No habrá tiempo para el descanso. Como el fútbol, que entra en etapa de definiciones en el primer mes del nuevo año -algo totalmente inédito pero condicionado por la pandemia-, Martín Guzmán arranca el año con obligaciones y un calendario exigente, que obliga a definiciones en pleno verano.
Desde el arranque del flamante 2021, el ministro tendrá que definir medidas. Algunas en coordinación con Matías Kulfas, su colega de Desarrollo Productivo, en relación a los precios de los alimentos.
El «mercado» observará con atención cada movimiento. Más allá de la baja de los últimos días, el recalentamiento del dólar «blue» puso, otra vez, al mercado cambiario bajo la lupa atenta de los funcionarios y de los inversores. «Habrá cosas para hacer allí si la brecha se amplía», concede, enigmático, un funcionario del equipo económico.
Por más que el análisis entre los funcionarios refiere a que el «paralelo» tiene un mercado chico y que no sirve como referencia para la mayoría de los precios de la economía, existe una convicción: que el pico de octubre -cuando el «blue» tocó los $195- demostró que esa volatilidad hunde las expectativas y agrava la ola especulativa en algunos sectores estratégicos, como el de la construcción.
La segunda cuestión indiscutible es que un agrandamiento de la (ya amplia) brecha cambiaria entorpecería las negociaciones con el Fondo Monetario. Conversaciones que se retomarán en las próximas horas, y que el propio Gobierno considera clave para enderezar las expectativas de los «mercados».
Como puede apreciarse, hay decisiones para tomar en los próximos días. Tal vez con cierta exageración, en el equipo económico afirman que las medidas que se tomen en estas próximas semanas indicarán el camino para lo que viene.
La relevancia que el Gobierno le otorga al mes inicial lo demuestra al anuncio de Alberto Fernández, a poco de que comenzara el nuevo año: finalmente, habrá convocatoria al Consejo Económico y Social. La formalización de esa entidad en donde se discutirá el sendero de precios y salarios se concretará en las próximas jornadas, y estará presidido por Gustavo Béliz.
Frente a la convocatoria, hay un hecho concreto: ni los gremialistas ni los empresarios están dispuestos a ceder luego de tres años de pérdidas, y con la incertidumbre por los alcances del Covid en una Argentina que se ha quedado sin margen para asegurar ayuda del Estado.
Por eso el Gobierno quiere mantener los puentes hacia ambos márgenes. Porque necesita el reaseguro de que el camino hacia marzo no será fácil.
Según admiten desde el equipo económico, el mayor desafío por delante para por encontrar el equilibrio entre el ajuste necesario (los funcionarios no hablan de «ajuste» sino de reordenamiento pospandémico) y las lógicas demandas sociales y de los empresarios, tras años de estancamiento y recesión.
El objetivo oficial pasa por mantener el bloqueo sobre las demandas de uno y otro lado, básicamente, porque no hay espacio para alterar el escenario. El equilibrio muy precario que existe en términos sociales.
Cristina Kirchner, en su último discurso en La Plata, fue determinante: «Una tarea fundamental durante el año que viene» pasará por «alinear salarios y jubilaciones, precios, sobre todo los de los alimentos, y tarifas», dijo la vicepresidenta desde el escenario.
Las primeras definiciones
1. Precios
Este jueves, el Gobierno debería presentar el nuevo esquema de Precios Cuidados, el programa que por ahora tiene 400 productos con precios regulados, y que Kulfas quiere llevar a unos 2.000.
La gran preocupación oficial se relaciona con el precio de la comida. El Gobierno, a través de los programas Precios Máximos y Precios Cuidados, reguló la suba de los precios en los alimentos industrializados. Más de 100.000 artículos que se venden en las góndolas de los supermercados quedaron bajo la lupa de Comercio interior, que otorgó aumentos en cuentagotas.
Pero hay una realidad: esa postura oficial tendrá cada vez más dificultades para sostenerse así, sin cambios. Las empresas fabricantes vienen presionando por ajustes con el argumento de que sus costos se encarecieron entre 20% y 25% en los últimos meses. ¿Una de las principales razones? La constante suba del dólar oficial, que se incrementó 40,5% durante 2020.
Hay otra realidad: los alimentos vienen encareciéndose en el mundo «pandémico». No es un problema exclusivo de la Argentina. La debilidad del dólar a nivel global disparó los precios de los commodities. El impacto en los valores de los alimentos fue inmediato. En la Argentina de la tasa de pobreza récord, esa tendencia luce muy preocupante.
2. FMI y dólar
El FMI no impone como condición una devaluación para firmar un acuerdo, hay algo cierto: los técnicos quieren que la brecha cambiaria se achique. Sería la manera de asegurar que las reservas del Banco Central -tal como sucedió en las últimas semanas- vuelvan a crecer.
Durante diciembre, el BCRA pudo comprar en el mercado u$s603 millones. ¿Podrá repetir en este enero? El Gobierno se tiene fe: Guzmán, en sus últimas apariciones públicas, dijo que tiene proyecciones de ese incremento de las reservas para los próximos años. Pero aún no dio a conocer el plan. Es lo que, junto con el panorama fiscal, viene negociando con Washington.
El «mercado» y los negociadores del Fondo plantean dudas. De hecho, la cuestión de la brecha cambiaria será central en las conversaciones que se retomarán esta misma semana.
El objetivo de Guzmán es que las cotizaciones del «contado con liqui» del «MEP» se mantengan estables. Es lo que necesita para achicar paulatinamente la brecha. En forma simultánea, con esas cotizaciones planchadas, la suba diaria del dólar «oficial» (mayorista) sirve para acortar la distancia.
Para atraer divisas, el ministro plantea una estrategia a varias puntas.
Por un lado, el ministro va por acuerdos sectoriales. Lo hizo con el «campo», cuando se disminuyeron las retenciones a las exportaciones en tres puntos. Después concretó un pacto con las petroleras, en el marco del Plan Gas. Algo que permitiría un ahorro de divisas pero, sobre todo, abriría las puertas a inversiones del sector ya que a las empresas que lo hagan les flexibilizarán el cepo.
Guzmán, además, generó un instrumento de inversión especial para las empresas mineras. En la práctica implica ofrecerles la posibilidad de un «seguro de cambio» cada vez que liquiden divisas en el mercado cambiario «oficial».
La expectativa es que esas compañías aceleren las liquidaciones de dólares.
En forma simultánea, se proseguirá con las emisiones de bonos de la deuda. En pesos, atados a la inflación y al tipo de cambio. Durante 2020, el Palacio de Hacienda alcanzó un financiamiento extra por $386.730 millones. Fue clave en la estabilización del mercado cambiario.
Son los dos puntos que deben definir. Lo más rápido posible. El mercado descuenta que ese acuerdo se cerrará antes de que finalice el primer trimestre.
«Estamos avanzando bien», dijo Alberto Fernánez, sin entrar en ningún detalle, cuando le preguntaron antes de que cambie el calendario.
Hay algo cierto, y que el Presidente sabe: cuanto más se demore el acuerdo, más sufrirá la economía real, que viene golpeada por la pandemia.
Ese es el mandato de Guzmán. Lo que habrá que ver es si, del otro lado de la mesa, el Fondo será lo suficientemente flexible para llegar a un rápido pacto.