ESQUEL.- No se lo ve más delgado ni desmejorado tras una huelga de hambre de 19 días que, por pedido de su gente -dice-, interrumpió el domingo. El líder de Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), Facundo Jones Huala, recibió a LA NACION en la cárcel de Esquel y definió su lucha como un reclamo histórico que hoy abreva en la violencia como última forma de resistencia, tras agotar todas las instancias de diálogo. «Nuestras demandas nunca fueron escuchadas», dijo. Y planteó que la desaparición de Santiago Maldonado no hizo más que visibilizar lo que su comunidad denuncia hace años «el tipo de represión que desde hace 130 años» padece.
En un discurso plagado de referencias históricas a las revoluciones y luchas de clase en el mundo, dejó entrever que su reclamo suscita una gran adhesión en un sector de la sociedad anticapitalista. Confiado en su liderazgo, alertó que su extradición a Chile, donde está acusado de incendiar un fundo, entre otros delitos, constituye un error político, puesto que permaneciendo en la Argentina podrá mediar, para que no aumente la espiral de violencia en un reclamo territorial que «abarca desde el sur del río Colorado hasta la Patagonia andina».
-¿Lo conociste a Santiago Maldonado?
-No. Él conocía a una peñi (compañera) y fue a apoyar a la Lof por la represión del día anterior en el juzgado de Bariloche, en la que detuvieron a mi hermano Fausto y a mis primos Romina y Emilio. No sé si cortó la ruta o tiró piedras encapuchado. Sí mi gente vio cómo la Gendarmería lo capturaba. Su desaparición visibiliza lo que denunciamos hace años: los excesos de grupos ilegales parapoliciales, junto con las fuerzas federales, miembros de la sociedad rural, inmobiliarios y la policía provincial. Lo que le sucedió a Santiago abrió esa discusión. Pero él nunca integró RAM. Nadie no mapuche participa de esas acciones. Él era anarquista pero no insurreccional; participaba de movilizaciones, recorría comunidades indígenas, apoyaba movimientos sociales, difundía propaganda política y seguramente estuvo en refriegas contra la policía.
-Se abrió el juicio por tu extradición. ¿Lo vas a usar políticamente?
-Sí. La cárcel y este proceso son parte de mi tribuna, como también lo fue para Fidel el asalto al cuartel Moncada en Cuba. Entonces, su alegato de defensa ante el tribunal fue la presentación de su programa político para la revolución cubana. Desde el principio he usado los tribunales como tribuna. Todos los militantes mapuches sabemos que podemos morir, ser torturados o caer prisioneros. La prisión política es también una trinchera de combate ideológico y es la oportunidad para presentar a la sociedad y a nuestro pueblo la propuesta del Movimiento Autónomo del Puel Mapu (MAP). No les hablo a los jueces ni a los fiscales y menos a la oligarquía. Les hablo a los pobres, aliento a la rebelión. Me sirve estar preso y me sirve la prensa, por más que mientan.
-¿Por qué creaste RAM?
–No lo creé solo, pero fui parte. Surgió de la necesidad de defenderse, de la pobreza que vivimos y para recuperar territorio. El objetivo es el sabotaje para la expulsión del latifundio. Quebrar la economía del enemigo. RAM está presente en todas las comunidades rurales en conflicto que tienen una idea autonomista. Cualquier paisano, incluso un puestero, podría ser parte de la organización, por más que diga que lo atacó RAM. No sé cuántos miembros son hoy, porque ahora estoy afuera. Tienen una autonomía táctica, pero una estrategia compartida con el Movimiento Autónomo del Puel Mapu (MAP). Nuestro hermano político es la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), pero no somos un grupo cohesionado, porque no nos dejan cruzar la frontera.
-Pero has usado los pasos clandestinos muchas veces.
-Sí, pero hace rato que no. Pero no son pasos clandestinos. Los mapuches nunca dejamos de cruzar la frontera. Siempre vivimos así; hay comunidades que viven en el medio de la frontera, que no tienen documentos ni hablan español.
-¿Hay vasos comunicantes entre RAM y la CAM?
-Sólo ideológicos. A Jorge Salazar Oporto no lo conozco. Nosotros no recibimos ningún tipo de instrucción de ellos. Sí tuve mucho trato con Héctor Llaitul Carillanca (vocero de CAM) en la cárcel de Angol. Conocí a las comunidades en conflicto allá y antes había tenido contacto con las autoridades espirituales. Esa experiencia en términos políticos fue instructiva, pero mis primeros enfrentamientos dentro de las comunidades los tuve a los 15 años con los ataques parapoliciales cuando nos prendían fuego las casas. Soy militante social desde los 13. Viví en la calle. A los 11 años fui detenido por primera vez en Bariloche, por ser el indio de los barrios. Ni siquiera me acuerdo de cuántas veces estuve preso.
-¿Cuál es tu lucha?
-Es una cuestión progresiva: plantea la recuperación de tierras productivas y sagradas en manos de latifundistas para desarrollar autonomía mediante el trabajo propio. Luego, aspiramos al control territorial, expulsando los latifundios y a las transnacionales. No vamos a permitir que se instalen mineras, petroleras e hidroeléctricas en nuestro territorio. Los recursos naturales son para nosotros y para quienes los quieran disfrutar, controlados por nosotros. Planteamos un proceso de construcción de autonomía, sin pedirle permiso al Estado. Cuando vinieron los de agricultura familiar tres años atrás a ofrecernos chapas para la construcción en Leleque, la gente hizo un traum (reunión de votación) y decidió que no. Dijimos que no íbamos a aceptar nada del Estado a excepción de la devolución de las tierras. ¿Por qué un inglés como Lewis o Benetton pueden hacer lo que se le cante en sus propiedades, donde ni viven y nosotros que vivimos hacinados, no podemos definir cómo vivir en nuestro territorio?
Las complejas hipótesis que se barajan en el caso Maldonado
-En la Argentina rige la ley de propiedad privada. Benetton no usurpó; compró sus tierras. ¿Cuál es la solución a ese conflicto?
-La destrucción del capitalismo. He estudiado y admirado la lucha de Salvador Allende en Chile, que fue un proceso revolucionario por la vía electoral. No es necesaria la violencia, pero, lamentablemente, es necesaria la autodefensa porque los ricos nunca van a ceder sus privilegios en favor de los pobres. Benetton no tiene lo que tiene por su esfuerzo. Lo tiene por el esfuerzo de la clase trabajadora, y por el saqueo que se hizo de los pueblos mapuche y tehuelche.
-No te reconocés como argentino, pero te amparás en el artículo 75 de la Constitución para exigir territorio…
-Hay un error de concepto. No planteamos la destrucción del Estado ni la construcción de un Estado mapuche, que es algo ajeno a nuestra idiosincrasia. El problema que tiene la burguesía es con el concepto de independencia. La Argentina no es un país independiente: es subdesarrollado al servicio de los capitales imperialistas.
-La tuya es una revolución utópica.
-No. El germen está y ya echó raíz. Nación y Estado son conceptos diferentes. Podemos convivir con el pueblo argentino y chileno pobre, porque somos revolucionarios anticapitalistas. Estamos más cerca de las luchas de clase que de la lucha para separarnos del Estado argentino. Somos antioligárquicos, antiimperialistas. No aceptamos su financiación, como dice Bullrich, ni que nos tiren armas para hacer una guerrilla mapuche. No planteamos destruir el Estado moderno. Ahora, si el Estado moderno y la sociedad acuerdan en que hay que construir otra cosa, los apoyamos.
-¿En qué lugar del mundo existe el modelo que proponés?
-No lo sé. No conozco más que el territorio mapuche. Pero ¿cuándo estuvo el Estado presente dentro de las comunidades mapuches? Mi gente se muere de hambre y de enfermedades curables.
-¿Alentás una revolución de corte comunista y reivindicás la lucha armada-trotskista?
-Marx decía que los pueblos primitivos practicábamos un comunismo primitivo. Ése es el análisis de Occidente para con nosotros. Si los obreros quieren armarse para acabar con la explotación patronal tienen todo el derecho. Si lo quieren hacer por la vía del sindicalismo también. Pero no peleamos contra el Estado, sino contra las empresas y los terratenientes. El Estado pelea contra nosotros porque defiende a sus verdaderos patrones. La burguesía llegó al poder mediante la toma de la Bastilla. La Revolución de Mayo tampoco fue bonita. Ningún gran cambio se produce sin violencia. La violencia es legítima, si no el monopolio de la violencia lo tiene el Estado opresor al servicio de empresas transnacionales. Si hubiera un Estado más progresista, como en Bolivia, se podría conversar.
-¿Hay una solución política?
-Hace 20 años hubiese sido un proceso de reforma agraria que nunca hubo. Eso hubiese calmado un montón las cosas hoy. La única solución es la devolución del territorio en conflicto y eso abarca el latifundio de Benetton para las comunidades de la zona. No sólo para los que se encuentran recuperando tierras, incluso a nuestros detractores. Eso equivale a un tercio del Departamento de Cushamen.
-¿Te parece viable?
-Esto no lo inventé yo. Soy un militante más. El reclamo es histórico, pero la lucha está contextualizada en el momento actual y data de hace 15 años. Todo lo que planteo viene de grandes traum (reuniones por consenso), en distintos lugares. Será una lucha prolongada. A Mao le costó 20 años. Los vietnamitas estuvieron años para expulsar a los americanos. A Nicaragua le costó años sacar a Somoza. La revolución cubana insumió años. Esto es la continuación de una lucha cuyo desenlace quizá yo no llegue a ver. No me siento argentino, nunca lo voy a ser, por más que me obliguen. ¿Cuánta gente tiene doble nacionalidad? ¿Por qué no podemos ser una nación mapuche, regirnos por nuestras leyes y respetar al Estado argentino, pero sin ser parte de él?
-¿Qué comunidad aborigen en el mundo se rige por sus leyes dentro de un Estado soberano?
-Los pueblos no contactados de la Amazonia peruana y de la brasileña. Y en el futuro la Nación Mapuche, porque la nuestra es una lucha sin vuelta atrás.
fuente LA NACION