CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). La clasificación de la Selección argentina de fútbol no pudo ocultar que Cristina Fernández obligó a los miembros del gabinete de ministros a apoyar a Amado Boudou en la celebración del 9 de Julio. Así y todo, el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, saludó tan fríamente al vicepresidente de la Nación, que confirmó una de las más duras intrigas palaciegas del mundo K.
Sin la prometida presencia de los presidentes de Bolivia, Uruguay y Venezuela, sin cadena nacional, en un recinto cerrado, con menos de 500 personas, elegidas entre políticos y funcionarios ultrakirchneristas, Amado Boudou trató de actuar un personaje, para el cual no le da el cuerpo ni la personalidad: un revolucionario hiperprogresista, algo complicado para un hombre con dudoso pasado en la UCeDé, que vive en Puerto Madero, se cree una estrella de rock, soñó con ser Presidente de la Nación y se encuentra procesado por quedarse con la empresa que imprimía billetes para el Estado y terminó expropiada por éste.
La conclusión es clara: Cristina Fernández protegerá a Amado Boudou, por defensa propia, no por amparo al vicepresidente de la Nación; siempre y cuando él no interfiera con sus planes de gobierno, con la gestión o ponga en riesgo la institucionalidad. Es mucho más de lo que merece el rockero frustrado… y de lo que era de esperar dentro del kirchnerismo.
Pese al apoyo, la Casa Rosada y los senadores del Frente para la Victoria no tuvieron problema en sacar de la Cámara alta al vicepresidente de la Nación para votar un insólito proyecto que protege de posibles embargos a reservas de otros países que estén depositadas en el Banco Central, pedido por el Gobierno chino antes del encuentro de los BRICS.
El proyecto de ley que protege las reservas de terceros países que están depositadas en el Banco Central fue una clara señal de la compleja sucesión de apuestas internacionales que juega Cristina Fernández, buscando “golpes de suerte” que le permitan llegar en forma desahogada a diciembre de 2015 o, en el mejor de los casos, revertir la actual situación de pesimismo y rechazo contra el Gobierno y su persona, algo que parece imposible de alcanzar, pero que el Gobierno sueña con lograr.
Hoy no hay reservas de otros países en el Tesoro del Banco Central, pero el Gobierno lanzó el proyecto de ley para impresionar en la negociación con los holdouts, pero sobre todo, para darle seguridad a China que analiza un pedido argentina de hacer un swap de renminbis (mal llamados yuanes) por pesos, dado el interés que tiene la comunidad china en la Argentina en ahorrar en su moneda nacional, no en pesos que se devalúan. A su vez, Beijíng aprovecharía los pesos para pagar las importaciones de soja y derivados que adquiere a nivel local.
Si bien el plan chino implica que dejarían de entrar dólares por muchas de las compras de sojas y derivados que realizan a la Argentina, en el Palacio de Hacienda tiene planes de registrar los yuanes como reservas, cuando no lo son, con el fin de compensar la merma constante de divisas que se produce desde 2011. En el fondo, es la “creatividad contable” que inventóDomingo Felipe Cavallo, a quien a veces intenta imitar un ministro de Economía que se autotitula neomarxista.
Los acuerdos bilaterales que se están firmando con China y Rusia son resultado de meses de negociaciones en busca de inversiones que ya no llegan, de socios estratégicos (que hoy no tiene la Argentina) y de potenciales clientes para los productos argentinos, reemplazando a los usuales compradores de artículos tradicionales (como trigo, carne, lácteos, maíz o cueros) que ya no vendemos dada las erróneas política que se llevaron a cabo en diversos sectores en la supuesta “Década Ganada”.
Es interesante que un Gobierno que se ha quejado, un poquito, del supuesto “neocolonialismo”que implica el hipotético “neoliberalismo” busquen ser periferia de los neocolonialismo chino y ruso que hoy intentan ocupar espacios que pierde, por su torpeza, USA y por la crisis económica, la Unión Europea.
Pero los acuerdos con China y Rusia implica también buscar un rol entre países grandes que la Argentina perdió cuando declaró el default en 2002. Fuentes de la Casa Rosada hicieron trascender que Beijing tenía intenciones de sumar países al bloque de los BRICS, pero le correspondió a Dilma Rousseff dar por tierra con esa opción.
De esta forma, las “nuevas potencias” del mundo emergente quieren a países como Argentina como virtuales “colonias” para hacer inversiones, con el fin de colocar sus productos de alta tecnología y realizar compras de insumos a precios más o menos preferenciales. Nada nuevo bajo el Sol, es un modelo que hemos visto desde el nacimiento del imperialismo.
Desde hace más de un año la Administración de Cristina Fernández busca la salida a los problemas internos en el exterior. Además de los acuerdos con China y Rusia para atraer inversiones en grandes obras de infraestructura (en reemplazo del desaparecido crédito internacional), la negociación con el Club de Paris, Repsol y los holdouts también tenían el mismo objetivo: obtener fondos frescos a través de la emisión de nueva deuda externa. Pero es una meta que, por cada paso de acercamiento, se aleja otros dos pasos. Paradójico.
Desaparecido el “modelo” que tanto defendió Cristina Fernández en su Primer Mandato, ni la Presidente de la Nación ni sus Ministros de Economía han sabido diseñar un reemplazo. Hoy, pasados casi seis meses del último gran volantazo económico que realizaron y los resultados han sido pobre, muy pobres. Y los datos son inapelables:
> Pese a la devaluación inicial, se impuso una nueva “convertibilidad” que licuó, con el paso de las semanas, la poca competitividad que había recuperado el peso frente a otras monedas.
> Con más o menos impulso, el dólar blue acompañó la devaluación del peso, por lo cual, la brecha entre el dólar oficial y la opción no legal se mantuvo en los mismos niveles. Otro desperdicio del esfuerzo devaluador.
> Las tasas de interés fueron subidas sólo para contener al blue y retirar circulante del mercado, no como una forma de frenar la inflación. En el fondo, los precios han dejado de crecer como en el primer trimestre porque el poder de compa del salario se ha derrumbado.
> El Banco Central estuvo comprando dólares todo el semestre, pero las reservas no han subido dado que cada billete que ingresa es destinado al Tesoro Nacional para hacer frente a obligaciones internacionales. Es decir, en el fondo, estamos pagando importaciones y deuda externa con emisión de moneda, justo lo que se necesita para tener a la inflación candente.
> Si bien el Banco Central inundó de Lebac al sistema financiero, la base monetaria casi no ha caído con respecto a Diciembre pasado. Hoy, se encuentra en niveles récords y con un BCRA que deberá afrontar vencimientos por $200.000 millones en Letras en los próximos meses.Una virtual bomba de tiempo.
> La recaudación crece gracias a las inflación, pero ante una recesión que se siente en 22 de las 24 provincias (sólo Tierra del Fuego y Santa Cruz mantienen datos levemente favorables), en números reales, están lejos de satisfacer las necesidades de caja del Gobierno.
> La diferencia entre el ritmo de aumento del Gasto Público y de crecimiento de la recaudación se mantiene en más de 10 puntos porcentuales desde hace años dado que, con el fin de reemplazar las inversiones privadas que no se hacen, el Gobierno dilapida fondos para mantener “cebada” la producción y el consumo. ¿Consecuencias? De tanto estar “cebado”, tarde o temprano, el motor se funde.
La lista podría extenderse, pero no harían más que reconfirmar la tendencia. Y como no se han hecho los ajustes necesarios a la espera de los “golpes de efecto” que provengan del exterior, los deterioros se profundizan y el Gobierno apuesta, entonces, al marketing político y la propaganda como caminos para convencer a la opinión pública de que la recesión no existe y que el liderazgo de Cristina Fernández está incólume.
Cualquiera sea el resultado del partido, la Casa Rosada tendría en carpeta un asueto para la Administración Pública y la organización de una mega-fiesta para recibir a los jugadores de la Selección Nacional, en un intento vano de capitalizar el resultado deportivo.
Si algo dejaron los festejos del fin de semana pasado y del 9 de Julio fue que nadie salió con una remera de “La Cámpora”, ni del Frente para la Victoria, ni con la cara de Cristina Fernández, ni nadie gritó a favor del Gobierno o la mandataria. La celebración por el éxito deportivo hizo desaparecer las diferencias políticas. La política no estuvo presente.
Sin duda Cristina Fernández buscará la foto con los jugadores de la Selección. Pero, en el mejor de los casos, bajará un poco la presión sobre la mala opinión que tiene la gente de la situación económica (65% de rechazo), sobre la Gestión Gubernamental (cercana a 50%) y contra la Presidente de la Nación (arriba de 55%). Será un veranito, pero un veranito corto.
Más allá del resultado deportivo, Amado Boudou seguirá estando procesado, la recesión seguirá creciendo, la inflación se mantendrá alta, el salario no recuperará poder de compra y se seguirán destruyendo puestos de trabajo. La realidad volverá y es esa realidad es la que tiene en jaque hoy a Cristina Fernández y su Gobierno, más allá de los goles de la Selección.