En un giro inesperado de los acontecimientos que remueve las aguas de la política europea, el célebre ‘Pfizergate’ vuelve a estar en el centro de la controversia.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se encuentra embebida en un torbellino de acusaciones tras la revelación de que los mensajes de texto intercambiados con el director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, sobre el monumental contrato de adquisición de vacunas, han, sorprendentemente, desaparecido.
Este acuerdo, que se erige como el más grande en la historia de la Unión Europea, contempló la compra de 1.800 millones de dosis de la vacuna contra el COVID-19, por un total asombroso de 35.000 millones de euros.
Tal magnitud despertó un interés desmesurado por desentrañar los entresijos de las negociaciones que llevaron a tal monumental pacto.
Sin embargo, las sombras comenzaron a cernirse sobre von der Leyen cuando se solicitó la divulgación de dichos mensajes.
En un acto que sentó un precedente inquietante, la Comisión Europea se negó a hacerlos públicos, lo que llevó a la prensa a acuñar el término ‘Pfizergate’, encapsulando así un escándalo de proporciones épicas.
En un contexto ya complicado, el diario The New York Times emprendió acciones legales contra la Comisión, invocando el derecho a la información pública. La situación se complicó aún más con la presentación de una demanda por parte del lobista belga Frédéric Baldan, quien acusó a von der Leyen de «usurpación de funciones y título», «destrucción de documentos públicos» y «corrupción». Este despliegue de acusaciones ha subrayado la tensión existente entre la voluntad de transparencia y las prácticas opacas del gobierno europeo.
La respuesta de la Comisión a tales acusaciones fue no menos que desconcertante: afirmaron que los mensajes habían sido «destruidos» o «perdidos» tras ser considerados irrelevantes.
Esta justificación ha generado una ola de escepticismo, ya que, según la CE, el dispositivo móvil utilizado por von der Leyen había sido reemplazado varias veces, y parte de la información no fue transferida a nuevos dispositivos.
En medio de este mar de incertidumbre, el presidente del directorio de Codelco, Máximo Pacheco, ha calificado la situación como «una vergüenza», revelando el descontento que este escándalo ha suscitado en la esfera pública. La moción de censura presentada contra von der Leyen, la primera en más de una década, es un reflejo del desasosiego palpable en la comunidad política europea.
Mientras se cierne sobre la presidenta de la CE la amenaza del escándalo, el futuro de su liderazgo pende de un hilo, y la necesidad de respuestas claras y contundentes se hace cada vez más apremiante.
En un momento en que la transparencia es más crucial que nunca, el ‘Pfizergate’ no es simplemente un capítulo en el libro de escándalos políticos, sino un llamado a la rendición de cuentas en un mundo que ansía confianza.