«No despilfarro»; «en los últimos meses, dejé de hacer gastos grandes»; «antes ahorraba para gastos de placer y ahora sólo por reserva ante alguna eventualidad». Las frases que más se escuchan de los consumidores en tiempos de una economía ajustada se confirmaron en el último relevamiento de la consultora CCR, que verificó una caída en agosto del 7,4% contra el mismo mes de 2015 en el consumo en supermercados, hipermercados, almacenes y canales tradicionales, el mayor descenso interanual en los primeros ocho meses del año.
Los números confirman que el interior está enfriado: tanto en canales tradicionales como hipermercados, supermercados y locales de cercanía, el consumo cayó 4,6% en ocho meses de 2016 comparado con igual período de 2015, mientras que en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires el retroceso fue del 1,7%.
A pesar de las malas noticias, Ricardo Fitz Simon, CEO de la consultora, llamó a observar atentamente al interior: así como luego de la crisis de 2001 fue donde se sintieron los primeros «brotes verdes», hoy, a su juicio, podría suceder lo mismo. Con el aumento del área sembrada de granos como el trigo (20% más en la campaña 2016-2017), el sector agricultor podría empezar un círculo virtuoso de consumo, que se inicia con la reinversión en materia prima y el pago de la última siembra y termina en el supermercado.
Un año en el que los consumidores gastan con «los conceptos de economía en crisis en mente», resumió Patricia Sosa, directora comercial de Cuore, CCR Argentina, durante la presentación. Un 72% de los consumidores declara tener «bastante o mucho» menor poder adquisitivo en el último año -frente a un 69% que dijo lo mismo en abril- y los hábitos de consumo confirman las tendencias que se observan desde principios de año.
Dos de cada tres consumidores aseguran no apegarse a ninguna marca en particular (especialmente en limpieza y hogar, donde se notó un incremento en las compras de producto «suelto»): un 52% afirma haberlo hecho en los últimos meses; un 78% dice estar más atento a no «despilfarrar»; un 74% dejó de hacer gastos grandes, como electrodomésticos, en los últimos meses; un 71% redujo salidas de ocio, y un 53% evita financiarse en 12 cuotas.
No al despilfarro
La intención de «evitar el despilfarro», tanto en compras como en el consumo, se confirma en adquisiciones «ajustadas a las necesidades», sobre todo en productos frescos. «Si antes compraban dos kilos de tomates porque era más rentable, hoy compran dos unidades porque es lo que seguro van a comer», señaló Sosa. También aumentan los viajes de compras para buscar ahorros: el promedio de negocios visitados al mes subió de 4,6 en agosto de 2015 a 5,2 en igual mes de este año.
En la misma línea, el 90% de los compradores adquiere marcas propias de los establecimientos en al menos una categoría y el 51% se definió con un perfil «racional» a la hora de hacer compras -buscan la mejor relación precio-calidad- contra un 42% que lo hacía en 2015. «Se reducen las «pretensiones aspiracionales» y aumenta la predisposición de B brands», señala el estudio.
El fin del primer semestre terminó de cristalizar algunas otras tendencias: compras sin tanto stock -del 5×3 al tradicional 2×1, y sobre todo en higiene personal y limpieza del hogar- y más orientadas al precio por unidad.
Las marcas que lograron captar esa intención fueron las triunfadoras en la mente de los compradores: Sancor, Día%, La Serenísima, Marolio y Querubín, que hablan directamente de precios «congelados» o los presentan en sus envases, fueron las más mencionadas entre las que «acompañan» a los compradores. No obstante, existe una desilusión general con los productos: un 54% de los consumidores considera que aumentaron sus precios y bajaron en calidad.
Con la economía «neta», que incluye el aumento de tarifas y transporte y el nivel de empleo y de la desocupación, dificultades para conseguir trabajo y acuerdos salariales, entre otros motivos, como las principales preocupaciones, la composición del gasto también mutó. Alimentos, bebidas, limpieza y tocador pasaron de significar el 28% en 2014 a 22% este año. Los servicios aumentaron 3 puntos porcentuales: de 13% a 16%, y vacaciones, el «bien más resignable», pasó de un 2 a un 1 por ciento.
Al momento de ordenar de mayor a menor los gastos que nunca resignarían, la obvia importancia de los alimentos, bebidas, limpieza y tocador pasó de un 79% de consumidores que los ponían en primer lugar en 2014 a un 55% en 2016, aunque no fue destronado por otro rubro, sino que el gasto se repartió.
«Se explica por el contexto: 2014 fue el inicio de los recortes en los consumos. En ese primer escenario, la expectativa estaba en resignar lo menos posible, y si había que achicarse sería primero lo superfluo y no lo básico. 2016 es diferente: el consumidor ya racionalizó y ya resignó también ese bien básico que le parecía intocable por entonces», indica el informe, y señala que puede ser por reducción de la canasta o por migración a productos o marcas más económicos.
fuente LA NACIÒN