El copiloto Andreas Lubitz, (alemán de 28 años), del avión Airbus 320 de la línea Germanwings, fue el responsable de la tragedia que mató a 150 personas el martes pasado en los Alpes franceses. Lubitz aprovechó la salida de la cabina del piloto para encerrarse e impedirle que retornara pese a sus denodados esfuerzos por volver a entrar.
Después se apodero de los mandos, puso en marcha el mecanismo de descenso, y estrelló el avión después de bajar durante ocho minutos. El homicida tuvo la precaución de descender sin brusquedad, en vuelo rectilíneo, sin uso del piloto automático, para evitar que el pasaje se diera cuenta de su acción y se amotinara. Recién al final, entre uno y dos minutos antes de la colisión se produjo el pánico.
“Existió una voluntad deliberada de destruir el avión”, declaró ayer el fiscal de Marsella, Brice Robin, quién dio a conocer el contenido de la última media hora de grabación de la caja negra, encontrada en la zona de la tragedia, que registró en audio todos los sonidos y diálogos sucedidos en la cabina de pilotaje.
En base a esta información, los investigadores alemanes registraron las propiedades del copiloto del vuelo de Germanwings. Varios investigadores ingresaron en la casa que el alemán de 28 años tenía en Dusseldorf. Según informaciones a las que tuvo acceso la agencia dpa, la policía también registró la casa paterna del copiloto en la cercana ciudad de Montabaur. “Esta tragedia toma una dimensión completamente inimaginable”, dijo la canciller alemana Angela Merkel, agregando que “esto va más allá del entendimiento”, en una breve declaración a la prensa, en la cancillería, en Berlín.
El avión había despegado de Barcelona y en los primeros veinte minutos, dijo el fiscal, el diálogo entre piloto y copiloto fue normal, distendido, incluso amable. El piloto se comunica varias veces con la torre de control de Marbella, sin novedad.
Pero cuando el piloto comienza a prepararse para el descenso en Düss-eldorf, “las respuestas del copiloto son secas, lacónicas”, precisa el fiscal. En un momento dado, escuchamos al piloto pedir al copiloto que se haga cargo de los mandos aparentemente para ir al baño.
A continuación se escucha el sonido de un asiento que recula y una puerta que se cierra. “Te dejo el mando”, dice el piloto.
El copiloto Andreas Lubitz se encuentra solo en la cabina. El aparato sobrevuela Trois Evechés en los Alpes franceses, entre las localidades de Digne-les-Baines y Barcelonnette.
El fiscal precisa: “Es en ese momento en que el copiloto está solo en la cabina, cuando manipula los botones del “flight monitoring system” para accionar el descenso del aparato. Una acción que no puede ser otra cosa que voluntaria”.
El piloto llama para que el copiloto le abra la puerta. Primero suavemente, después con energía y luego, desesperado, llama a miembros de la tripulación y tratan de derribar la puerta, blindada para impedir actos de terrorismo.
El Airbus 320 inicia un descenso rectilíneo, en ningún momento se usa el piloto automático: Andreas Lubitz siempre lleva los controles. Se producen varias llamadas de emergencia desde la torre de control, que pide al vuelo de Germanwings que verifique el funcionamiento de su transponder, una señal que emite la identidad del vuelo. Incluso la torre hace un llamamiento a todos los aviones en la zona, para que traten de comunicarse con el avión pero Lubitz no responde en ningún momento.
El avión tarda ocho minutos en descender desde 12.000 metros a 2.000. Lubitz ha tenido la precaución de que el descenso no fuera brusco para evitar, como ha sucedido otras veces, que el pasaje se amotinara. “Escuchamos una respiración humana en el interior de la cabina hasta el impacto final”, dice el fiscal.
Dos minutos antes se escuchan sobrecogedores gritos de pánico cuando los viajeros advierten que se van a estrellar. “Primero escuchamos un primer golpe contra un saliente y después el choque a 700 kilómetros por hora”, señala el fiscal de Marsella.
¿Tiene un propósito terrorista la acción criminal de Andreas Lubitz? Las autoridades alemanas insisten en que no existen datos que permitan abonar la hipótesis de un atentado terrorista.
En la extensa zona de la tragedia, desde el aire se observan algunos trozos quebrados del fuselaje. El resto son miles de motas blancas, como si hubiera caído sobre el un largo y profundo vertiladero, que alberga la mayoría de los restos, una lluvia de papel picado, como explicó el comandante de un helicóptero de la gendarmería francesa.
Las patrullas operan casi siempre en desnivel, el suelo es rugoso, resbaladizo. Para llegar las grupos de rescate tardan más de tres horas de fatigoso ascenso.
“Estamos bien equipados pero se patina constantemente y las caídas son frecuentes. Lo mejor es llegar, buscar algo significativo como pedazos de motor o de fuselaje que ayude a entender que sucedió para que se produjera semejante tragedia hasta ahora inexplicable. Y después subir todo a un helicóptero”, indicó un especialista de la zona en rescates de montaña. Todo esto retrasa considerablemente las operaciones.
fuente CLARÍN