En un discurso cargado de intensidad y convicción, el presidente Javier Milei ha desnudado las causas detrás de la tumultuosa volatilidad del dólar en las últimas semanas, señalando con el dedo acusador a dos bancos que, según él, han jugado un papel crucial en esta “corrida” financiera.
En una reciente aparición radial, el líder argentino no escatimó en palabras al advertir sobre la dinámica que han creado las entidades financieras tras la eliminación de las Letras de Financiamiento de la Inversión (LEFI), un mecanismo que, hasta hace poco, servía para gestionar la liquidez en el sistema.
Milei, con su característico estilo directo y sin filtros, expuso que la inestabilidad cambiaria y las fluctuaciones en las tasas de interés han sido orquestadas por estos bancos, que han manipulado la situación a su favor. “Nosotros laburamos para la gente, no para los bancos”, sentenció, dejando claro su desagrado hacia el sector privado que, en su opinión, ha exacerbado la tensión en el mercado cambiario.
La eliminación de las LEFI, un paso que el gobierno había anunciado con antelación, se tradujo en un exceso de liquidez en el mercado, propiciando una caída en las tasas de interés y, a su vez, presionando el tipo de cambio.
Milei explicó que la falta de acción por parte de los bancos para desarmar sus posiciones en este instrumento financiero fue crucial en el desbalance que se generó. En su relato, los bancos se convirtieron en los villanos de la historia, acumulando liquidez para posteriormente financiar la corrida cambiaria que ha llevado al dólar a cotizaciones alarmantes.
El presidente no dudó en calificar a estos actores financieros de “perversos”, afirmando que su único objetivo es el poder, sin importarles el daño que puedan causar a la economía argentina. En su visión, la situación actual no es un mero incidente, sino una manifestación de un entramado complejo donde la avaricia de unos pocos pone en jaque la estabilidad de millones.
En un entorno donde las palabras de Milei resuenan con fuerza, su crítica a los bancos y su firme postura sobre la economía resalta la fragilidad de un sistema que, ante la menor sacudida, puede tambalearse en su totalidad.
La batalla por la estabilidad del dólar, entonces, se convierte en una lucha no solo económica, sino también política, donde los intereses de unos pocos parecen estar por encima del bienestar de la nación.