El conflicto entre Israel e Irán ha alcanzado un nuevo nivel de tensión tras una serie de ataques aéreos israelíes en territorio iraní.
Los bombardeos, que han impactado en diversas infraestructuras militares y nucleares, han dejado un saldo alarmante de heridos y muertos.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han intensificado sus operaciones, afirmando que no cesarán hasta desmantelar las capacidades bélicas de Irán.
A medida que los ataques continúan, se han reportado más de 170 heridos en diferentes áreas, con residentes de Teherán huyendo hacia zonas más seguras. Las FDI han instado a la población israelí a permanecer cerca de refugios, dado que se han detectado nuevos misiles lanzados desde Irán.
En medio de esta escalada, la situación política se complica aún más. Un funcionario estadounidense ha revelado que el expresidente Donald Trump rechazó un plan de Israel para asesinar al líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei.
Trump, preocupado por el riesgo de un nuevo conflicto en Medio Oriente, dejó claro que prefería mantener a Estados Unidos al margen de esta situación. A pesar de su rechazo, se confirmó que Estados Unidos ha estado ayudando a interceptar misiles iraníes dirigidos a Israel.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha justificado las acciones de su país como necesarias para evitar un potencial «holocausto nuclear», recordando la amenaza que representa Irán.
Sin embargo, las tensiones no solo se limitan al ámbito militar; también hay un fuerte componente político, con llamados a la movilización masiva en apoyo a Cristina Kirchner en Argentina, lo que refleja la interconexión de los conflictos en la región.
Este panorama tenso plantea un futuro incierto, donde tanto las decisiones militares como las políticas tendrán repercusiones significativas en el equilibrio de poder en el Medio Oriente