Las protestas en Turquía continúan por sexto día consecutivo, desatadas tras la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, acusado de corrupción, un cargo que él y sus seguidores consideran políticamente motivado. En respuesta a la creciente agitación, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha acusado a la oposición de «provocar» disturbios y ha calificado las manifestaciones de «movimiento de violencia».
Desde que comenzaron las protestas, más de 1,100 personas han sido arrestadas. Erdogan, en una conferencia de prensa, instó a la oposición a cesar las manifestaciones, afirmando: «Si tienen alguna dignidad, deberían sentirse avergonzados por el daño que han causado al país».
Imamoglu, líder del partido opositor Republicano del Pueblo (CHP), es visto como un fuerte rival de Erdogan, especialmente con miras a las elecciones presidenciales de 2028, donde ha sido confirmado como el candidato del CHP. A medida que las protestas han crecido en popularidad, muchos ciudadanos han expresado su descontento no solo por la detención del alcalde, sino también por la erosión de la democracia en el país.
Las manifestaciones han atraído a una amplia base de apoyo, incluyendo a jóvenes que buscan un cambio significativo en la política turca. A pesar de la creciente represión, los manifestantes se han mantenido firmes, desafiando la fuerte presencia policial y los intentos de dispersar las multitudes con gases lacrimógenos y cañones de agua.
La situación en Turquía refleja una creciente tensión entre el gobierno y la oposición, en un contexto donde la libertad de expresión y los derechos democráticos están bajo amenaza. Las protestas, que se han extendido a varias ciudades del país, indican un descontento generalizado hacia el liderazgo de Erdogan y su administración.