La empresa Lonmin amenazó con despedirlos. Un grupo reducido de empleados decidió volver al trabajo.
MARIKANA, Sudáfrica.- Los mineros desafiaron ayer la amenaza de despido de la empresa Lonmin y continuaron, por décimo día consecutivo, la huelga que causó 44 muertos en la mina sudafricana de Marikana, a unos 100 kilómetros de Johannesburgo.
La compañía accedió a extender hasta hoy el ultimátum dado a los mineros para volver al trabajo o afrontar el despido, debido a las «circunstancias actuales», en referencia a la extrema tensión que se vive en los alrededores de la mina.
En una demostración de fuerza, los directivos de Lonmin comparecieron en rueda de prensa junto al sindicato mayoritario, la Unión Nacional de Mineros (NUM), para exhibir las cifras de asistencia ayer a los puestos de trabajo en la mina.
El vicepresidente ejecutivo de Minería de Lonmin, Mark Munroe, dijo que la empresa logró reiniciar ayer su producción, aunque de manera «insignificante», y se congratuló de que el 27 por ciento de los empleados acudiera a sus puestos.
«La mayoría de los trabajadores no está en huelga, y no pudo ir a trabajar debido a la violencia que rodeó esta huelga ilegal», añadió el directivo.
La dirección no mencionó, sin embargo, la reunión de unas 3.000 personas poco antes en el campamento minero, donde los líderes de la protesta pidieron continuar la huelga hasta lograr sus demanda de mejora salarial, y recibieron el apoyo de jefes tribales de la zona, políticos de la oposición y organizaciones de la sociedad civil.
El nuevo ultimátum amenaza con tensar, aún más, la situación en la mina de Marikana y con agravar los conflictos entre los propios trabajadores, atrapados entre el riesgo de enfrentarse a los piquetes o perder su empleo.
«Tengo miedo de ser atacado por los demás», reconoció a EFE, bajo condición de anonimato, uno de los empleados de la explotación, que aseguró no secundar la huelga.
«Yo quiero volver a trabajar, pero no lo haré hasta que ellos (los huelguistas) me lo digan», dijo Aubrey Dambula, que trabaja en Lonmin desde hace seis años.
A última hora de la jornada de ayer, la Asociación de Trabajadores de la Minería y la Construcción (AMCU), sindicato minoritario que inició la huelga el pasado 10 de agosto, todavía no había alcanzado un acuerdo con la dirección de la explotación de platino.
Los huelguistas tienen previsto reunirse hoy y evaluar el ultimátum de Lonmin.
No obstante, miembros de los piquetes, que reclamaron permanecer en el anonimato, aseguraron a la agencia EFE que «nadie va a poder ir a trabajar mañana», en alusión a su intento de impedir el acceso a las instalaciones.
«Es mejor morir que seguir viviendo de esta manera. Vamos a seguir con la huelga, sería una traición a los mineros que han muerto», afirmó uno de los mineros en huelga.
Un número reducido de empleados se atrevió ayer a desafiar a los piquetes, que ya provocaron altercados al inicio de la huelga, en los que murieron seis mineros, dos policías y dos guardas de seguridad durante la semana pasada.
En el hospital «Andrew Saffy» de Marikana, que acoge a más de 70 heridos por los disparos de la Policía en los incidentes del pasado jueves, numerosos familiares consultaban hoy una lista con nombres de los heridos ingresados o los fallecidos.
Los familiares se están trasladando a la cercana ciudad de Rustenburg, donde ayer se reunió por primera vez el comité ministerial designado por el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, para coordinar los funerales y la ayuda psicológica a las familias.
«Nunca olvidaré lo que pasó aquí, es terrible lo que hizo la Policía», declaró a EFE Khonwa Yongeliswe, que viajó desde Cabo Oriental, a unos 1.000 kilómetros, para ocuparse de los restos de su cuñado, fallecido por disparos de los agentes el jueves.
En un tribunal de Pretoria, comparecieron hoy por primera vez más de 200 detenidos durante los disturbios de la huelga.
Un total de 34 mineros, armados con palos y machetes y que llevaban varios días en huelga, fueron acribillados por la Policía el pasado jueves, cuando un grupo de trabajadores cargó contra los agentes, que aseguraron actuar en defensa propia.
Otras diez personas fallecieron días antes durante disturbios previos a la masacre.
Sudáfrica declaró una semana de luto oficial, que se inició ayer y que finaliza el próximo domingo, por las 44 muertes.