El mes de marzo trajo consigo un cambio de ritmo en la actividad económica de Argentina. Tras un febrero que había mostrado una mejora mensual del 0,8%, los primeros datos de marzo reflejan un retroceso en varios indicadores sectoriales.
Este freno se atribuye a dos factores principales: la aceleración de la inflación y las tensiones cambiarias que marcaron el período.
Hasta febrero, la economía había hilado diez meses consecutivos de crecimiento mensual, alcanzando niveles cercanos al techo de actividad de los últimos años.
Sin embargo, marzo presentó un panorama diferente. Según consultoras privadas, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) mostró una caída del 1% respecto a febrero, aunque con una mejora interanual del 5% en comparación con marzo de 2024.
Entre los sectores más afectados, se observó una disminución en la recaudación de impuestos internos, una caída del 9,3% en las importaciones de bienes de consumo y una baja significativa en la confianza del consumidor.
Además, las ventas de bienes durables y los indicadores de producción industrial tampoco ofrecieron señales alentadoras.
Este contexto de incertidumbre, combinado con las expectativas de un cambio en el régimen cambiario y la aceleración inflacionaria, plantea desafíos importantes para los próximos meses.
A pesar de ello, el primer trimestre del año cerraría con un crecimiento interanual del 5,8%, lo que deja abierta la posibilidad de una recuperación si se logran estabilizar las variables macroeconómicas.