“El aborigen molesta porque pide por su gente”
Carlos Lazarte es aborigen y está orgulloso de serlo. Es humilde, de pocas palabras y de mirada profunda. Es chaqueño, es wichí, y nació en el pueblo de Pompeya, en el corazón del impenetrable. Actualmente vive en El Sauzal, su último destino como policía hasta que lo desafectaron.
Hace algunas semanas Lazarte subió un vídeo a sus redes sociales que se hizo viral. En ese vídeo solicitaba su reincorporación a la Policía del Chaco.
Carlos era personal de seguridad, con el grado de cabo, y fue desafectado por cuestiones desconocidas por él. Sus superiores nunca le comunicaron los motivos de tal decisión.
En el video, Carlos le pide al gobernador Capitanich su reincorporación para volver a trabajar.Su único pecado fue solicitar los insumos para el destacamento policial y un medio de movilidad. Su destacamento en El Sauzal (dónde trabajaba como único efectivo) depende de una comisaría Wichí que está a 35 kilómetros, por caminos de tierra que cuando llueve se vuelven intransitables.
Hace más de 15 años que la policía chaqueña tiene un cupo para el ingreso de aborígenes wichi. Una medida fundamental para las comunidades dónde se habla muy poco el español. Además, es una manera efectiva de comprender las características de una comunidad con tradiciones y costumbres muy diferentes a las de los criollos. Pero a pesar de las bondades de esa decisión, lo cierto es que muy pocos han logrado llegar a entrar a la fuerza y los pocos que quedan o se están yendo o los están sacando ¿Por qué? Porque según los líderes wichi “el aborigen molesta porque pide por su gente, porque es solidario”.
En el Sauzal el sueldo de Lazarte era prácticamente el único sueldo en blanco de la zona donde el trabajo formal casi no existe. Con su sueldo, Carlos hacía ollas populares para su gente. Desde hace meses esa gente se quedó sin esa comida y sin su policía.
El caso de Lazarte no es un hecho aislado, otros aborígenes también fueron separados de la fuerza y otros aspirantes, aunque aprobaron todos los exámenes de ingreso son rechazados en la última instancia con excusas tan absurdas como, por ejemplo, tener un tatuaje cuando otros aspirantes, no aborígenes, pueden entrar teniéndolos.
Acompañamos a Carlos a recorrer su pueblo y, al hacerlo, lo único que se ve es pobreza y ausencia del Estado. La marginación y el olvido es la característica general en la zona y parece que al intentar visibilizar y mejorar esa realidad un funcionario público merece el desprecio y no el apoyo.
Carlos quiere volver a su puesto de trabajo. Tiene vocación policial y todos en El Sauzal lo quieren y respetan. No entiende qué pudo haber hecho mal si solo dedicó su vida a su pasión.
Sabe que seguramente la respuesta no tiene que ver con su tarea sino con su origen. El aborigen molesta cuando pide lo que le corresponde, cuando pide dignidad, agua potable, caminos, médicos, asistencia social en medio de la crisis.
El aborigen molesta y la respuesta parece ser la misma de siempre, empujarlos al olvido.