Se formalizó el «staff level agreement», que deja en claro que el refuerzo monetario recién llegará tras las PASO. Debaten cómo afrontar el próximo pago
El acuerdo con el FMI está, pero ¿Llegarán con yuanes a cumplir?
Todo muy lindo tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, pero… ahora, ¿quién pone los u$s3.500 millones que se vencen entre el lunes 31 de julio y los primeros días de agosto? Es la pregunta que todos se hacen después del comunicado emitido por el organismo de crédito, donde queda en claro que no habrá desembolsos hasta después de las PASO.
Por cierto que es una situación que no le resultó sorpresiva al ministro de economía, Sergio Massa, quien esta semana ya había anunciado que el «monto importante» -se supo este viernes que se trata de u$s7.500 millones- no estaría disponible para el país antes de la tercera semana de agosto, dado que se necesita cumplimentar los pasos burocráticos, que culminan con la reunión del directorio del FMI.
Casualmente, esa reunión implicará que el desembolso se produzca cuando ya se conozcan los resultados de las PASO, lo cual llevó al mercado a la especulación respecto de si las negociaciones, de allí en adelante, incluirán también al candidato mejor perfilado de la oposición.
Lo que está claro es que no habrá efectivo de corto plazo. El dinero que ingrese en agosto, en definitiva, equivaldría a la suma del pago que no se efectuó en junio, más el que correspondería para la próxima revisión de septiembre.
Desde ese punto de vista, es dinero que compensaría lo que Massa tuvo que gastar en yuanes hace un mes. Pero, además, alcanzaría para cubrir los vencimientos de septiembre y octubre, respectivamente por u$s918 millones y u$s2.638 millones. En otras palabras, el dinero necesario para llegar a la primera vuelta electoral sin que el país incumpla un pago, pero no dejará un remanente de «fondos frescos», como era la aspiración original de Massa.
Claro que hablar de la tercera semana de agosto es hablar de largo plazo para un país que tiene un calendario de pagos con vencimientos inminentes y las reservas del Banco Central en terreno negativo por u$s8.000 millones. La pregunta, en consecuencia, es qué hará Massa esta vez.ante otro vencimiento para el cual no hay dólares con que pagar. Hasta el momento, se ha mostrado creativo para eludir las fechas clave sin caer en un default formal con el Fondo, algo que sería letal para la reputación crediticia de Argentina.
Y una de las versiones que corren con insistencia en la city es la posibilidad de que se recurra a un crédito «puente» con alguna de las instituciones hermanas del FMI, como el Banco de Desarrollo de América Latina, conocido como CAF, que podría aportar u$s1.000 millones.
Tampoco se descarta la posibilidad de que Massa negocie un pedido especial de postergación del pago, ahora que se formalizó el «staff level agreement» y que el país ya tiene garantizado el ingreso de u$s7.500 millones en el corto plazo.
Recurso de los yuanes ¿Pasó por la cabeza del titular de economía?
Pero la opción que todos están mirando en este momento es la posibilidad de volver a usar los yuanes provenientes del swap con el Banco Central de China. Ya había echado mano a ese recurso en junio pasado, cuando usó el equivalente a u$s1.000 millones del swap, para hacer frente a un vencimiento total por u$s2.600 millones.
En el caso de que se decida volver a utilizar ese recurso, sería necesario obtener la aprobación explícita de China para activar el tramo adicional de u$s5.000 millones negociado por Massa durante su reciente visita a Beijing.
El swap, originalmente previsto para financiar el comercio bilateral, ya lleva gastados más de u$s3.000 millones del primer tramo, con lo cual sería necesario pasar a la segunda fase del acuerdo. Y el pedido de ayuda financiera a China no es un tema exento de controversia política.
Por un lado, supondría el alejamiento de las turbulencias cambiarias a corto plazo, algo que el Gobierno valora particularmente, dado el contexto de campaña electoral y el convencimiento de que nunca un candidato oficialista puede ganar después de una devaluación.
Pero lo que no aparece tan claro a primera vista es cuáles pueden ser los costos a largo plazo de un «salvataje» financiero que le genere a Argentina mayores obligaciones con China.
¿Hay costos ocultos?
Están, para empezar los costos financieros. El hecho de usar los yuanes de las reservas para realizar pagos -ya sean para saldar importaciones como para cancelar préstamos con el FMI- tiene en la práctica una misma consecuencia: el swap se transforma en un crédito.
Y ahí es donde empieza el problema. Muchos economistas de la oposición, críticos de los tratos con China, se quejan de la opacidad de esos convenios, e insinúan que la tasa de interés a pagar por los salvatajes podría llegar al 7%, a pagar en plazos más cortos que los del FMI.
Aunque típicamente la tasa del FMI era la más barata disponible en el mercado de capitales y rondaba el 2% anual, lo cierto es que para el caso argentina los números no marcan tanta diferencia con lo que China suele cobrar a sus deudores. Dado que el componente variable de esa tasa -la fluctuación de los DEG- se ha encarecido, y además se agrega un sobrecargo de tres puntos, ha subido el costo financiero para el país.
Pero lo cierto es que, más allá del debate sobre la conveniencia económica de cambiar de acreedor, hay un trasfondo político que recién empieza a emerger en el debate. Por lo pronto, Luciano Laspina, uno de los probables «ministeriables» de Patricia Bullrich, adelantó que pondrá en revisión todos los acuerdos con China.
«No hay ninguna información pública de lo que se está negociando para contraprestación. No hay información ni siquiera sobre cuál es la tasa de interés que se está pagando por los 5.000 millones de dólares que se van a usar de deuda con China», dijo Laspina, quien considera que el programa económico de Massa cambió la dependencia del FMI por el «respirador artificial» chino.
Y recordó que el primer trato con China -el swap de monedas de 2014 que permitió reforzar las reservas hacia el final de la gestión de Cristina Kirchner- implicó «la entrega de una base de observación espacial en la Patagonia para poder llegar al final del mandato, de modo tal que no quiero imaginar lo que estaremos entregando ahora».
Lo cierto es que sobran pistas respecto de la competencia entre Estados Unidos y China respecto del posicionamiento argentino. En su momento causó revuelo político la advertencia que había hecho la general Laura Richardson ante el Atlantic Council, respecto de por qué el gobierno estadounidense no debería desestimar la importancia geopolítica latinoamericana: la militar destacó particularmente el «triángulo del litio» entre Argentina, Chile y Bolivia, donde se concentra el 60% de ese recurso.
Coincidentemente, China sigue dando pasos en sus inversiones en los yacimientos de litio argentino. Se acaba de conocer que la empresa china Zijin Mining Group Co. está en conversaciones avanzadas para construir una planta en Argentina que convertirá algunas de las enormes reservas de litio del país en cátodos para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos.
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