Bolivia, uno de los países más pobres de América del Sur, se enfrenta a una crisis de escasez de dólares que está disparando la inflación en el país. Esta crisis se asemeja a la situación que vive Argentina desde hace años.
El elevado déficit fiscal, que ha superado el 8% del PIB, y la caída en los ingresos por exportación de gas, principal rubro de exportación del país, han provocado que Bolivia tenga que recurrir a sus reservas internacionales para subsidiar precios del combustible y mantener su programa social. Esto ha agotado las reservas en dólares del Banco Central, que han pasado de US$15.000 millones a apenas US$153 millones.
Con pocas reservas, Bolivia ya no puede controlar la variación del dólar, que se ha disparado en el mercado paralelo, generando escasez y aumentos de precios. Esto ha impactado la inflación, que alcanzó el 9,5% interanual en noviembre, un nivel muy alto para los estándares bolivianos.
La población sufre la falta de combustibles, especialmente diésel, y hay filas para conseguir alimentos básicos subsidiados. Los comerciantes buscan dólares para importar productos y protegerse de la devaluación, al estilo de lo que ocurre en Argentina.
A pesar de los esfuerzos del gobierno por controlar la inflación, como la creación de empresas estatales que importan y distribuyen alimentos a precios subsidiados, la crisis cambiaria representa un duro golpe a la economía boliviana.