se seguían flexibilizando actividades y se seguía incrementando la movilidad de las personas, con un número muy elevado de casos diarios. Este descenso que estamos viendo ahora en esta región hubiera sucedido mucho antes, si se hubieran mantenido esos cuidados durante más tiempo. La altísima circulación viral facilitó la propagación del virus por todo el país.
A partir de julio, agosto, las medidas anunciadas para el interior, se deberían haber tomado mucho antes. Las autoridades ya veían antes que el número de casos aumentaba de manera muy rápida, muy peligrosa y que en muchos lugares no había ni hubo camas de terapia intensiva durante mucho tiempo, como sucedió en muchas localidades de Jujuy, Córdoba, Rosario, Mendoza y Salta capital, se deberían haber tomado mucho antes todas esas medidas que anunció el Presidente hace pocas semanas. No tomar medidas a tiempo hace que uno tenga que tomar medidas mucho más duras y durante mucho más tiempo para poder controlar la circulación viral.
Otro gran problema que tuvimos fue que al seguir propagando la supuesta cuarentena que claramente se iba flexibilizando cada vez más, hubo mucha gente que la cumplió al pie de la letra, pero llegó un momento en el cual se empezó a pensar que la cuarentena no funcionaba ya que los números y muertes aumentaban sin control y lo que en realidad sucedía era que no se cumplía lo suficiente. Hubiera sido mejor un esquema de cuarentenas más cortas y apostar a que el acatamiento sea mayor, que a intentar prolongar lo más posible las restricciones con un porcentaje de acatamiento que fue decayendo con el tiempo.
Todo este análisis es muy fácil con el diario del lunes, y en mi caso particular en su momento de muchas de estas cosas que nombré no me di cuenta. El control de los repatriados en los hoteles por ejemplo no lo tuve en cuenta. Al final lo que hemos tenido fue una mezcla de políticas que apuntaban o a aplastar la curva, es decir llevar los casos a cero y/o a solamente evitar la saturación de los hospitales. Esas contradicciones han sido bastante problemáticas sobre todo a la hora de comunicarle a la sociedad por qué y para qué eran necesarias las distintas medidas y por qué el acatamiento fue mucho menor a la medida que fue pasando el tiempo.
Isabel Cassetti, médica infectóloga directora de Helios Salud – Paula Rodríguez Iantorno, infectóloga Helios
Distintos países en el mundo establecieron distintos criterios para implementar las cuarentenas: las hubo muy restrictivas, restrictivas, medio altas, medias y sin restricciones. Las respuestas a cada una se fueron conociendo sobre la marcha. Cada equipo de gobierno eligió su equipo de asesores y actuaron en consecuencia conociendo la epidemiología, infraestructura y el comportamiento social propio de cada país. No todas las sociedades tienen la educación y el respeto por las autoridades, ni la auto disciplina. Cada país fue tomando la decisión oportuna para cada sociedad.
En América Latina el aislamiento prácticamente comenzó al mismo tiempo, a mediados de marzo. El aislamiento sanitario en la Argentina fue una medida que tuvo varios ejes fundamentales: la prevención de la transmisión, de los contagios y el otro fue el de mejorar la infraestructura sanitaria, de un sistema de salud bastante heterogéneo y desigual en todo el país, con los 3 sistemas, público, privado y el de las obras sociales. Esta medida prematura permitió poner a punto dentro de lo que se pudo al sistema de salud, que sufre una gran desinversión que viene de años.
La compra de insumos y recursos médicos fue otra estrategia fundamental. Se entablaron convenios y contratos para hacer grandes compras en un momento en donde todos querían acceder a estos equipamientos.
Argentina no fue el único país que hizo cuarentena extensa. Australia y Nueva Zelanda fueron naciones que implementaron esquemas similares, y en nuestra región Colombia, Venezuela, Perú, etc. también. Argentina tiene una realidad bastante heterogénea por su carácter federal, y esto hace que el análisis sea más complejo.
La primer ventaja de esta cuarentena fue que nos permitió no tener un pico de casos inicial de manera exponencial, como se observó en países europeos por ejemplo. Gracias a esto no se saturó el sistema de salud, y esto permitió hacer una inversión y poder sobrellevar los casos que fueron apareciendo de forma progresiva. El primer objetivo no era que no hubieran casos, sino que no sucedieran todos en un corto tiempo. Hoy llegamos al millón de casos confirmados, pero estamos convencidos que seguro sean muchos más.