El Centro Cultural Kirchner (CCK), la obra arquitectónica más ambiciosa de Cristina Kirchner, es por estas horas una cáscara vacía de personal y contenidos. El titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos Hernán Lombardi tomó el control para redireccionar el proyecto «faraónico» que fue el corazón del relato K. En un clima de tensión, ayer decidió no renovar los contratos de 600 de los 710 empleados que heredó del kirchnerismo.
Desde lo edilicio, reconoce Lombardi, el «ceceka» -como apodó al centro que se levantó en el viejo Palacio de Correos- «tiene la opulencia y la calidad de los museos más distinguidos de Europa». La «ballena azul» y el candelabro central lo tienen boquiabierto. Pero junto a los tesoros estructurales, recibió un organismo acéfalo, con obras sin terminar y una legión empleados fieles a la gestión anterior, que quieren mantener la «cultura» del organismo con impronta kirchnerista y, ante todo, sostener sus fuentes de trabajo.
Ayer por la mañana, un grupo de esos trabajadores volvió a hacer una protesta en puerta en el edificio emplazado en Leandro N. Alem. Según la nueva gestión, se trata de personal cuyos contratos culminaron el 31 de diciembre y ayer decidió no renovarlos. Lombardi le pidió a los gremios intervinientes que en los próximos días le acerquen planillas con los datos de estos ex empleados «para hacerles entrevistas, conocer cuáles eran sus funciones y analizar quiénes tendrán continuidad en la nueva gestión». Según su cálculo, para funcionar, el CCK necesita a 400 empleados y especialistas con conocimientos curatoriales.
Aunque el ministro quiere dejar atrás el problema gremial para convertir al centro en un «faro cultural hacia el mundo», el conflicto no cede. Los ex empleados ya anunciaron que el jueves realizarán una nueva protesta frente al edificio para «reclamar la continuidad del 100% de los trabajadores».
La herencia del kirchnerismo
En las últimas semanas Lombardi y un reducido equipo realizaron un informe con el estado de situación del lugar. Diagnosticaron que, de la planta heredada, el 85% tenía contratos temporales triangulados con las universidades de San Martín, Tres de Febrero y La Matanza. El 15% restante -que hoy sigue en el staff- está contratado bajo el paraguas de la ley marco.
«El 81% de las designaciones fue en 2015, de las cuales el 42% fue realizada en la segunda mitad del año. Y el 100% ingresó sin ningún tipo de concurso ni evaluación previa», indica el informe al que accedió LA NACION.
Con el CCK cerrado por vacaciones, Lombardi recorre el edificio desierto escoltado por seis colaboradores. Camina por los pasillos sin parar de transpirar su chomba verde. Ni siquiera frena para atarse los cordones de sus zapatillas color caqui. A cada paso se sorprende con un descubrimiento, toma decisiones, y piensa ideas para darle forma a esa joya edilicia en potencia. «Quiero que sea el mayor centro cultural del hemisferio Sur», dice.
«Nos dejaron un centro cultural sin director, totalmente permeado por la política. Desde la ingeniería el proyecto es locamente espectacular», exclama en un recorrido con LA NACION. Según Lombardi, a la obra le «falta instalar equipamiento que compró De Vido por 500 millones de pesos». Estima que la obra total que realizó Cristina Kirchner costó $3.000 millones.
Proyectos a futuro
Los contenidos que tendrá el CCK son la mayor preocupación de Lombardi. El plan es que el edificio reabra al público el 4 de febrero con visitas guiadas y que los conciertos comiencen en marzo. Entre otros puntos, el ministro adelantó que levantara la muestra de Néstor Kirchner para convertirla en una galería «de todos los presidentes». Conservará la oficina de Evita, que recrea con enorme grado de detalle la gestión que tuvo la ex primera dama durante los tres meses que trabajó en el ex correo.
El centro seguirá teniendo entrada general gratuita y, a corto plazo, no está previsto sacarle el nombre de Néstor Kirchner. El nuevo director será Gustavo Mozzi, ex titular de la Usina del Arte.
«Hay que hacer proyectos curatoriales. Lo importante es que la gente se pueda empoderar del espacio», dice Lombardi. Paradojas de la política, utiliza uno de los términos preferidos de la ex presidenta Kirchner. Por ahora, tiene conflictos abiertos y enormes desafíos para lograr que vuelva la música.
fuente LA NACIÓN