En el vasto y complejo entramado de la justicia argentina, el Tribunal Oral en lo Penal Federal N.º 4 ha dictado una sentencia que resuena como un eco en los corredores de la historia. Lázaro Báez, empresario envuelto en las tenebrosas sombras de la corrupción, ha visto cómo se amalgaman sus condenas en un único destino: 15 años de prisión, un castigo que, a la luz de las evidencias, parece un adecuado tributo a las ofensas cometidas.
La resolución de los jueces Ricardo Basílico, Néstor Costabel y Fernando Canero no es un mero trámite, sino un acto de firmeza que amalgama dos causas emblemáticas: la «Ruta del Dinero K» y el fraude en la obra pública, conocido en los anales como el caso de «Vialidad». Así, la década de oscuridad y desvíos se ve sintetizada en una única y contundente pena.
La Fiscalía, en su elocuente exposición, argumentó la necesidad de unificar las condenas, resaltando que los ilícitos, aunque distintos, conforman un mosaico de corrupción que no puede ser fragmentado. Mientras, la defensa de Báez, con el ímpetu de quien busca evitar el abismo, clamó por una pena menor, alegando que los delitos ya habían sido considerados en la sentencia de lavado de activos.
La decisión de unificar las penas, en este laberinto judicial, no es sino un reflejo de la gravedad de las acciones de Báez, quien, en su papel de titán de la construcción, utilizó recursos y mecanismos que desnaturalizaron la legalidad, creando sociedades pantallas en paraísos fiscales, como un arquitecto de la opacidad.
Así, bajo el peso de una multa que asciende a 329 millones de dólares, la justicia se manifiesta en su forma más cruda y contundente. Lázaro Báez, atrapado en este entramado de delitos, permanecerá en prisión, una figura que personifica la lucha contra la corrupción en un país que anhela la transparencia y la rectitud.
El camino hacia la redención parece arduo, y la posibilidad de apelar ante la Cámara Federal de Casación se presenta como un último recurso en esta saga judicial. No obstante, la unificación de penas es un acto que, en su esencia, busca restaurar el orden en un sistema que ha sido, en ocasiones, un reflejo distorsionado de la misma justicia.