Resulta preocupante que un grupo de diputados radicales se haya distanciado del pensamiento y acciones tradicionales de su partido, para alinearse abiertamente con el gobierno de Javier Milei. Estos llamados «radicales con peluca» han demostrado estar dispuestos a anteponer sus intereses políticos personales por sobre los principios y valores que deberían regir el accionar de la Unión Cívica Radical.
El anuncio de que organizan un acto de «apoyo» al presidente Milei es sumamente cuestionable, el que se haría para finales de febrero. Más aún cuando se sabe que este grupo de legisladores, encabezados por Mariano Campero, fueron clave para impedir que la oposición pudiese insistir en algunas leyes sociales vetadas por el Ejecutivo, como la mejora jubilatoria y el financiamiento universitario.
Ahora, estos diputados radicales buscan «blindar» parlamentariamente al gobierno de Milei, con el objetivo de facilitar la implementación de su agenda.
Campero incluso justifica la necesidad de eliminar o suspender las PASO, argumentando un contexto de «crisis social» que no permitiría ese gasto, pese a haber votado en contra de iniciativas que intentaban mejorar las condiciones de los sectores más vulnerables.
Esta actitud, lejos de fortalecer la democracia y el sistema de pesos y contrapesos, parece responder a una lógica de subordinación a los intereses del oficialismo.
Resulta cuestionable que dirigentes del radicalismo, en lugar de ejercer un rol de crítica y contrapeso constructivo, se hayan plegado de manera tan abierta al proyecto político de Milei.
La sociedad merece partidos políticos que actúen con verdadera independencia y convicción, anteponiendo los intereses generales por sobre las mezquindades y cálculos electoralistas.
Lamentablemente, este grupo de radicales parece haber sucumbido a la tentación de obtener beneficios políticos a costa de traicionar los principios fundacionales de su espacio.