Aécio Neves, uno de los líderes del partido opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), y último candidato a la presidencia derrotado por Dilma Rousseff, prefirió quedarse en casa el domingo de la gran protesta, pero reaccionó rápido al comprobar el apabullante éxito de la manifestación. Colgó en su Facebook, ese mismo día, un vídeo en el que lucía la camiseta amarilla de la selección brasileña, asomado a la ventana y sosteniendo en sus brazos a su hijo pequeño. “Este día va a ser recordado siempre como el Día de la Democracia”, sostuvo. Era una manera apresurada de apoyar, a toro pasado, la marcha más multitudinaria de la historia de la democracia brasileña y así, sumarse a un carro victorioso de destino imprevisible. Neves sostuvo que había decidido no acudir “para no robar protagonismo a los convocantes”.
Puede que sea eso o puede que sea —como otros afirman— que la razón última de que viera la manifestación desde la televisión se basó en que no estaba convencido ni de que fuera un éxito ni del tipo de personas que la protagonizarían. De hecho, una parte minoritaria pidió la vuelta de la dictadura, una facción a la que Neves no quería estar asociado de ninguna manera. Al final, la multitud que abarrotó la Avenida Paulista de São Paulo (entre otras calles de otras ciudades brasileñas) estaba compuesta en un 90% por personas de clase media, contrarias a la dictadura, ni siquiera todas proclives a la destitución parlamentaria de Dilma (solo un 27% de los que acudieron están a favor de un impeachment, según un sondeo de Folha de São Paulo) y, en un 82%, votantes de Neves en el segundo turno de la elección presidencial.
Tal y como hizo Neves, los responsables del PSDB buscan ahora cómo arrimarse o, al menos, beneficiarse de un movimiento que ha conmocionado la clase política del país y que, ideológicamente, les es afín. No es sencillo, ya que muchos de los manifestantes desconfían de partidos políticos.
Desde la otra parte, la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) apeló el lunes a un diálogo con la calle en una conferencia de prensa inusual en la que practicó una actitud humilde dada a admitir errores destinada a sacudirse algo la fama de distante y soberbia que le acompaña desde siempre. “El Gobierno tiene que escuchar a la calle”. Hasta ahí bien, pero, tampoco será fácil encontrar a quien represente políticamente a los que salieron el domingo a la calle.
Ahora, los jóvenes modernos del Movimento Brasil Livre (y los Revoltados on line) planean desplazarse a Brasilia a fin de entrevistarse con el presidente del Congreso, Eduardo Cunha, del PMDB, un partido medio aliado con el Gobierno, a fin de que tramite el proceso de impeachment a la presidenta. Cunha ya ha manifestado que está en contra y que no ve ni razones jurídicas ni parlamentarias para hacerlo.
Los tres grupos que convocaron a centenares de miles de brasileños a la calle el domingo han anunciado una protesta similar para el día 12
Mientras, el PSDB, la formación de Neves, maniobra para acercarse a las personas que salieron el domingo a la calle. “En la manifestación del domingo los organizadores recelaban de los políticos. Podría haber parecido oportunismo si hubiéramos ido. Pero creo que, si el movimiento continúa con esta fuerza, será inevitable nuestra presencia”, dijo el lunes el senador Álvaro Dias, del PSDB.
Nadie sabe si la fuerza del movimiento se mantendrá o si tenderá a desinflarse. Por lo pronto, los tres grupos que convocaron a centenares de miles de brasileños a la calle el domingo han anunciado una protesta similar para el día 12. Una incógnita será si la gente responderá a la convocatoria de la misma manera que hace tres días. Otra será si los políticos como Neves seguirán asomados a la ventana.