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Por miedo a la “Formosa de Insfrán”, no pudo viajar a darle el último adiós a un familiar

- El 21 de abril del 2020, imprevistamente, en plena pandemia y aislamiento social por el coronavirus, nuestro cuñado falleció debido a un infarto. Quiso la vida que esto ocurriera en Riacho He He, un pequeño pueblo del interior de Formosa. “La Formosa de Insfrán”.

Quiso la vida que toda su familia, hermanos, sobrinos y cuñados, estuviésemos en otra provincia. Somos del norte de Santa Fe. Situación que, ante las políticas implementadas en Formosa, hace que tengamos vedada toda posibilidad de ingreso, aún con PCR negativos, y estemos sujetos a ser confiscados en un centro de aislamiento, vaya a saber uno, en qué localidad de esa provincia.

Quiso la vida que la pandemia se prolongara. Y, quiso Insfrán aplicar “sus propias leyes” en “su territorio” y de acuerdo a “sus” criterios de lo que es una República.

Quiso la vida que el matrimonio de nuestro cuñado y hermana no tuviera hijos, por lo tanto hoy ella vive sola con sus 77 años, en el interior de la provincia de Formosa, contenida por sus invalorables amigos (a quienes no nos alcanzará la vida para agradecer y retribuir todo el bien que hacen.) Hoy, además del inicio del otoño en el hemisferio Sur, se cumplen 11 meses de la partida física de nuestro cuñado.

No hemos podido viajar para despedir sus restos. Pero, lo más importante, no hemos podido llorar junto a nuestra hermana y también, porque no, reír con las anécdotas y recuerdos con que la vida quiso enriquecernos. Tampoco hemos podido acompañarnos en el duelo y en muchas decisiones que ella tuvo y tiene que tomar y resolver en el día a día.

Quiso la vida que nuestro perfil familiar no sea buscar protagonismo ni la autorreferencia, pero sentimos que necesitamos gritar nuestra impotencia y nuestro dolor por las políticas aplicadas arbitrariamente, ajenas a las necesidades profundas de los ciudadanos. Políticas rígidas que no permiten considerar situaciones que salen de los moldes y patrones establecidos en ese territorio provincial y, se llevan por delante todo vestigio de derecho humanos.

Es verdad que hay situaciones mucho más crueles que la que nos tocó en suerte vivir como familia. Casos que tomaron estado público porque las decisiones políticas implementadas con respeto a la circulación de ciudadanos en esa provincia, llegaron hasta el extremo de costar la vida de personas.

Pero quiero expresar que, detrás de esos casos terriblemente dolorosos e injustos, hay muchas historias como la nuestra, de profundo desgarro afectivo. Nuestra hermana es luchadora y valiente, pero vemos cada día que la tristeza y la soledad están llevándonos ventajas . Hoy, necesitamos hacer visible nuestra situación y que alguien nos mire como “ciudadanos” de un país donde, no sólo hemos nacido, sino hemos elegido vivir.

Antes de que nos lo quiten, ¿tenemos todavía derecho a preguntarnos si aún tenemos derechos?.

Yolanda Agretti

AVELLANEDA, SANTA FE

diario el COMERCIAL

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